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140,000 niños/Plaza Pública

Miguel Angel Granados Chapa

Ciento cuarenta mil niños son atendidos en guarderías subrogadas por el Instituto Mexicano del Seguro Social. Esos niños, y sus madres, están en riesgo de recibir una atención de menor calidad y aun de no recibir el servicio, por un desacuerdo entre el IMSS y las asociaciones civiles que atienden a los hijos de sus derechohabientes.

El servicio de guardería es una prestación muy valiosa de la seguridad social, especialmente apreciada por madres que trabajan, a menudo como sostenedoras de la economía familiar, no pueden cuidar a sus pequeños, y los confían al IMSS. No se les dispensa un favor al atenderlos, porque hacerlo es parte del régimen de seguridad social pagado en parte con las cuotas de las propias beneficiarias del servicio. Desde hace muchos años, las capacidades del IMSS para ofrecer ese y otros derechos se ha restringido, por sus crecientes dificultades financieras. Y se acudió entonces al mecanismo de subrogación, es decir de hacer que terceros cumplan a menor costo, y por cuenta del Instituto, sus deberes en este campo.

Al comenzar este año se generó un desacuerdo entre las guarderías subrogadas, que demandaron un incremento en la remuneración y la forma de cubrirla, y el IMSS que, en sentido contrario se propone al menos no incrementar sus erogaciones en este rubro y, si es posible, hacer que disminuyan. Ha puesto para ello a consideración de las guarderías una opción, que en último término perjudica a las madres trabajadoras que apelan al cuidado social de sus hijos ante la imposibilidad de hacerlo directamente, algo que toda sociedad debería ofrecer a todas las personas que lo requieran.

Cualquiera que sea la opción escogida por la guardería, redundará en disminución de la calidad del servicio. Si se mantienen los pagos actuales, sin el incremento necesario por el costo mayor de los insumos, las guarderías tenderán a practicar ahorros que les permitan mantener su nivel de ingresos y de ganancia porque, si bien las guarderías aparecen organizadas como asociaciones civiles, que no deben perseguir fines lucrativos, lo cierto y comprensible es que deben tener una remuneración por encima de los costos.

Es aún más grave, sin embargo, que el IMSS proponga planes alternativos a las guarderías, que consisten en acortar el horario de atención, en reducir el personal mediante la eliminación de obligaciones como contar con ciertos especialistas, y en una menor exigencia en la calidad de los menús que se ofrecen a los niños. Madres de familia que ya se han visto afectadas por el desacuerdo entre las partes, o temen serlo si ese diferendo se agudiza, se han manifestado en varios puntos del país. En la ciudad de México organizaron anteayer estrangulamientos de calles en doce cruceros relevantes. No son agitadoras -término que de inmediato las buenas conciencias blanden contra quienes acuden a esta forma de acción directa- sino derechohabientes que ya padecen afectación de otras prestaciones y tienen causa verdadera en su pretensión de hacerlas valer. Por su parte, algunas guarderías están realizando paros parciales en protesta por la disyuntiva en que se les coloca, y anuncian un paro nacional, para la próxima semana, lo que dislocaría un sistema del que depende la economía y aun la estabilidad familiar de un amplio sector social. Una representación de las guarderías propuso ayer al Instituto admitir un incremento de 5.7 por ciento en sus cobros (y no del 35 por ciento como era su demanda original) con tal de que se cumplan otros puntos petitorios. Se trata de que el pago cubra a la totalidad de niños inscritos (y no sólo a los que acuden, porque las faltas no son responsabilidad de las guarderías, que de todos modos incurren en el gasto total), y se firmen contratos por tres años, para permitir la planeación en bien del servicio.

La dirección del IMSS parece desestimar la naturaleza y el alcance del conflicto. Asegura que no hay problema, y que incluso la atención se ampliará a mayor número de beneficiarios con incrementos acordados. Pero su posición contrasta con la actitud de la contraparte, lo que quiere decir que en el mejor de los casos hay un problema de comunicación, en que no se comparte la información disponible. También hay desconfianza en el ambiente, por verdades a medias esparcidas con la intención de aminorar la importancia de la situación. El IMSS ha comunicado, en prenda de su voluntad de que por ejemplo no disminuya la calidad de sus menús, que se pueden consultar en Internet los elementos que los componen. Pero una lectora (cuya identidad me reservo por obvias razones) que habla en nombre de las guarderías de una ciudad norteña, que entró en la página respectiva nos dice que la información sobre el tema “es vaga, no está actualizada y consiste en una lista total de guarderías subrogadas, el nombre de la directora y el domicilio de la institución. Por lo tanto considero bastante difícil revisar los menús si no están allí”.

Esta crisis del servicio de guarderías es parte de la más general y profunda que enfrenta el IMSS, cuyas finanzas se han debilitado por el desempleo y los bajos salarios, factores directos de su sostenimiento; por la imprevisión del Gobierno Federal en el cálculo de las responsabilidades del sector, que hoy lo agobian; y por una política que arrebató las cuotas de retiro de la institución central y las entregó a una gestión privada en que las Afores cobran a los asalariados por manejar su dinero en vez de cubrirles un interés.

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