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Veni, vidi, vici

Gilberto Serna

Hay -en la resolución del Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas, que ordena al presidente iraquí, Saddam Hussein, desmantelar sus armas químicas, biológicas y nucleares bajo la advertencia que de no hacerlo enfrentará un asalto estadounidense-, un optimismo desbordado de los países que forman parte de esa comunidad de que no habrá guerra si antes no es aprobada por ese grupo. El embajador de México en la ONU, Adolfo Aguilar Sínzer, se mostró confiado en que George W. Bush esperará el resultado de la visita que realicen los miembros de la Comisión de Verificación e Inspección antes de dar la orden de disparar. Dice nuestro embajador que “la posibilidad del uso de la fuerza sólo es válida previa autorización explícita del Consejo de Seguridad”. Conociendo cómo se les gasta Bush, me parece que el novel diplomático peca de ingenuidad extrema.

El embajador de Estados Unidos, nuestro viejo conocido John D. Negroponte, aclaró, para no dejar lugar a dudas sobre las intenciones de su país, que la resolución de Naciones Unidas no ata las manos a Washington para hacer lo que mejor convenga a sus intereses. Eso debió ser un baño de agua fría para los franceses, los rusos, los mexicanos y obviamente para los iraquíes. Digan los que forman parte del Consejo de Seguridad lo que les parezca, pero los americanos no se sienten obligados a acatar sus decisiones, dado que dicen estar actuando en defensa propia. ¿Y cómo es que los USA consideran que son agredidos? eso lo decidirán ¡por sí mismos! Es más, ya lo tienen decidido desde tiempo atrás. Si no han apretado el gatillo ha sido por estrategia bélica, mas no porque les importe la opinión del mundo. “La ONU puede reunirse y discutir, pero no necesitamos su permiso”. Tal es el tamaño de su soberbia.

La cuestión es que tendremos guerra. Aunque sea de un nuevo tipo en la que nadie espera una sorpresa. Ningún país de aquellas latitudes, por sí solo, es un rival de cuidado para los norteamericanos quienes desde muchos miles de pies de altura, sin exponer a sus tropas de asalto, lograrán desatar un infierno sobre la faz de la Tierra. Al igual que el general Julio César al anunciar al Senado la rapidez con la que derrotó a Farnaces Rey del Ponto en el año 17 a. de J. C., Bush podrá decir después de bombardear al pueblo iraquí: veni, vidi, vici. Esto es, vine, vi, vencí, expresando así la facilidad con la que acabó con su enemigo. Eso nos indica que al igual que hace dos siglos las cosas siguen igual, por cuanto que el fuerte puede desatar en cualquier momento su furia contra le débil sin que nadie se atreva a oponérsele.

Es la historia de la humanidad: el pez grande se come al chico. Lo cierto es que el organismo internacional al igual que el anterior, La Liga de las Naciones, han sido inútiles cuando se trata de detener a las naciones poderosas por lo que es seguro sucumba y se disuelva a la vuelta de unos cuantos años. El uso de la fuerza no es legal si no cuenta con la autorización expresa de la ONU, puntualiza nuestro embajador. ¿Qué hará esa mancomunidad de países para contrarrestar las fanfarronadas de nuestros vecinos si inician el evento agresivo sin obtener la previa licencia para hacerlo? ¿Condenaría México la acción y pediría que se detuviera la contienda a como diera lugar? ¿Sería sancionada por el conjunto de naciones la osadía de uno de sus miembros? Nada nos indica que vaya a suceder cuando se desate la barbarie. De lo que podemos estar seguros es que como Atila, Rey de los Hunos, de quien se decía que donde su caballo pisaba no volvía a crecer la hierba, el presidente George W. Bush podrá estar seguro que donde caigan sus bombas se acabará todo vestigio de vida.

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