“Los pueblos tienen el gobierno que se merecen”
Jovellanos
Venimos todos con los pantalones arremangados hasta las rodillas. Llueve a cántaros y la ciudad –Torreón- bien podría competir con Venecia. Me acompañan en la incursión por calles y avenidas un grupo de asustados chilangos que con cara de asombro constatan cómo un suceso normal en otras latitudes aquí llega a convertirse en noticia de ocho columnas. Y es que el agua caída del cielo ejemplifica hasta qué punto dentro de un mismo país las diferencias suelen ser desgarradoras.
La lluvia es un suceso fuera de nuestro control. ¿ A qué lagunero no le encantaría ver las presas hasta el tope o poder navegar por el Nazas? ¿Cuántas personas sufren ante la inminente sequía y una distribución imperfecta del poco líquido vital para la subsistencia? Tristemente ni bailándole diario a Tláloc las cosas llegarán a feliz término. Tampoco pretendamos encontrar a aquel hombre poseedor de una máquina controladora de la precipitación pluvial. Afortunadamente hay otros ámbitos donde el intelecto comunitario puesto hacia un fin determinado puede modificar radicalmente la realidad.
Pronto habrá que acudir a las urnas. A mis amigos torreonenses les corresponde determinar el cauce de los acontecimientos, caer en la cuenta de que únicamente ellos serán responsables del cariz que tome el futuro. Votar, participar e involucrarse en política hace tiempo resulta obligado. Tienen a la mano varias opciones, diversos partidos representados por hombres y mujeres con propuestas disímbolas, contrastantes en fondo y forma pero todas ellas rescatables. Urge estudiar y definir qué quieren para su ciudad, entender que el gobernar es una tarea titánica donde la voz ciudadana resulta indispensable para lograr un entorno donde las cosas funcionen más equitativamente.
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En otro orden de ideas preocupante están las cosas en lo que a vida nocturna se refiere. Cuando salgo a un centro nocturno de Torreón (discotecas y bares) presencio campales peleas entre la distinguida clientela. Y bueno, es que al calor de las copas todo mundo se envalentona y sufre del síndrome del “Charro Avitia” defendiendo el honor de la mujer ultrajada. Esto sucede en cualquier parte, sin embargo varias voces locales –propietarios y usuarios- se encuentran francamente contrariados ante conocidos juniors que arbitrariamente amenazan, golpean y evidencian su condición de nuevos ricos de ambos lados del Nazas, amparados por sus escoltas, quienes confunden funciones al mostrar ostentosas armas de alto calibre.
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Vicente Fox prometió terminar con las “alimañas, tepocatas y víboras prietas” del sistema priísta, afirmación a todas luces temeraria dado el peligro que implicaba despertar la ira del dinosaurio. Gracias a un sistema legal plagado de lagunas, varios peces gordos a los que juró “entambar” se le han escapado, otros andan de turistas y algunos más conocen los laberínticos pasadizos políticos y seguramente terminarán encontrando refugio. Entre ellos especial cuidado merece el líder petrolero Carlos Romero Deschamps, bajo quien pesan severas acusaciones penales y que ahora pretende utilizar al sindicato y al partido al cual pertenece como escudo redentor. Joaquín Hernández Galicia “La Quina” –quien no es ninguna blanca paloma- dice tener pruebas contundentes de la culpabilidad de Romero y ha amenazado con sacarlas a la luz. La cúpula priísta, por su parte, está dispuesta a ir muy lejos (ojo elecciones del 2003) para defender a ciertos sectores. Lo anterior es sintomático de que el PRI nuevamente deja ir la oportunidad histórica de purgar sus filas y constituirse como una opción viable donde impunidad y corrupción sean términos que simplemente no tengan cabida.
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El vuelo Torreón-México (de por sí corto) pasa como suspiro. Heme interesadísimo leyendo “El gabinetazo”, reciente obra de Katia D´Artigues en donde despojada de cualquier paradigma o canon tradicional dentro de lo que a entrevistas se refiere, se encarga de desnudar al equipo foxista. Al gabinete se le critica constantemente por desorganizado, protagónico y demás calificativos, muchas veces con justificada razón. A pesar de ello, recomiendo le echen una ojeadita a este libro. En él descubrirán la existencia de personas con interesantísimos enfoques sobre la vida, la familia, el amor, el país y los miedos a enfrentar. De admirarse es que los nuevos jinetes de la patria no tienen empacho de mostrar el alma, algo sin duda insospechado para el político promedio.
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