Independencia
La sensación de felicidad, la intensidad de la experiencia amorosa, la sensualidad y la alegría de vivir y la alegría de disfrutar crecen en todos los ámbitos cuanto más independiente se es de otras personas y de sus opiniones.
El amor físico y espiritual siguen existiendo y creciendo entre los miembros de una pareja que llevan muchos años juntos. El desarrollo físico del hombre maduro se corresponde perfectamente con las necesidades de la mujer madura. El juego amoroso cambia, el deseo sexual sigue siendo el mismo. Es entonces cuando la ternura y tal vez una nueva forma de sensualidad y creatividad juegan papeles importantes. A estas alturas de la vida ya sabemos que si no se tienen ganas no hay que forzarse ni permitir ser obligados. Para eso nunca es tarde. Y si no es así, nada pasa. La sexualidad nunca debe ser una obligación. Aquellas mujeres que durante la menopausia se sienten liberadas de una carga, deben disfrutar de esa liberación con la conciencia tranquila.
La producción de estrógenos es menor y las hormonas masculinas adrenales estimulantes pueden tener un mayor efecto sobre el organismo femenino. Ya no tiene que preocuparse por el embarazo y puede entonces permitirse vivir su sexualidad sin trabas. La sexualidad es una función que se mantiene activa incluso más que otras que decaen primero. Tiene un importante papel para nuestra salud corporal anímica-psicológica y espiritual y al mismo tiempo, es una mezcla de comunicación social, actividad que repercute en un aumento de la vitalidad y una especie de relajación meditativa.
Aquellas mujeres que fueron educadas, y lo aprendieron a pie juntillas, en la idea que debían depender primero de sus padres y luego de sus parejas y de sus hijos, de pronto se encuentran sin una tarea que cumplir, sin su función en la vida y al llegar a la madurez se preguntan: ¿Esto fue tod0? ¿Y ahora qué? Todos sabemos que las crisis nos ayudan a madurar, como alguien dijo: “si no te mata, te hace más fuerte”. Hay muchas mujeres que quedan destrozadas, puesto que creen que su vida ha terminado, así como el sentido de sus vidas. Se sienten víctimas de las circunstancias de los maridos y de los hijos y todas las frustraciones acumuladas a lo largo de la existencia confluyen para comenzar a dar de gritos por la desesperación de haber dedicado su vida a otros y no ser reconocidas y retribuidas. La mujer que se resiste a vivir de víctima y entiende que ella es la responsable de llevar las riendas de su propia vida y de que ya es justo que se dedique tiempo a hacer lo que siempre ha deseado pero ha pospuesto, en vista de lo urgente en lugar de lo importante, pero que ya está harta de depender de los demás para ser feliz, sale rejuvenecida de este proceso que no deja de ser difícil y doloroso.
Para la mujer madura, la actividad profesional es la mejor de las terapias contra la vejez. El hecho de que una mujer esté contenta con su trabajo, tiene un efecto positivo en la atmósfera familiar. Tiene mayor comprensión por la vida profesional del nombre, no está frustrada de tener que estar en casa todo el día y que llega cansado y con ganas de quedarse en el hogar a ser mimado, obviamente por una mujer que siente que las paredes de la casa se le caen encima y de la que no hay escapatoria posible. Al entrar a la menopausia, la mujer tiene en promedio 30 años de vida por delante que pueden llegar a ser impresionantemente fructíferos, si tiene muchos intereses, es autosuficiente e independiente y se siente satisfecha con su vida y con la vida en común con su pareja. Esto no significa estar alejada emocionalmente de los seres queridos y de la pareja. Asimismo, el amor más maduro la hace entender que los aspectos románticos de la relación visten la vida de pareja pero no la definen y esto lógicamente se refleja en la vivencia de la sexualidad de manera plena y satisfactoria, llena de recompensas, con la calidez interna de saberse respetada y amada, ante todo por sí misma y después por su familia y por la sociedad en general.