Por Grant McCool NUEVA YORK, (Reuters) - Alice Gould cree que cuando se una a su sobrino Neil en el cielo él admirará el tatuaje en su antebrazo derecho y la llamará "viejita loca".
La ama de casa de 64 años, de Staten Island, Nueva York, es una de las muchas personas que ha decidido hacerse un tatuaje para recordar a un ser querido muerto hace dos años en los atentados del 11 de septiembre contra el World Trade Center.
El sobrino de Gould, Neil Dollard, trabajaba como operador de bonos de la firma Cantor Fitzgerald en el piso 104 de la Torre Uno cuando extremistas musulmanes lanzaron aviones secuestrados contra los edificios.
"Es mi forma de recordarlo y lo llevaré a la tumba conmigo", dijo Gould del tatuaje, que fue mostrado en una exposición fotográfica. "Cuando yo llegue allá arriba, estoy segura de que él dirá 'muy bien por ti, viejita loca'. El era así. Creo que él estaría orgulloso".
Dollard tenía 28 años cuando él y casi 2.800 personas más murieron en la destrucción de las torres de 110 pisos cada una.
El joven había sobrevivido al cáncer en su infancia y Gould ayudó a su hermana Helen a cuidarlo para que se recuperara.
El tatuaje en el brazo de Gould, con un ángel abrazado a un corazón y la inscripción "Neil" arriba y la fecha 9-11-01 debajo, fue captado por el fotógrafo neoyorquino Vinnie Amesse.
La imagen forma parte de 55 de sus fotografías en la exhibición "Recuerdos indelebles: Tatuajes en recordación del 11 de septiembre", que estará abierta en la Sociedad Histórica de Staten Island hasta el 5 de octubre.
En los atentados, el distrito de Staten Island, al sur del bajo Manhattan, perdió una cantidad desproporcionada de personas con respecto a su población: 267 de 443.000 residentes.
La mayoría de los 47 hombres y mujeres reflejados en la exposición fotográfica son bomberos, pero también hay gerentes de empresas, maestros, enfermeras y estudiantes.
Algunos de los símbolos e imágenes que ellos llevan en sus brazos, piernas y torsos son un emblema de bombero, un águila, la bandera estadounidense y el perfil de los edificios de la ciudad de Nueva York.
George Henrique, un investigador de 55 años del departamento de educación de la ciudad, nunca había tenido un tatuaje. El eligió tener un retrato de su hija Michelle, sonriente, en su hombro izquierdo.
Ella tenía 27 años y trabajaba como secretaria ejecutiva en el Fiduciary Trust, en el World Trade Center.
"No sé qué plantó la idea", comentó Henrique. "Comenzó a crecer en mí. Era sólo un sentimiento dentro que se convirtió en pensamiento, el sentir antes del pensar".
"De esta forma la veo todos los días".