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¡Y la luz se hizo!/Pequeñeces

Emilio Herrera

Se hizo ayer domingo y, de una manera o de otra, a las horas que lee estos renglones, entregados el viernes, sin saber el resultado de las elecciones, usted ya sabe el nombre de esa claridad.

En rigor de verdad para nuestra ciudad el nombre del triunfador, hombre o mujer, es lo de menos; lo importante es la persona: su amor y lealtad a Torreón; su total entrega a la causa que el destino pone en sus vidas como oportunidad única, en la cercanía del centenario de “La ciudad de los grandes esfuerzos”, para sumar su nombre a la de esos pocos alcaldes próceres que en su oportunidad marcaron con profundidad histórica, con obras comprobadas y permanentes, las huellas de su paso por Torreón.

Esta cercanía a ese centenario que se celebrará en el siguiente trienio obliga al elegido en éste a magnificarse mediante las obras en que se empeñe y concluya. En estos tres meses en que habrá de prepararse antes de rendir su protesta para el puesto que le espera, debe de avivar su imaginación para planear los proyectos que se sabe capaz de realizar, rechazando la tentación de los que sabe que no, pues, cada quién conoce sus propios límites mejor que nadie, y sería un crimen para la ciudad que administrara pecar de iluso. Le esperan 1095 días que están dispuestos a entregarle cada uno sus 24 horas, de las que restando las de descanso debe aprovechar apasionadamente todas las demás en cultivar su propia gloria, engrandeciendo la de Torreón.

Independientemente de lo anterior, al que ha llegado le espera el reto de solucionar los viejos problemas que otros no han podido resolver, unos por falta de tiempo, otros por no intentarlo.

En alguno de sus cuentos narra Traven de cierta tribu de Oaxaca que lo primero que hacía con sus jefes, mientras se celebraba, en la cumbre de un cerro, la ceremonia de “toma de posesión”, era sentarlo en una silla baja, debajo de la cuál se había colocado un braserillo con brasas al rojo vivo. Y eso para que aprendiera que el poder no sólo es mandar sobre los otros, sino también soportar sus exigencias.

Desde hace varios trienios han ido dejando pendiente, y por lo tanto ha seguido creciendo, el problema de los vendedores ambulantes. A esto el candidato electo, debe encontrarle solución, una solución buena para todos: para ellos, para los establecidos, y para la ciudad.

Otro de los viejos problemas que están en espera de una verdadera solución es la de los camiones de pasajeros, en la que una y otra vez las autoridades correspondientes se han dejado engañar aceptando como nuevos camiones que no lo son, y si eso no lo pueden distinguir dichas autoridades ¿cómo es que han estado al frente de ese departamento? No hace más de una semana al taxi en que viajaba por el bulevar Revolución le tocó el alto del semáforo detrás de uno de esos camiones. Al encender el verde y salir en primera el autobús, el taxi fue envuelto totalmente en el humo del camión. El comentario irónico del taxista fue el único posible: “¡Esos son los camiones nuevecitos!”

Y así por el estilo. Todo esto es lo que le espera al candidato ungido por el voto popular, además de la falta de centavos. Pero hay cosas que no son cuestión de centavos sino de voluntad y de carácter, que cada uno de los candidatos, mientras lo fue, creyó tener. El presidente electo va a tener sobre los demás, la oportunidad de demostrarlo.

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