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25 años de Juan Pablo II/Las Laguneras opinan...

Rosario Ramos Salas

Viendo hacia atrás, 1978 el año en que Juan Pablo II inició su papado, me cuesta trabajo creer en la gran cantidad de cambios, de eventos y conflictos inesperados, de avances y vueltas que el mundo ha dado en un período relativamente corto de tiempo. El mundo de hace veinticinco años poco o muy poco tiene que ver con el de ahora.

Acordémonos que en la década de los setentas todavía no existían las computadoras personales, no nos comunicábamos por celular ni por Internet, la televisión por cable no había llegado. El mundo no estaba tan globalizado ni tan intercomunicado como hoy en día en que tenemos noticias de todas partes las veinticuatro horas del día. Ni idea teníamos de la existencia de la tremenda enfermedad del Sida, la guerra fría estaba en su apogeo, el muro de Berlín no había caído, la Unión Soviética, gobernada por el presidente Bresnev, competía como potencia mundial con nuestros vecinos gobernados por un presidente cacahuatero, Jimmy Carter.

En nuestro país las relaciones entre el Gobierno y la Iglesia Católica no existían. El Gobierno Federal y el de todos los estados de la república estaban en manos del PRI y López Portillo intentaba administrar la abundancia. La democracia era algo que veíamos muy lejos.

Hacer memoria de lo que sucedía en ese entonces me sirve para decir que Juan Pablo II ha sido testigo y actor, desde uno de los pontificados mas largos de la historia, de las grandes transformaciones que han ocurrido en nuestro planeta y que la historia ha consignado ya en sus anales. Y que el ha contribuido a estas transformaciones desde su posición como cabeza de la iglesia es un hecho.

Me hace reflexionar que su papado tuvo que distinguirse, desde un principio de sus predecesores por la rapidez de los cambios y la complejidad del mundo actual. Veamos solamente el número de viajes que ha hecho, 102 viajes fuera de Italia y mas de cien dentro. Cuántas vueltas le ha dado al mundo, cuántos países ha visitado, por cuantos millones de personas ha sido visto, a cuánta gente le ha hablado. Sin contar con el número de cartas pastorales, encíclicas y libros que ha publicado, discursos pronunciados y santos canonizados.

A México ha viajado en seis ocasiones y desde la primera vez, en aquel memorable enero del 79, mientras yo alimentaba al tercero de mis hijos, lo veía en la televisión y me impresionaba cómo las multitudes lo veneraban y lo seguían. Recuerdo las veladas nocturnas afuera de la casa donde se hospedaba y de cómo la gente lo esperaba toda la noche para verlo salir al día siguiente. Me impresionó desde entonces su arrastre, su misticismo y la facilidad para comunicarse con la gente. Cómo le llega a los niños, a los jóvenes, a los ancianos, obreros, empresarios, mujeres, presos, gobernantes. Su gran atracción entre la gente joven sorprende y su afinidad con ellos, la manera en que les habla y les comunica su fuerza. En los últimos meses en que la televisión nos da una imagen de un Papa avejentado y enfermo, el se da a mas no poder. Se aferra a la vida.

Juan Pablo II ha sido sin duda un gran comunicador que ha sabido utilizar los medios de comunicación para hacer llegar su mensaje a todo el mundo. Y su mensaje ha sido muy claro: evangelizar al mundo, anunciar a Cristo en una sociedad que se aleja de los valores cristianos. Desde su primer discurso en la Plaza de San Pedro lo dijo muy claramente: “abrid las puertas a Cristo, no tengáis miedo”. En estos 25 años el Papa no ha hecho otra cosa que anunciar a Cristo en el mundo y su fuerza tal vez provenga de su misticismo. Personas cercanas a el dicen que su energía apostólica y misionera viene de esa capacidad para la contemplación y la oración, de la cantidad de horas que pasa rezando.

Se habla de que hacia fuera de la iglesia ha sido un Papa liberal, un referente moral que ha asumido un rol político que le llevó a facilitar la caída del comunismo y últimamente a oponerse a la guerra en Iraq. Que ha luchado por la unificación de las iglesias y ha dado un gran empuje al movimiento ecuménico. El ha dicho que la religión no puede ser motivo para hacer la guerra. Se ha pronunciado en contra de los resultados de un capitalismo predominante que genera cada día mas pobres.

Pero al mismo tiempo hacia dentro de la iglesia se le mira como un pontífice conservador que mas que cambiar ha subrayado la misión de la Iglesia que es llevar al mundo el mensaje de la salvación. En temas como el aborto, la anticoncepción artificial, el control natal, la eutanasia, el celibato de los sacerdotes, la homosexualidad, el relajamiento de las normas morales poco han cambiado sus opiniones y mas aún ha tratado de combatir. Sin embargo el debate en estos temas se ha abierto durante su pontificado y están ahora en la opinión pública.

La grandeza de su pontificado reside en que ha estado presente como testigo y actor en los cambios que se fraguaron en los últimos años del siglo XX. En el centro de sus preocupaciones ha estado siempre el futuro de la humanidad. Seguramente esto incidirá en quien lo suceda, cosa que por lo demás cada vez parece mas cerca, a pesar de que el ha dicho que seguirá hasta que Dios lo quiera.

Correo electrónico: garzara1@prodigy.net.mx

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