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LA PAZ, BOLIVIA.- Decenas de miles de manifestantes se concentraron ayer en el centro de La Paz para exigir la renuncia del presidente Gonzalo Sánchez de Lozada, en la mayor demostración urbana en cuatro semanas de protestas sociales en Bolivia.
“Goni asesino”, “Goni al paredón”, gritaban los manifestantes al converger en la céntrica Plaza San Francisco, convertida en epicentro del descontento popular contra el mandatario, conocido con ese apodo.
Una multitudinaria marcha descendió desde la vecina ciudad de El Alto, escenario de graves disturbios, enfrentamientos y represión militar y policial en que murieron al menos 50 de las 74 víctimas fatales que dejó el mes de violencia.
La muchedumbre, como una multicolor serpiente, se desplazó a lo largo de 15 kilómetros que separan las dos ciudades hasta fundirse con otra masiva marcha de trabajadores, campesinos, cocaleros, estudiantes y otros grupos sociales.
“Que caiga Goni, que se vaya”, fue la única consigna de los miles de manifestantes que, organizados por sus Juntas Vecinales, descendieron los 400 metros de altitud que separan los 4,080 de sobre el nivel del mar de El Alto con la de La Paz, enclavada en una hoya rodeada de montañas.
Un gesto de rabia e indignación predominaba en los rostros de los marchistas de El Alto, en su mayoría indígenas aymaras expulsados del empobrecido altiplano andino a esa rústica ciudad, la tercera más poblada del país con 800,000 habitantes pero la de más bajos ingresos, con un promedio de 450 dólares anuales.
Un inicial reclamo contra un proyecto de exportación de gas por un puerto chileno se convirtió con el correr de los días en la actual revuelta popular que exige la renuncia de Sánchez de Lozada, de 73 años.
Al mandatario, un acaudalado empresario minero, se lo responsabiliza -pese a que ya gobernó el país entre 1993 y 1997- de no haber contribuido a aliviar la pobreza e indigencia que agobia a seis de cada diez de bolivianos, con mayor miseria en el sector rural.
“Esta gente no es subversiva, es el pueblo”, dijo un comerciante mestizo.
Sánchez de Lozada —quien rechaza a quienes lideran los reclamos de su renuncia como “anarquistas”, “narcos” y “sindicalistas”— reafirmó a una cadena radial latinoamericana que cumplirá su mandato de cinco años hasta el 2007, para el que fue elegido democráticamente en el 2002.
El principal líder de la Central Obrera Boliviana (COB), Jaime Solares, levantó gritos de la multitud con un fogoso discurso en que repitió los ataques al jefe de Estado.
“Si Sánchez de Lozada no se va, será una guerra de largo aliento”, dijo.
Solares, un cuestionado dirigente minero cuya débil capacidad de convocatoria aumentó junto a las protestas, reiteró un llamado para que las mujeres bolivianas se declaren en huelga de hambre en todas las iglesias del país y los hombres comiencen a cavar zanjas en sus barrios de las ciudades y en las carreteras.
“Esa será la única forma de bloquear el avance de los militares”, dijo en medio de ruidosas exclamaciones de aprobación.
El líder sindical llamó a los presentes a desplazarse, tras la concentración, hacia la custodiada Plaza Murillo, la principal de La Paz, a cuyos costados se yerguen los palacios de Gobierno, del parlamento, la Catedral Metropolitana y la sede de la cancillería.
Las marchas y concentraciones transcurrían sin mayores incidentes, con fuerzas del ejército replegadas a discretos lugares estratégicos aunque en rigurosa preparación en torno a la Plaza Murillo.
Diez piquetes con 72 huelguistas de hambre, uno de ellos encabezados por la ex Defensora del Pueblo, Ana María Romero, y el vicepresidente de la Asamblea de Derechos Humanos, Sacha Llorenti, se hallaban instalados en distintas iglesias, un convento y sedes de entidades humanitarias.