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Xenofobia/Jaque Mate

Sergio Sarmiento

“¡Triste época la nuestra! Es más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio”.

Albert Einstein

Si en Alemania o en Estados Unidos estallara hoy un movimiento para impedir el establecimiento de un restaurante por el simple hecho de ser mexicano, sin duda todos los mexicanos protestaríamos por este acto de xenofobia. Pero en una confusión inquietante entre lo políticamente correcto y el prejuicio, muchos mexicanos supuestamente progresistas se han establecido a sí mismos el deber moral de lograr la prohibición de un restaurante en el centro de la ciudad de Oaxaca por ser estadounidense y por tener la marca McDonald’s.

Oaxaca tiene derecho a definir cuáles son los criterios arquitectónicos que deben prevalecer en su hermosísimo centro histórico. Esto lo hacen muchas ciudades de México y del mundo. Ahí están los casos de Zacatecas o Campeche, de Québec, Brujas y tantas ciudades más. Pero en muchos de esos lugares hay McDonald’s, los cuales se apegan estrictamente a los criterios arquitectónicos de la localidad.

Pero una cosa es exigir que cualquier establecimiento comercial se ajuste a los requerimientos arquitectónicos que mantengan la belleza de un lugar, y otra muy distinta es asumir la posición xenofóbica de impedir que se establezca un restaurante simplemente por pertenecer a una cadena extranjera.

Los gobiernos de Luis Echeverría y José López Portillo mantuvieron durante años a McDonald’s fuera de México. Pero en los tiempos de Miguel de la Madrid, con la enorme necesidad de inversión que tenía el país, se permitió su ingreso. Los mexicanos le dieron entonces a los burócratas una enorme lección al hacer colas enormes fuera del primer McDonald’s porque querían probar lo prohibido. Lo sucedido en aquel entonces es similar de alguna manera a lo ocurrido con el absurdo intento de algunas asociaciones católicas por prohibir la película El crimen del padre Amaro. Pero hoy el ejército moralista mexicano está nuevamente en pie de lucha. Su propósito no es prohibir una película sino luchar contra el proyecto del McDonald’s en Oaxaca. Y en lugar de Jorge Limón de Pro-Vida, la campaña está encabezada por un pintor reconocido, de hecho uno de los mejores que tiene el arte mexicano: Francisco Toledo. No deja de ser interesante, sin embargo, que cuando Toledo ha sentido necesidad de aislarse para recuperar la inspiración de su pintura, se ha ido a Los Ángeles, California, donde ciertamente menudean los McDonald’s. Su actitud moralista, al tratar de “salvar” a los oaxaqueños de la mala influencia de la comida extranjera, pierde sentido cuando él mismo ha escogido refugiarse en la Unión Americana.

A mí en lo personal pueden o no gustarme las hamburguesas, de igual manera que a los xenófobos alemanes o texanos no les gustan los mexicanos. Pero el problema no es de gustos personales, ni de valores nutritivos comparativos de las hamburguesas y los tamales como han pretendido algunos, sino de derechos individuales. Toda persona, toda empresa, debe tener igualdad de derechos ante la ley. No podemos permitir que una persona, por muy buen artista o poderoso que sea, se convierta en el dictador de las decisiones personales de los demás.

En México hemos visto con demasiada frecuencia estas posiciones xenofóbicas o discriminatorias que tratan de disfrazarse con un ligero barniz de corrección política. Tuvimos hace algunos años el intento de otro grupo fundamentalista por frenar el establecimiento de un Sanborns en la plaza central del barrio capitalino de Coyoacán. Vimos también el caso de un grupo de la Escuela Nacional de Antropología e Historia que truncó, “por contaminación visual”, el hermoso proyecto del arquitecto Teodoro González de León en Cuicuilco, sin ver que los horrendos patios de servicio de su propia escuela estaban más cercanos y “contaminaban” más la pirámide del lugar.

No sé quién vaya finalmente a ganar la batalla de Oaxaca. Francisco Toledo es un artista de enorme prestigio y ha conseguido en su esfuerzo el respaldo de muchos intelectuales mexicanos que tienen también enorme influencia. Quizá los concesionarios del restaurante prefieran dar marcha atrás para no seguir enfrentando los embates de los xenófobos. Pero de lo que no me cabe duda es de que nuestro país no podrá prosperar mientras permitamos que estos grupos fundamentalistas sigan convirtiéndose en dictadores de lo que la gente puede comer o puede ver.

Oír a la oposición

Si el presidente Vicente Fox quiere “dar la de ocho” en su próximo informe, debería llegar este próximo domingo al Palacio Legislativo desde las cinco de la tarde y sentarse a escuchar las posiciones de los partidos políticos. Un presidente demócrata no tiene por qué quedar exento de escuchar puntos de vista de la oposición.

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