París, 31 oct (EFE).- La casa Yves Saint Laurent-Alta Costura cierra hoy sus puertas, tras haber escrito algunas de las más bellas páginas de la historia de la moda, y deja entre sus principales protagonistas una gran tristeza, tachada a veces de nostalgia pero también de cierto rencor.
El más triste es probablemente el propio Yves Saint Laurent, quien no ocultó su "inmensa" aflicción en su última visita al despacho de la Avenida Marceau, donde trabajaba desde 1961, cuando fundó la luego celebérrima firma de costura con su amigo y empresario Pierre Bergé.
Además de ese dolor, Saint Laurent, que comenzó el año anunciando por sorpresa su despedida y acompañándola, quince días después, de una apoteósica retrospectiva, asegura tener ahora mucha dificultad para poner fin "a cuarenta años de amor" con esas personas "maravillosas y de enorme talento" que realizaron todas sus ideas.
Con estas palabras, el modisto rendía homenaje a los 150 empleados de la firma que sólo consiguieron un plan social aceptable tras diez meses de arduas negociaciones con Francois Pinault, propietario de la empresa desde hace tres años y que en su mayoría ya no podrán seguir ejerciendo un oficio en el que son los mejores.
El maestro, nacido en Orán (Argelia) en 1936, gigantesco nombre en el universo de la alta costura y primer modisto del mundo que expuso sus obras en un museo, el Metropolitan de Nueva York, en 1983, vivió ya una primera despedida, diez años después, cuando con Bergé cedió la firma a los laboratorios farmacéuticos Sanofi.
Desde entonces, en paralelo a unas colecciones siempre aplaudidas con intensidad y devoción, su trayectoria no ha dejado de ser una lenta despedida, descubierta al público por primera vez cuando el israelí Albert Elbaz pasó a ocupar la dirección artística del pret-a-porter YSL, con la bendición de sus fundadores.
La llegada del grupo Gucci, propietario desde 1999 de este sector de Yves Saint Laurent, de sus accesorios y de sus perfumes, trocó en amargura aquel primer adiós y comenzó a hacer insostenible las distancias cada vez mayores entre el pret-a-porter y la alta costura, cuyo déficit ascendía a diez millones de euros anuales.
El diseñador estadounidense y experto comercial Tom Ford orienta desde entonces el destino de una parte cada vez más visible de la marca Yves Saint Laurent, de la que espera alcanzar el equilibrio en 2003 y obtener beneficios en 2004, tras haber suprimido las 167 licencias que eran su principal fuente de ingresos.
Las actividades de Ford, en el seno de Gucci (filial del grupo Printemps-Pinault-Redoute PPR, de Pinault), no impiden a Pierre Bergé expresar su satisfacción por haber escrito junto con su amigo Saint Laurent "el libro entero (...), la primera y la última página de la casa".
El empresario, que dice sentir tristeza "pero no nostalgia, porque sería decir que ayer fue mejor que hoy", se refiere seguramente al "libro" de la alta costura YSL.
De hecho, hace ya años que Bergé vaticinaba el fin de la alta costura para cuando Saint Laurent dejase las pasarelas.
Lo que en su opinión ha ocurrido ya, pues -asegura- su "razón de ser (...) era vestir a las mujeres y hoy es hacer ruido y jaleo mediático en torno a un nombre".
En el otro lado del abanico Saint Laurent-AC y aunque, al final, hayan escapado a lo peor y sean beneficiarios de un plan social de 18 millones de euros, para los empleados del número 5 de la avenida Marceau, el adiós está tachado de tristeza, mucha, y también de cierto resentimiento.
En particular entre quienes siguen convencidos de que "había todo lo necesario para continuar, la clientela y el personal", y creen que otro modisto habría podido retomar la dirección de la firma.
Quizás Saint Laurent "quiso que nos fuésemos con él", que todo esto desapareciese cuando él ya no estuviese aquí, explicó una de sus colaboradoras de hace más de veinte años, comentando en plural el sentimiento "de abandono" que comparte con sus colegas.
Para el todavía director general de YSL-AC, Olivier Ségot, es "comprensible" que haya cierto rencor entre los 120 empleados (treinta ya se han ido a otras casas de alta costura como Chanel y Jean-Paul Gaultier) que todavía ayer realizaban retoques en algunas prendas, mientras terminaban de hacer sus paquetes.