Desde Nuevo Laredo hasta La Laguna, los autos “chuecos” siguen el trayecto pese a la prohibición oficial
TORREÓN, COAH.- Caminando entre la tierra y matorrales, los fuertes rayos del sol azotan la humanidad de Jorge Mota que se acerca lentamente a la patrulla de la Policía Federal Preventiva División Caminos que lo espera en la autopista, precisamente a la salida de Sabinas Hidalgo, Nuevo León. El arreglo está hecho. Son 300 pesos que entregará al oficial y de ahí, pisará el acelerador hasta llegar a Torreón. Estamos a la mitad de la ruta de los autos “chocolates”, de Nuevo Laredo a La Laguna.
Horas antes, casi al amanecer, Jorge Mota (nombre ficticio), se apresta a salir de Nuevo Laredo, Tamaulipas rumbo a Torreón. A su cargo lleva un auto Nissan Tsuru, modelo 1996. Bajo su mando van otros tres conductores que trasladarán el mismo número de vehículos que luego serán vendidos en el “Tianguis del Auto”.
Los tanques de gasolina están llenos. En su cartera llevan el dinero suficiente, pues hay muchas manos que “untar” para que puedan llegar a su destino. Hay muchos kilómetros de terracería por recorrer.
Una vez hecho el recuento, inician su largo recorrido que atravesará parte de los Estados de Tamaulipas, Nuevo León, para finalmente llegar a Coahuila, pasando por San Pedro y culminando en Torreón.
El paso es fácil. Ya se tiene previo arreglo con los elementos de las diferentes corporaciones policíacas que se lleguen a encontrar. La ruta de los vehículos “chocolates” permanece pese a la prohibición de las autoridades federales.
“Se tiene que repartir mucho dinero, pero vale la pena, pues es un negocio redondo para todos. Quienes metemos los autos “chuecos”, los agentes que permiten su paso y quienes los venden”, expresa seguro Jorge Mota.
Son ya varios años desde que se inició en el negocio de los vehículos ilegales. Ha tenido sus altas y bajas, sobre todo antes y después de la última regularización en 2001, pero la entrada de autos extranjeros sigue teniendo a la fecha, una gran demanda.
La caravana de vehículos, unos Nissan, otros pick up e incluso camionetas “familiares” como las Caravan o Voyager que son muy cotizadas atraviesa brechas a las que entran poco antes del “26”, que es la garita de Laredo, pues ahí siempre hay un “retén”.
A su paso por los caminos de terracería, levantan oleadas de polvo que semejan las tormentas de arena del desierto. Por ello son muy necesarias las gafas. No son pocos los choferes que han padecido infecciones oculares.
En su trayecto, se encuentran con varios poblados, cuyos habitantes les cobran peaje a razón de cinco a 20 pesos por unidad, pero de esta manera pueden evitar las casetas que se ubican por la autopista.
Paso directo
Como ya son conocidos de los agentes de la Federal de Caminos o bien de la Policía Fiscal que se encargan de “vigilar” el trayecto, por lo general los autos no son revisados, cuando mucho les llegan a inspeccionar la cajuela, por lo que el paso es seguro.
Existen otras rutas más pero la más famosa y confiable es ésta, Nuevo Laredo-Monterrey-Torreón, pues ya todo está arreglado y nadie los detendrá, a menos que haya una orden directa de las autoridades de México.
Los “chocolateros” o introductores de vehículos extranjeros tienen todo controlado. Por las carreteras nacionales tienen que ponerse “bien” con la Policía Fiscal o la Federal de Caminos. A su paso por las brechas con la Preventiva del Estado y en las ciudades con la Ministerial y en ocasiones con la municipal, pero no hay problema. Del negocio sale para eso y más.
Tras recorrer los polvorientos caminos, finalmente la caravana llega al cruce del poblado La Esmeralda y Químicas del Rey, a la altura del sitio conocido como “Las Tetas de Juana”. Después es “pan comido”, pues con facilidad llegan a Torreón. Unos más siguen a Zacatecas, Guadalajara y México, pero la mayoría se queda en la primera ciudad.
La venta y falsificación
Una vez en esta ciudad, se ponen en contacto con los “coyotes”, a fin de que las unidades que no se hayan traído por encargo, se vendan en el “Tianguis del Auto”, donde los fines de semana acuden cientos de posibles compradores.
“En ese mismo lugar, ubicado por el Libramiento Periférico, a un costado de la antigua carretera a San Pedro, se dan cita numerosas organizaciones que se encargan de “empadronar” las unidades extranjeras, dizque para su posterior regularización”, asegura el “chocolatero”.
“Ahí, fácilmente se pueden conseguir títulos de propiedad, tarjetas de circulación y hasta calcomanías de la Organización Nacional para la Protección del Patrimonio Familiar (Onappafa). Todos ellos falsos”, dice.
“También —comenta Jorge Mota— hay contactos en la Secretaría de Finanzas, donde ya una vez “desaparecieron” decenas de juegos de placas y tarjetas de circulación para proteger a los “chocolates” y en el Departamento de Garantías del Municipio, donde se “pierden” las láminas que ya no van a recoger”.
La introducción de unidades ilegales es un negocio redondo para mucha gente, concluye al decir el traficante de autos que se apresta para regresar a Nuevo Laredo en dos días más, por más mercancía.
Mayor demanda
Entre los vehículos que son más solicitados por los compradores o que tienen mayor mercado, son los siguientes:
*Nissan Tsuru
*Camionetas pick up, sobre todo de cuatro cilindros.
*Caravan.
*Voyager.
Los modelos de las unidades oscilan de 1990 a 1996 y cada una de ellas genera una ganancia de entre tres hasta 15 mil pesos.
Costoso peaje
En su largo trayecto, los comerciantes de vehículos extranjeros, tienen que pagar diversas cantidades a diferentes cuerpos policíacos para llegar con bien a su destino. A continuación las tarifas:
*Paso por poblados de cinco a 20 pesos.
*Policía Fiscal mil pesos, pero la cuota se eleva a cinco mil si hay orden de decomiso.
*Policía Preventiva del Estado de 500 a mil pesos.
*Policía Federal de Caminos de 500 hasta dos mil, si el agente está de mal humor.
*Policía Ministerial 500 pesos.
Si se tiene en cuenta que diariamente entran 60 vehículos “chuecos” a territorio nacional (en pleno auge pasaban hasta 100), entonces se podrá estimar la magnitud del dinero que se reparte.
FUENTE: Investigación de El Siglo de Torreón