Que cuando no hay harina todo es mohína -dice el refrán y es verdad-. Los mexicanos andamos amohinados porque con tantos recortes presupuestales este gobierno nos ha sometido a una severa austeridad. Como parte del cambio prometido, Presidenfox se niega sistemáticamente a continuar las políticas de intrépido endeudamiento a que nos tenían acostumbrados los señores del poder, mismas que tantas veces nos hundieron en profundas crisis e hipotecaron a varias generaciones de mexicanos en beneficio del enriquecimiento personal de unos cuántos.
Lo aceptemos o no, una excesiva deuda externa vulnera la autonomía, por lo que la decisión de nuestro Presidente de ajustarnos y no gastar más de lo que tenemos, aunque incómoda, es la única razonable, si de verdad queremos cambiar el destino de pedigüeños y sometidos, que hemos sufrido ya tantos años.
Es evidente que estamos atorados, que la economía no fluye como debiera y que Presidenfox no ha podido realizar acciones de gran envergadura por diferentes razones, la de mayor peso ha sido la oposición sistemática con que el Congreso y muy especialmente los partidos de oposición han boicoteado sus propuestas recurriendo para ello tanto a los medios lícitos como ilícitos: machetes en alto, cierres de carreteras y por supuesto muy mala prensa aprovechando para ello las frivolidades, los traspiés y los lapsus verbales que la vehemencia del Presidente propicia.
El proyecto foxista ha sido entorpecido deliberadamente con objeto de bajarle los humos al hombre arrogante e ingenuo que imaginó que podría gobernar sólo con el poder del convencimiento, la honestidad y el carisma personal; y también para que quede bien claro que los mexicanos no podemos y no queremos vivir sin la corrupción y la transa en la que hemos sido educados.
Yo no soy economista ni politóloga pero con el poder que me confiere la ciudadanía, reitero mi voto y mi confianza a Vicente Fox con el convencimiento de que dos años es muy poco para juzgar gestión de un hombre que tomó las riendas de una nación acostumbrada a anteponer sus intereses personales y grupales a las causas colectivas y por consecuencia con un altísimo porcentaje de ciudadanos sumidos en la miseria y la ignorancia. Que asumió el poder que le otorgamos la mayoría, para después de llevarlo a la Presidencia sentarnos a esperar una especie de acto de magia que resolviera de la noche a la mañana problemas que se generaron durante muchos años, y que rapidito, en menos de dos años, transformara a México en el país equitativo y próspero que todos queremos.
Renuevo mi voto y mi fe a un Presidente menos entusiasta pero más realista que habiendo tropezado ya con la dureza y las malas mañas de la oposición, ha tenido que reconocer que el poder no es como lo pintan. Renuevo mis votos por un Presidente susceptible de errores y con la humildad de reconocerlos y rectificarlos. Al Presidente de carne y hueso que devolvió a la figura presidencial la naturalidad, la sonrisa y el amor. Voy Fox porque creo que todavía tenemos por delante cuatro valiosísimos años para consolidar un cambio que no se dará por obra y gracia de la figura presidencial sino por la honesta y eficiente administración del esfuerzo y el trabajo de todos los mexicanos.
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