Nunca había asistido a una subasta y menos a una en donde se subastaran no antigüedades, ni pinturas coloniales, ni tampoco joyas, sino canciones y poemas. La invitación que recibí por fax era muy insólita: Su voluntad basta, decía, haciendo un afortunado juego de palabras, en una de las carátulas. Líneas abajo se leía: las canciones y poemas a beneficio de los damnificados de Colima, Jalisco y Michoacán. El objetivo estaba claro. No podíamos faltar a la invitación sobre todo si estaba formulada por el “subastador”, más generoso de toda América Latina. Nos referimos naturalmente a Germán Dehesa. Por eso la cita era en “La Planta de Luz”. ¡Qué mejor lugar (antro diría Lolita) para convocar a poetas y compositores cuya obra serviría para reunir fondos!
¿Tú crees que se subastarán los originales de las poesías y las partituras de la música?”, le preguntaba a Enrique, como para distraerlo de su comprensible enojo por encontrarse en medio de un mar inmenso de vehículos que ni siquiera avanzaban a vuelta de rueda. No me contestaba. Era evidente que las circunstancias no se prestaban para ese tipo de preguntas entre ingenuas y absurdas. Eran las 8.30 P.M. y nosotros continuábamos parados. Atorados. Bloqueados. Paralizados y muy atormentados. Al ver que una patrulla se encontraba, justo antes de un viaducto aún más atascado de nudos de coches, atravesada a la entrada del periférico, el furioso conductor optó por dirigirse de frente. Derecho, derecho, derecho. Pero derecho ¿hacía dónde? ¿A dónde diablos nos estábamos dirigiendo? No teníamos ni la más remota idea. Lo único que sabíamos es que ya era tardísimo y que nos encontrábamos por una avenida llamada Canarios.
¿Verdad Enrique que Elba Esther Gordillo hizo muy mal de hacer una alianza con “Vamos México”? ¿Verdad que Martita se está volviendo en la típica esposa y primera dama incómoda? ¿Verdad que ahora sí ya no se entiende nada de lo que está sucediendo en el país? ¿Escuchaste las noticias esta tarde entre las cuales se mencionaba la declaración de Fox diciendo que no había crisis en el campo?, seguía preguntándole a mi marido como para sacarlo de esos momentos tan infernales que estábamos viviendo.
Finalmente y después de mucho batallar para no perdernos entre tantos extraños atajos y encontrar un lugar en el estacionamiento de Plaza Loreto, llegamos a las 9.45 P.M. a La Planta de Luz. En el preciso momento que hicimos nuestra entrada, una encantadora señora fungía como maestro de ceremonias: La meta es reunir fondos para la reconstrucción de mil cincuenta y cinco viviendas para los más necesitados de Colima, Jalisco y Michoacán quienes se quedaron sin un lugar seguro dónde vivir, como consecuencia del sismo que afectó a toda la República, el pasado 21 de enero, dijo ante un público que enseguida me pareció inusual.
