Por Lola Loscos
París, 5 oct (EFE).- La delicada visión de Hiromichi Nakano y el inquebrantable optimismo de la firma Cacharel iluminaron hoy las pasarelas de París y aportaron nuevos elementos al eclecticismo reinante en el pret-a-porter parisiense para la primavera-verano 2003.
Poco conocido aún en Europa, Nakano causó sensación en París con un desfile en el que condensó esencias de Oriente y Occidente para dar una elegancia rara y juvenil a la mujer del III milenio.
Su colección, abierta y cerrada por un breve concierto de shamisen -instrumento tradicional japonés de forma cuadrada, familia del sitar y la guitarra, aunque de menores dimensiones- estuvo dominada por el signo de la femineidad.
El paso del shamisen a la música occidental, que acompañó gran parte del desfile, y la reaparición final de la melodía nipona resumió a la perfección los objetivos del modisto para la próxima temporada estival, sabia y continua mezcla de referencias aparentemente dispares.
Así, los vestidos cortos hasta las rodillas sobre pantalón, tan de moda ya, evocarán a veces sin rodeos las formas de un quimono, o los estampados del clásico vestido de tirantes se pintarán al estilo de una acuarela japonesa.
Para dar su exquisita dulzura a la indumentaria femenina, carente de toda cursilería, Nakano utilizó estampados de flores, árboles y otros motivos de pequeñas dimensiones, pintados siempre en colores oscuros, rojos o negros, principalmente, sobre fondo blanco, de manera que este último dominase siempre el conjunto.
La camisa con la que el artista recibió los entusiastas aplausos del público había sido creada con esta misma idea de base y combinada, como muchos de sus modelos, con una prenda oscura, en su caso un sobrio pantalón negro, y unas zapatillas de deporte blancas.
Además del negro, rojo y parma fueron otros colores importantes sobre esta pasarela instalada en el espacio Richelieu, bello y luminoso local hausmaniano situado en el centro de París, no muy lejos del Carrousel del Louvre, donde tienen sede central los desfiles de París.
Faldas y vestidos serán fundamentales el próximo verano en el armario de las clientas de Nakano.
Serán a menudo cortos y quedarán por encima de la rodilla o la ocultarán ligeramente, pero no dejarán de tener esa particular belleza, verdadero homenaje a la mujer, cuando se acerquen a los tobillos, combinados con chaquetas entalladas, con bolsillos de estilo sahariana, también en colores claros.
Lejana rememoración de un chándal y de ese esmoquin que Saint-Laurent adaptó con tanto éxito en los años 70 a la moda femenina, los pantalones Nakano podrán ser muy anchos y se adornarán en los laterales de tres estrechas bandas de alguno de los estampados floreados de la casa.
Los Clement-Riberio aportaron a Cacharel un refrescante optimismo y confirmaron que la minifalda ocupará el verano próximo un lugar muy importante en el pret-a-porter parisiense y con ella, por supuesto, las piernas, desde el inicio de los muslos.
No fueron los únicos en llenar su pasarela de minifaldas y pantalones cortos, en su caso estampados en todo tipo de rayas, estrechas, anchas, bicolores, tricolores, mezcladas entre sí, a veces hasta formar cuadros, y mezcladas con otras prendas de distintos motivos.
Los colores serán casi siempre vivos y claros, sobre fondo blanco o negro, de preferencia, en particular cuando los motivos estampados estén formados por círculos concéntricos multicolores, muy años 60, como la música elegida para ilustrar el desfile.
En contraste con esta fuente de inspiración, Gaultier quiso dar un toque romántico, victoriano y excéntrico a sus modelos del verano 2003, que construyó a base de superposiciones, tras previo derribo de toda idea preconcebida. EFE