SALTILLO, Coah.—El empresario saltillense Luis Horacio Salinas Aguilera, que vivió la amargura de ser secuestrado durante 19 días, pidió la pena de muerte para los autores intelectuales que cometan este delito, y exhortó a quien en lo futuro sufra una acción similar haga la respectiva denuncia, porque es necesario un firme y definitivo “¡Ya basta!” Para acabar con esta criminal conducta, que daña al secuestrado en lo físico, y tanto a él como a su familia en lo emocional, con secuelas que nunca desaparecen.
Algo demacrado y con menos peso corporal, aunque vestido de manera impecable; animoso y hasta enérgico; ayer el principal propietario del periódico El Diario de Coahuila ofreció un desayuno a un grupo de periodistas, para agradecer el silencio que guardaron sus respectivos medios informativos frente a su caso, y decidió narrar los terribles hechos que vivió, aunque pidió un manejo discreto de la información; porque aun falta por detener a tres más de sus secuestradores.
Salinas Aguilera, fue secuestrado la mañana del 16 de septiembre afuera de su domicilio cuando apenas acababa de abordar su vehículo para dirigirse a sus oficinas. No hubo dificultad para raptarlo porque no llevaba guardaespaldas ni opuso resistencia.
La banda que lo secuestró estuvo formada por 10 personas, cuando menos, que intervinieron de manera directa. Hasta el momento se ha detenido a siete: Juan José Mancías, el autor intelectual; Rodolfo Calvario, Everardo Sánchez, Juan Carlos Ibarra, Sergio Camarillo, Adolfo Peñaloza y Baltazar Esquivel.
Los días de cautiverio, mientras se negociaba la millonaria cantidad de su rescate, los sufrió en una casa “de seguridad” ubicada en ejido El Barrial, San Luis Potosí, donde afrontó la tortura sicológica de ser muerto en cualquier momento por sus vigilantes: “De pronto, ya tomados, me ponían el “Cuerno de Chivo” en la cabeza y me decían: “Ahora sí te vas a morir, pin....vejete”.
Dijo que cuando hubo un acuerdo entre su familia y los secuestradores, estos últimos pidieron a sus allegados que rentaran una avioneta para dirigirse al estado de Guerrero, donde deberían entregar el dinero.
“Lo que me sorprendió, según me contaron mis familiares, es que cuando volaban cerca de Guerrero, alguien le llamó al piloto para decirle que se dirigiera rumbo a determinadas coordenadas. Una vez ahí, sobre el aire, le pidieron que disminuyera la altura y que se arrojara el dinero. Allá abajo, en la intrincada sierra guerrerense alguien lo recogió. Esto significa que tenían el apoyo de personal con conocimientos especiales, y con una buena logística”.
Reconoció que por momentos llegó a sentir el “Síndrome de Estocolmo” y en la plática con los periodistas, confesó sentir cierta comprensión por la pobreza y marginación social que sufren los guardias que lo vigilaron, pero no por el autor intelectual. Agregó que sus vigilantes, llegaron a expresarse con coraje en contra del líder de la banda.
Añadió que cuando se entregó el dinero del rescate sus secuestradores lo abandonaron amarrado, en la casa donde lo tenían detenido, y que como pudo luego de tres horas de esfuerzos se soltó de las cuerdas que lo sujetaban, para escapar descalzo, barbón, desaliñado y sin zapatos, hasta una pequeña iglesia católica donde un sacerdote lo ayudó a comunicarse con las autoridades y con sus familiares.
Agradeció y reconoció la labor de inteligencia y de coordinación que desarrollaron las procuradurías federal y de Coahuila, quienes capturaron casi a toda la banda que lo secuestró y recuperaron parte del dinero del rescate.
Pidió a aquellas personas que lleguen a sufrir un secuestro, a denunciar a sus captores y a solicitar la acción de la justicia, “por qué entonces cómo se puede pedir a las autoridades que combatan el secuestro y que acaben con este delito; si nos quedamos callados”.
“¡ Ya basta! Hay que poner un hasta aquí”, expresó finalmente.