Todos se veían muy trajeados, muy serios y muy importantes. Han de ser todos muy ricos, pensé, en tanto nos dirigíamos hacia la mesa de Josefina Vásquez Mota, secretaria de Desarrollo Social. Nuestros dos lugares estaban justo enfrente de los tres gobernadores. Los tres de partidos distintos, pero con un sólo afán, reunir fondos para su respectivo estado. Al primero que reconocí y saludé gustosísima, fue a Lázaro Cárdenas Batel. Se veía impecable. Bien vestido, joven pero embarnecido, sano, guapo, pero más que nada, súper sonriente. Si esa noche se hubiera subastado su sonrisa, seguramente se hubieran reunido mil millones de pesos. La verdad que es ¡espléndida! Las que tampoco se veían tan mal, eran las de sus homólogos, Fernando Moreno Peña de Colima y Francisco Javier Ramírez Acuña de Jalisco. En la mesa también estaba la secretaria de Turismo, Leticia Navarro. Josefina, vestida con un traje sastre negro sobrio y elegantísimo, se veía como la perfecta anfitriona. Es decir, la señora que tiene todo bajo control, la señora que sabe ser cálida y muy atenta con sus invitados y la señora que tiene costumbre de recibir grandes personalidades en su casa. Sergio, su marido se veía tan orgulloso que parecía que de un momento a otro le iba a pedir que se casara con él otra vez. Allí también estaba su hija, cariñosísima con su papá y ufanísima con su mamá. Ahora entiendo por qué Josefina siempre tiene una sonrisa en los labios. Además de hacer muy bien su chamba, con responsabilidad y mucho profesionalismo, como dijera esa noche el gobernador de Colima, también es una triunfadora en su familia. Se debe de dar hasta que duela, decía la Madre Teresa de Calcuta, empezó diciendo Germán muy cerquita al micrófono, rodeado por sus músicos y franqueado por su mujer, compañera, esposa, amiga, cuatacha, salvadora, inspiradora y adorada y siempre admirada, Adriana Landeros. A partir de ese momento, entre Germán y Héctor Bonilla comenzaron a leer los poemas de Neruda, Sabines, Quevedo, Pellicer y otros más. Después venían las canciones interpretadas por Adriana. Hemos de decir, que ese martes, cantó particularmente bien de ahí que las canciones se hubieran subastado a precios inimaginables. No acababa su marido, de decir la frase mágica: ¿quién da más, quién de más?, para que de inmediato, se levantaran las “paletas”, de distintas mesas, ofreciendo, 30, 40 y hasta 100 mil pesotes, para las viviendas que había que reponer. ¡Cuánta generosidad, Dios mío! ¡Cuánta solidaridad para tantos damnificados! Y, cuánto calorcito humano se sentía entre tantos empresarios millonetas.
Allí estaban Félix Martínez Cabrera de Nestlé, Jaime Acosta de Pepsico; Eugenio López de Jumex que no dejaba de alzar el número que le correspondía. También Vicente López de La Costeña, aportaba su ayuda. ¡Qué tanta capacidad de convencimiento no tendrá Germán que hasta nuestro queridísimo colega, Ezra Shabot, se apoquinó con diez mil pesos. Las guapísimas edecanes muy bien vestidas de negro, no se daban abasto. 150 mil pesos por aquí, 200 mil por acá, 600 mil por allá e incluso un “melón” para completar dos que se requerían para 200 viviendas. ¡Era increíble!
Entre poemas y canciones, Peter Klef de Bayer de México, alzaba la mano para ofrecer más de lo que ya había aportado. Lo mismo hacía Jorge García Fernández de Hilasal. De pronto empecé a sentirme tan pobre y tan miserable; de todos los asistentes era de las pocas que no había levantado su “paleta”. Ay, Enrique cuánto podemos dar nosotros. ¿Por qué no hipotecamos o vendemos algo? Ya sé que estamos brujísimas, pero hay que aportar algo, le decía angustiada pensando en mi saldo abultadísimo de mi American Express. Ofrece diez mil, me respondió con una mirada tiernísima. Mientras tanto Germán seguía animando al público “¿haber quién puja más fuerte?”. Lo hacía tan bien. En ningún momento utilizó un tono demagogo o sensiblero. No cesaban las aportaciones, tanto que hasta en el entreacto, tomó la palabra don Alfredo Achar Tussie, para anunciarnos el nuevo fideicomiso Pro Vivah, creado especialmente para los damnificados. Por su parte, Fernando Peón, del Fideicomiso Social Banamex, ofreció más de diez millones de pesos. Y para cerrar con broche de oro, Gustavo Gastélum de Cementos Apaxco, donó dos mil toneladas de cemento, no para casas, sino para hogares.
Lo que sucedió al cabo de tres horas de escuchar y subastar poemas y canciones, sin duda es como para el libro de récords de Guinness, se reunieron más de ¡¡¡30 millones de pesos!!!
¿Cuánto dinero podría haberse reunido, si esa noche se hubieran encontrado entre los invitados, millonarios como Diego Fernández de Cevallos, Carlos Abascal, Elba Esther Gordillo, los Hank Rohn y todos los amigos de Fox? ¿Por qué no se reunirán los empresarios de los tres estados afectados para juntar más fondos? Mientras averiguamos, no nos queda más que agradecer a Germán y a todo su grupo por habernos subastado todo su corazón.