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“Nosotros; los niños y las niñas”/Diálogo

Yamil Darwich

La Cumbre Mundial a favor de la infancia publicó el documento: “Nosotros; los niños y las niñas”, donde el secretario general de las Naciones Unidas, Kofi Annan hace declaraciones sobre la obligación incumplida que tiene la humanidad en proteger, preservar, rescatar y atender a la niñez del mundo; entre todos, los niños más pobres, los desprotegidos, desamparados; aquellos que diariamente son agredidos por la bestialidad de la guerra y los estados de sitio aplicados a sus países, estos últimos causantes de grave daño a la población infantil.

Con tales propósitos, en diversas ocasiones a partir de los años ochenta, los representantes de los países del mundo se han reunido a tratar la grave responsabilidad que tenemos los humanos por proteger a la niñez del mundo; han salido a la luz pública declaraciones y anexos sobre derechos de los niños y los compromisos hechos para dar soluciones a la demanda de sus necesidades en cuestiones de salud, educación, alimentación y en general, asegurar el desarrollo adecuado de sus personas.

Y aunque el representante de la ONU afirma que en el tema de protección a la niñez ha habido avances muy importantes en los últimos cincuenta años, más que en los quinientos anteriores, los medios de comunicación nos muestran una realidad diferente: Niños y niñas que padecen hambre, sufren enfermedades carenciales e insuficiente higiene por falta de agua (ya no la pidamos potable) y dramáticamente, aquellos que son asesinados y lesionados de por vida por acciones de guerra, violencia que alcanza en primer término a los civiles más desprotegidos, entre ellos los infantes, las mujeres y los ancianos.

La ONU muestra gráficas interesantes, que en general señalan que de los años mil novecientos noventa al dos mil, hay evidencias de disminución de los índices de mortalidad, especialmente de los menores a los cinco años de vida; que las cifras de enfermedad, incluidos los síndromes causados por desnutrición, también han bajado. En contraparte, las mismas estadísticas denuncian el incremento de niños que se quedan sin educación en países denominados pobres. Declaran que, pese a los esfuerzos, mueren más de once millones de niños por hambre; ciento cincuenta millones sufren desnutrición con todas sus consecuencias, incluidas las de subdesarrollo del sistema nervioso central; y ciento veinte millones de niños se quedan sin escuela, sin aprender a leer y/o escribir.

Tres mil millones de personas subsisten en condiciones de miseria, con menos de dos dólares diarios de ingreso; más de la mitad de la población mundial vive en estado de pobreza, siendo incapaces de atender sus mínimas necesidades vitales. Esto repercute en los niños, hijos de esos millones de habitantes que están condenados, en el mejor de los casos, a ser míseros, analfabetos y hasta con cierto grado de deterioro mental secundario a estados carenciales y desnutrición.

Reaparece la denuncia sobre la insuficiente aplicación de los recursos de los estados del mundo al ataque a la pobreza y la ignorancia; aún más, los países desarrollados han disminuido sus apoyos a programas internacionales y en contraparte, irónicamente, han incrementado sus presupuestos para armamento militar. Para la salud es menor la cantidad de dinero asignado.

Los informes siguen siendo desalentadores en el panorama mundial. A simple vista, los gráficos de empobrecimiento de los países subdesarrollados, especialmente los africanos, van en ascenso, confirmándose las denuncias efectuadas en las cumbres mundiales: “Los países pobres y sus habitantes son cada día más pobres; en contraparte, los ricos son más ricos en bienes materiales”.

También las epidemias están aportando su cuota. Enfermedades como SIDA, cólera y otras varias del tipo viral y bacteriano siguen dañando, gravemente, a la población infantil. El Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida continúa quitando muchas vidas e imposibilitando para el trabajo a muchos adultos; la consecuencia: Más niños de los países pobres ingresan al grupo de los desprotegidos, número calculado en trece millones para el caso del África, que incluso no reciben ayuda de la asistencia pública y los servicios de apoyo internacional, que se ven imposibilitados para dar la cobertura suficiente a las enormes necesidades. También el número de niños enfermos y muertos por esas patologías se está incrementando, tanto así que la esperanza de vida en esos lugares está descendiendo.

Hay 250 millones de niños que trabajan y de ellos, al menos sesenta millones lo hacen en condiciones inaceptables. La prostitución infantil y el abuso sexual siguen presentándose e incrementándose en forma alarmante, sin que hayamos encontrado formas efectivas de controlarlos, a pesar de los esfuerzos de algunas naciones. Esas enfermedades sociales siguen propagándose con la inclusión negativa de la participación de los medios novedosos del Internet.

Son de reconocer los adelantos en control de epidemias como la poliomielitis, tosferina, varicela, tétanos, etc.; la mayoría de los países del mundo han erradicado esas patologías, o al menos las han controlado, sin embargo, otros no han podido hacerles frente por carecer de dinero y la tecnología moderna. Usted seguramente ya concluyó quienes sufren más: Los africanos y algunos latinoamericanos, los más pobres.

La misma Organización Mundial de la Salud declara que al menos el cincuenta por ciento de los casos de enfermedades en los niños en el mundo son imputables a la desnutrición y deficiente alimentación, o al menos por el estado carencial y de avitaminosis que viven, causas de que sus padecimientos no se resuelvan adecuadamente en el tiempo indicado, aun con los tratamientos correctos.

Si el panorama mundial es desalentador y acusatorio, México no está a la zaga en sus pobres resultados. La desatención a los niños pobres es grave, especialmente de los indígenas y marginados; el incremento del analfabetismo funcional es evidente (van a la escuela pero los profesores no les enseñan, o no tienen resultados suficientes, ya no decir satisfactorios); el daño en la esfera psicológica y en la afectividad crece por las epidemias de pornografía y prostitución infantil, que se suman al maltrato físico que aún padecen muchos niños mexicanos, incluyendo la explotación que de ellos hacemos al utilizarlos como mano de obra barata.

Y La Laguna tampoco queda fuera del dañino círculo de la pobreza. Usted ya ha escuchado de nuestros problemas sociales a través de las múltiples denuncias de los medios locales de comunicación.

Tenemos mucho trabajo por hacer, como simples ciudadanos, que al sumar los esfuerzos y las pequeñas contribuciones individuales podremos reunir una fuerza respetable. No esperemos a que las autoridades tomen la iniciativa (me temo los malos resultados), hagamos cosas pequeñas y concretas, esfuerzos en la medida de nuestras posibilidades y en nuestros círculos locales.

Pregunte, indague qué puede hacer en apoyo a muchas de las Organizaciones No Gubernamentales (afortunadamente las tenemos) y anímese a hacer su parte. Luchemos contra la desidia que muchas veces nos impide hacer algo que es muy útil. Créame que por poquito que hagamos en lo individual, va a ser mucho, si lo hacemos todos. ydarwich@ual.mx

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