TORREÓN, COAH.- Decenas de bandas de “polleros” trabajan en forma organizada en la frontera norte del país, “enganchando” emigrantes cuyo sueño es ir a Estados Unidos a ganar dólares y salir de pobres en su país, sin importarles si en la travesía puedan perder la vida como tantos otros connacionales.
“¿A dónde quieres ir, compa? Los Ángeles, El Paso, Arizona, San Francisco, San Diego, Chicago. Tú dices y nos arreglamos”. Así es como reciben al viajero en la central camionera de Tijuana, Baja California Norte, donde las bandas de “polleros” abundan.
Rogelio “N”, de 34 años de edad, casado con tres hijos de diez, ocho y cinco años, desempleado y con muchas deudas por pagar, no le quedó otra alternativa que decidirse a buscar el “American Dream” (sueño americano), con la mira de ganar muchos dólares y así sacar a su familia adelante.
Tras haberse comunicado con algunos familiares residentes en Los Ángeles, California, éstos a su vez hicieron contacto con un “pollero” para que llevaran a Rogelio de Tijuana a la citada ciudad estadounidense, por la módica cantidad de 500 dólares, pagaderos hasta recibir la “mercancía” a domicilio.
Una vez en la fronteriza ciudad, Rogelio se contacta vía telefónica con sus parientes, informándoles de la forma como anda vestido para que el “pollero” lo contacte más fácilmente.
Poco después de media hora, en las afueras de la central de autobuses, es un menor de aproximadamente seis años de edad, quien llega hasta Rogelio y le dice que lo siga, llevándolo hasta unas calles donde abundan los hoteles de mala muerte y vendedores de diversas chucherías. Es en uno de esos hoteles donde lo introducen.
Alrededor de 30 o más personas, están hacinadas en la habitación de dicho local, la mayoría salvadoreños y guatemaltecos y en esa ocasión, sólo tres mexicanos, incluido el recién llegado.
La bien organizada banda de traficantes de migrantes, vigila los cambios que se hacen en la caseta migratoria, que son a las 6:00, 11:00, 15:00 y 23:00 horas, todos los días. Esa vez tuvieron que esperar hasta las 11 de la noche para acercarse hasta la “línea”, como se le conoce el lugar por donde “pasan” a un lado de la carretera internacional.
Rogelio cuenta que el sitio semejaba un estadio de futbol, donde se observaban decenas e incluso centenas de personas reunidas ahí. Parecía un gran campamento. Todos con la intención de atravesar la frontera.
En el lugar no podían faltar vendedores de todo tipo. De cigarros, sopas instantáneas, tamales, gorditas, refrescos, incluso bolsas para las piernas, ya que en ciertos puntos hay que cruzar un río de aguas negras que tiene un metro de profundidad por dos metros de ancho.
Cada “pollero”, se hacía cargo de sus respectivos “pollos” (entre 30 y 40 cada uno).
¡Viva México!
Como esa ocasión los elementos de la patrulla fronteriza no cambiaron de guardia y sí por el contrario comenzaron a llegar más, poco después de las 23:00 horas los líderes optaron por enviar a sus “ganchos” para distraer a “La Migra”.
De esta manera desviaban su atención y para así poder cruzar la frontera, pero esta vez no fue así, por lo que a eso de las seis de la mañana, luego de ponerse de acuerdo y decir a sus “pollos” si lo hacían al ¡Viva México!, siendo la respuesta positiva al grito de “ámonos”, todos comenzaron a correr.
Rogelio como pudo logró alcanzar y cruzar el muro y llegar hasta el poblado más cercano que es San Isidro, del lado americano, donde llegó a unos departamentos donde los de “La Migra” no se meten. Pasados algunos minutos salió para localizar a su “líder”, dándose entonces cuenta que de los iban, sólo tres lograron pasar.
A él lo metieron en un taxi en cuyo asiento trasero lo ocultaron, donde pasó varios puntos de revisión sin problema y así arribó a San Diego, California, donde fue alojado en otros departamentos. Ahí estaban otros 30 emigrantes, la mayoría centroamericanos.
En un “Motor Home” (casa rodante), escondidos entre los muebles, unos de pie, otros acostados o sentados, viajaron por varias horas, pero a medio camino “la avanzada” informó que había un punto de revisión muy fuerte, por lo que tuvieron que desviarse a media sierra, donde existen rampas construidas. Son pequeños “paraderos” donde les dan de comer y pueden descansar.
No habían terminado de comer cuando les avisaron que ya podían seguir, enfilando de nueva cuenta por la carretera principal para llegar a Los Ángeles.
Una vez ahí, los “polleros” se comunicaron por teléfono con los familiares de Rogelio y establecieron un lugar para verse y entregarles la “mercancía”, que iba bien custodiada por dos hombres armados con pistolas nueve milímetros y .357 Magnum.
Lo anterior, debido a que muchos se han querido pasar de listos y quieren escapar sin antes haber pagado lo del “viaje”. Por lo que no han sido pocos los que mueren en el intento.
Tras liquidar la cuenta de 500 dólares, Rogelio es entregado a sus familiares que lo llevan a su casa y de ahí sigue otra historia.
Los que llegan
Entre las bandas de “polleros” organizadas y las “piratas”, existe la diferencia que las primeras trabajan con el 50 por ciento de adelanto y el resto al término, mientras que las otras debe ser todo por adelantado, pero estas últimas no se arriesgan y terminan por abandonar a sus “pollos”, con el resultado de todos conocido.
Las tarifas van desde lo “económico” hasta lo francamente increíble. En la actualidad están como sigue:
*Vía Tijuana con destino a Los Ángeles tres mil dólares (cada uno)
*Desde Chiapas a ciertos puntos de Estados Unidos, hasta 15 mil dólares (cada uno).
En todo el trayecto, los “polleros” van repartiendo dinero tanto a elementos del Instituto Nacional de Migración como a la Policía Federal de Caminos y demás autoridades. Generalmente aquellas corporaciones que no están “arregladas” son las que llegan a detener a los ilegales.