Washington, 5 nov (EFE).- Demócratas y republicanos sacaron a relucir toda su "artillería" para tratar de imponerse en las elecciones legislativas que se celebran hoy en Estados Unidos, sin que se puedan aventurar resultados.
Se espera una noche electoral con "suspense", con muchos resultados que se conocerán bien entrada la madrugada e incluso, posiblemente, dentro de unos días.
La incertidumbre afecta sobre todo a diez de los 34 escaños del Senado que serán renovados y que determinarán si esa Cámara sigue siendo la principal oposición a la Casa Blanca dentro del país o si darán carta blanca a su actual inquilino, el republicano George W. Bush, para llevar adelante su agenda.
En el peor de los casos el resultado del Senado podría depender de un escaño de Luisiana, donde debido a las peculiaridades electorales si la favorita demócrata Mary Landrieu no consigue imponerse en la primera vuelta habría que esperar a la segunda, prevista para el 7 de diciembre.
En la Cámara de Representantes, donde se renovarán los 435 escaños que la componen, los sondeos dan una estrecha victoria a los republicanos, que mantendrían el control, aunque los márgenes son tan mínimos que éstos no se atreven a dar la elección por ganada.
En cuanto a 36 de las 50 gobernaciones en juego, los demócratas esperan recuperar parte del terreno perdido.
De ellas, 23 están en manos de los republicanos, 11 bajo control demócrata y dos corresponden a independientes (Minesota y Maine).
Las encuestas favorecen a los demócratas en los gobiernos de 20 estados, con porcentajes que oscilan entre el 2 y el 20 por ciento, pero los republicanos posiblemente mantendrán algunos de los más importantes, como Nueva York, Texas y, en principio, Florida.
Con este panorama, republicanos y demócratas utilizaron todas sus grandes bazas durante la campaña para inclinar la balanza a su favor, desde el presidente Bush a su antecesor, Bill Clinton, o al contrincante demócrata en las caóticas elecciones de 2000, el ex vicepresidente Albert Gore.
Bush, quien no se caracteriza precisamente por unos horarios de trabajo excesivamente largos, tuvo un frenético fin de campaña que lo llevó a más de 16 estados del país, aquellos en los que existe bastante incertidumbre sobre el resultado final.
El Presidente se trasladó el sábado a Florida para ayudar a su hermano menor, Jeb Bush, quien lucha para ser reelegido gobernador.
El lunes, último día de campaña, Bush viajó desde Cedar Rapids (Iowa) a Texas, pasando por Misuri y Arkansas, todos ellos estados con cerradas luchas por decisivos escaños o gobiernos.
Bush cerró la campaña en Texas, donde su "segundo" durante años en la gobernación del estado, Rick Perry, busca su elección como gobernador frente al hispano Tony Sánchez, el candidato demócrata que puede poner en riesgo el feudo republicano.
El Presidente estadounidense votará a primera hora de la mañana en Crawford (Texas), donde tiene su rancho, y retornará a la Casa Blanca por la tarde, para esperar los resultados de las elecciones en la sede presidencial junto con sus principales colaboradores.
Clinton, por su parte, también dedicó gran parte de sus actividades a impulsar el voto demócrata en Florida, lo mismo que hizo Gore, quien pasó la última jornada de campaña en el estado que determinó su derrota en 2000 por unos 500 votos.
Los demócratas conocen el simbolismo de Florida y esperan poder arrebatar la victoria al hermano pequeño del Presidente con la candidatura de Bill McBride.
Esas elecciones, al igual que otras que se celebran en 14 estados, serán vigiladas por observadores para evitar que se repitan los problemas de votación de las elecciones presidenciales de 2000. EFE