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“Ay ta´ su arpa...”/Addenda

Germán Froto Madariaga

Obligado es el abordar el tema de los cambios que el presidente Vicente Fox realizó esta semana para recomponer su gabinete a raíz de la renuncia que le fuera presentada por Jorge G. Castañeda, la cual fue aceptada el día de ayer.

En otro comentario habíamos sostenido la necesidad de que Fox realizara algunos cambios en las secretarías de Estado y recordamos la conocida anécdota de los sobres que el presidente saliente le deja al entrante para que los vaya abriendo según se presentaran las recurrentes crisis de gobernabilidad.

En el primer sobre se contenía un mensaje lacónico que simplemente decía: “Échame a mí la culpa”.

En el segundo, otro con la frase: “Haz cambios”. Y el último decía: “Nombra a tu sucesor”.

Claro está que ese cuentecillo era válido en el viejo sistema político, pero de alguna forma tiene aplicación en la actualidad, dados los acontecimientos recientes.

Fox llegó a la presidencia con el primer sobre ya abierto y echando culpas a diestra y siniestra.

Ahora, tuvo que hacer uso del segundo, pero no por conveniencia política personal, sino orillado por las circunstancias, pues aunque diversos sectores sociales le habían pedido que realizara cambios en el gabinete, él se resistía quizá por considerar que actuar a favor de la opinión pública, significaba implícitamente admitir que la forma en que integró su equipo de colaboradores no fue la mejor.

Pero llegó el momento que no tuvo más remedio que hacer uso de la facultad que le confiere la fracción segunda del artículo ochenta y nueve constitucional y tomó la decisión de aceptar la renuncia y decidir quién debería sustituir al Güero Castañeda, que, dicho sea de paso, en términos coloquiales le dijo al Presidente: “Ay ta’ su arpa. Ya no toco”, y se marchó con sus libros bajo el brazo a su puesto en la academia.

Las reacciones no se hicieron esperar y como era previsible la mayoría fueron en contra del ex canciller. Hubo quienes, como el caricaturista Calderón, que en forma magistral reseñó la renuncia con un cartón en que se ve a Castañeda con la vista hacia el cielo, muy erguido, orgulloso pues, y simplemente complementó su editorial gráfico con la frase: “Estuvo Soberbio”.

Sin embargo, hay que reconocer que don Jorge tuvo la congruencia suficiente como para decirle al Presidente que si su trabajo no había logrado los objetivos pretendidos era preferible que nombrara a otro en su lugar. Lo anterior, sin descartar la versión de que renunció a Relaciones Exteriores, porque quería ser secretario de Educación y no se le concedió su deseo.

Sea como fuere, lo cierto es que Castañeda queda fuera y en su lugar el Presidente designó a Luis Ernesto Derbez, hasta ayer secretario de Economía.

Este nombramiento da mérito para un análisis específico, pues hasta donde se sabe, Derbez no tiene antecedente alguno al cual pueda apelar para decir que está preparado para asumir esa otra secretaría y menos en momentos en que, por un lado, grupos de presión en nuestro país están pugnando por que el Gobierno Federal renegocie el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, y por otro, cuando Estados Unidos se apresta para entrar a la guerra con Iraq.

¿Cómo actuará Derbez para garantizarle a México una posición digna? ¿Tendrá siquiera los elementos indispensables para entender la magnitud de un conflicto bélico como el que se avecina?

Tal vez mejor le hubiera valido atender al viejo refrán que dice: “Zapatero a tus zapatos”.

Más en honor a la verdad, el único responsable de esta aventura que se juega a ciegas, es el propio Presidente, porque desde el punto de vista jurídico y político sólo a él le compete el uso de la facultad que hemos mencionado y por consiguiente, los efectos que de ella se deriven.

Desde luego que valdría preguntarse a quién hubiera podido, el Presidente, nombrar en lugar de Derbez.

Si Fox se hubiera tomado la molestia de auscultar hacia el interior de la Secretaría, podía haber descubierto que hay ahí perfiles excelentes para ocupar el cargo de secretario.

Por citar solamente algunos ejemplos, mencionaremos los nombres de: Juan José Bremer, actual embajador de nuestro país en Washington, con quien ningún problema han tenido los norteamericanos y que cuenta con la ventaja que sí dieron, en su momento, su anuencia (Placet) para que fuera embajador, con mayor razón estarían de acuerdo en que fuera el nuevo canciller.

Está también Enrique Berruga, que actualmente ocupa el cargo de subsecretario y se encarga de los temas de África, Asia Pacífico, Europa, Oriente Medio y de la Organización de Naciones Unidas. En él, Fox hubiera encontrado un diplomático de carrera que le garantizaría estabilidad y buen manejo de las relaciones internacionales.

También podríamos citar los nombres de dos ex funcionarios, que en su momento demostraron gran capacidad y que igualmente son diplomáticos de carrera. Ellos son: Andrés Rossental y Miguel Marín Bosch.

Pero el Presidente no pudo sustraerse a la tentación de nombrar a alguien cercano a él, en vez de buscar un buen perfil que le ayudara a manejar las relaciones exteriores, con independencia de los afectos personales o políticos.

Sostiene un amigo mío que a un gobernador no se le debe decir “que no”, cuando lo invita a uno a trabajar con él, “contimenos” a un presidente de la República. Posiblemente esa fue la razón por la que Luis Ernesto Derbez dijo “que sí”, aunque no sepa a ciencia cierta con qué demonios se comen las relaciones internacionales.

Sin embargo, Jorge Castañeda sí le dijo a Fox: “Ay nos vemos” y aventando el bíblico instrumento, agarró para el rumbo de la UNAM.

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