El hermano lobo puede ser peor, cuando se convierte en Caín.
Quevedo y V.
Lejos quedaron los tiempos cuando los hombres que se dedicaban a la política tenían vergüenza y hacían de ésta una profesión, sobre todo en busca de puestos públicos a cualquier nivel, vía urnas. En pos del poder en Coahuila y so pretexto de remendar el Santo Sudario y enderezar jorobados, los candidatos se lanzan con todo con tal de acaparar una sociedad llena de controles e inmersa en el gregarismo de la mercadotecnia. La apertura de los nuevos partidos (5 de 9) es una muestra de la incultura política que padece Coahuila en el ramo de la democracia. Y son precisamente estos “negocios de familia”, llamados partidos políticos, los que se llevan una tajada de dinero (casi millones de pesos) del sufrido pueblo; y de pilón el gobernador Enrique Martínez y Martínez impuso el IFE estatal cambiando de paso el valor humano por el viejo sentido feudal político.
Políticos que pelean sin tener una guerra y mucho menos pretextos sustentables en la plataforma y proyectos de sus candidaturas ya que sus discursos viciados son retóricas, propias de merolicos y patrimonio de la incultura, con la única ilusión de ser unos Mesías acaparadores de la atención, con razones y propuestas sacadas de una insana pretensión llena de remedios desatinados y recetas domésticas encaminados a servirse con los puestos, como se ha demostrado históricamente. Y millones de miserables están como datos tangibles del fracaso en la profesión de gobernar o legislar, en Coahuila y a nivel nacional.
Sin embargo, no se puede negar que existan hombres honestos metidos en la política. Otros son ilusos, que cual inocentes palomas fueron engañados, a los que tal vez sus buenas conciencias les dicta proponer una medusa de ilusiones y de ahí sus sueños de corregir lo incorregible, en el entorno político nacional, estatal y regional.
Estos negociantes y ofrecedores de sueños democráticos con cantos de sirenas adormecen a muchos ciudadanos. El “efecto Fox” puede ser un ejemplo de la apuesta que el pueblo se la juega con “X” candidato para puestos de elección popular y que llevará las riendas de algún municipio, o en una curul del Congreso local. La historia de estas elecciones es corta en tiempo, ya que la comisión encargada de éstas, el IFE estatal de Coahuila así lo determinó, con un control a medias, lo que al Instituto Electoral le convenía, con las debidas rabietas de los diferentes partidos políticos contendientes. Tonaditas en la radio, apariciones en la caja luminosa, debates para algunos y desairados por otros candidatos, líderes morales y corruptos en aperturas o cierres de campaña, inclusive el mismo gobernador aprovechando (sus días de descanso) la tribuna para fustigar a los “traidores” del PRI y hacer proselitismo.
Pendones y engomados con sonrisas congeladas de los candidatos, que si les toca ocupar un puesto esa sonrisa se convertirá en un gesto adusto e impenetrable, cachuchas, playeras, toda una sarta de slogans donde las mentiras y basura recicladas ensuciaron las de por sí cochinas calles de las ciudades de Coahuila. Todo un caleidoscopio glamoroso, en un mundo multicolor donde los espacios cuentan más que la misma agenda del candidato. En la mayoría no pasó de ser con el cambio, honestidad, trasparencia, trabajo, gobernar para todos, servir a la sociedad e implícito mejorar la seguridad, salud, educación, el campo, iglesias y templos, abrir espacios culturales y deportivos, ecología y mil etcéteras; con encuestas que como el “Jibarito”, salían locos de contentos, sin olvidar los clásicos asesores de muchos candidatos, algunos simples profesionales y promotores del caos. En fin, cada candidato disfraza sus mentiras, ofrece y condiciona los sueños artificiales.
Fueron unas elecciones donde el abstencionismo fue el verdadero triunfador en el estado (52 por ciento), un desagravio hacia el gobernador y sus mandos que fracasaron en algunos municipios y en otros triunfaron a fuego y espada, como es el caso de Matamoros, donde en un afán enfermizo se hizo llorar a la DEMOCRACIA, pagando muy caro las consecuencias el pueblo. Las elecciones estuvieron plagadas de irregularidades e inmoralidades que en nada benefician a las verdaderas contiendas políticas. Total, el pendiente ya se acabó en lo referente a esta fiesta electoral y ahora los promotores y vendedores de sueños, ilusiones y esperanzas, los elegidos, deberán arreglárselas para cuando menos cumplir con el 1 por ciento de lo que prometieron en campaña, sobre todo en honestidad y transparencia, terminar con la injusticia, la inseguridad, abatir la pobreza, cumplir con los servicios de salud, agua, educación, deporte, cultura, terminar con el ambulantaje y desaparecer la venta clandestina de cerveza.
Algunos candidatos del gobernador Martínez y Martínez fueron premiados, en otros fallaron las despensas y los miles de pesos por voto y los sindicatos corporativistas, amén de los acarreados. Algunos partidos mejor ni impugnarlos, que al fin según se ve en IFE estatal fue y es, un aparato más del gobierno (cualquier semejanza con la “Carabina de Ambrosio” es mera casualidad) pesos más, centavos menos, las elecciones nos costaron entre 950 y mil millones de pesos y qué lástima que a pesar de tener Coahuila 7 instituciones de alto nivel educativo (Tecnológicos y Universidades), la cultura del voto sigue ausente. ¿Acaso así le conviene al gobierno? Y según se ve, seguimos siendo el penúltimo estado en abstencionismo, sólo arriba del estado más pobre que es Chiapas. Y en evaluación educativa también ocupamos el lugar 27, nada honroso, a nivel nacional.
¿Será por eso que al gobierno le encanta seguir jugando con la pobreza e incultura del pueblo?
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