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A Coetzee, el premio Nobel de Letras 2003

EL PAÍS

MADRID, ESPAÑA.- El racismo, el odio, la venganza, la miseria, la injusticia, la violencia más atroz. Ése es el ambiente en el que crea y sobre el que escribe John Maxwell Coetzee (Ciudad del Cabo, 1940), que ayer fue distinguido por la Academia sueca con el premio Nobel de Literatura 2003.

Es una decisión literaria impecable, que premia las áridas y elegantes plegarias laicas de este autor gigantesco y minoritario, cuya creación es de un rigor, una calidad, una sutileza y una hondura muy difíciles de encontrar. Su lenguaje es preciso y elegante, su prosa inteligente y lírica, y sus historias, muchas veces tremebundas, están contadas con una contención admirable, que raya a veces en un laconismo de extraño lirismo. Se trata también de un espléndido premio político, pues la obra y la actitud vital de Coetzee (siempre alerta, siempre escondido de los focos) son a la vez el grito de socorro de un país y un continente entero condenados al olvido, la miseria, el asesinato, la tortura, el racismo, el sida. La Academia Sueca describió ayer su quehacer literario como “impregnado de brillantez y honestidad intelectual, nada propensa a hacer concesiones”, informa Ricardo Moreno. Sus novelas, apunta la Academia, se caracterizan por la densidad de los diálogos y la profundidad del análisis, y al mismo tiempo muestran una conciencia crítica despiadada sobre algunos aspectos crueles de la civilización occidental y su moral disfrazada.

Coetzee es el segundo escritor surafricano que recibe el Nobel de Literatura: en 1991 lo ganó Nadine Gordimer. No es seguro que Coetzee acuda a Estocolmo el diez de diciembre próximo a recibir el premio. En dos ocasiones anteriores, cuando fue galardonado con el Booker Prize en el Reino Unido, no asistió a recibirlo. Su editora sueca, Dorothea Bromberg, dice no haber tenido nunca contacto directo con el escritor, solamente con su editor británico.

El periodista Olle Svenning, que lo entrevistó en una ocasión, lo describe como un hombre distante y tímido pero que cuando habla de temas que le afectan muestra calidez y profundidad. Igual que el año pasado, cuando se premió al húngaro Imre Kertész, la Academia sueca da una lección de respeto a la gran literatura, la que aspira a cambiar el mundo, distinguiendo a un autor que se compromete a fondo con su tiempo y su espacio, y que contra viento y marea renueva el precario aliento humanista de un mundo repugnante, violento, en disolución.

El Nobel ha cultivado con similar atención y acierto el género autobiográfico (Infancia y Juventud), la novela, el ensayo y los artículos literarios (es colaborador habitual de The New York Review of Books). Empezó a publicar relatos en 1974 y su nombre saltó a los medios en 1983, cuando ganó el primer Premio Booker con Vida y época de Michael K. (premio que repetiría en 1999 con Desgracia, logro que sólo ha imitado Peter Carey). Su primera novela, In the heart of the country, apareció en 1977, y le siguieron Esperando a los bárbaros (1980), una parábola sobre un régimen ciego y despótico, y Foe, claustrofóbica incursión de Coetzee en la isla del náufrago Robinson Crusoe. En 1985, Vida y época de Michael K. obtuvo el Fémina a la mejor novela extranjera en Francia, pero el libro volvió a ser ignorado por los medios de comunicación surafricanos. La novela narra el largo viaje por el campo de un joven jardinero y de su madre, que tratan de huir de la violencia que sacude al país. Pero por todos los lugares por los que pasan encuentran que las luchas y guerras civiles les han precedido. Eran los tiempos del apartheid, el racismo de Estado financiado y bendecido por los Gobiernos británico y estadounidense en Suráfrica, y Coetzee optó por compartir la posición de escritores como Gordimer: denunciar desde la literatura y no desde la polémica.

Su segundo Booker, Desgracia, es la mejor prueba de que el espíritu crítico de Coetzee no murió con el antiguo régimen. La nueva Suráfrica sigue adelante, pero para él el país sigue siendo una desgracia. En 1994, el escritor publicó El maestro de Petersburgo, una novela histórica que narra el retorno a San Petersburgo de un autor ruso, trasunto de Dostoievski, impulsado por el enigma de la muerte de Pavel, su hijastro. De la vida de Coetzee los medios dan pocas noticias, aunque él ha contado con precisión distante una buena parte en sus dos tomos de memorias, Infancia y Juventud. Nació en una familia de afrikaners y se crió en provincias. Aunque se dice que estudió programación de ordenadores y lingüística en la universidad de Texas (Estados Unidos), él cuenta en Juventud que se licenció en Matemáticas y que durante 1962, estando emigrado en Londres, se colocó como programador de IBM, lo que redujo sus ínfulas de escritor a realizar un estudio académico sobre Ford Madox Ford. Actualmente, Coetzee enseña literatura norteamericana y lingüística en la Universidad de Adelaida, y reparte su tiempo entre Suráfrica y Australia.

Su primera noticia editorial española fue mérito de José María Guelbenzu, que publicó en Alfaguara Vida y época de Michael K. (en 1987), Esperando a los bárbaros (1988), reeditada este año por Nuevas Ediciones de Bolsillo) y Foe (1988). Mondadori, que ha publicado hasta ahora ocho de sus libros, tiene contratada toda su obra. Lo próximo que publicará es Elisabeth Costello, en la que el autor rescata a uno de sus personajes de La vida de los animales; y Orillas extrañas, en Debate (otra de las editoriales del Grupo Random House Mondadori), que reúne parte de sus ensayos literarios, dedicados a autores que como Kafka o Musil, sus popes. Mondadori recuperará en un par de meses algunas de sus primeras obras.

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