Los embates gubernamentales y del sector privado continúan para lograr el objetivo de legalizar el hecho de que los sectores energéticos del país sean convertidos en oportunidades de negocios para el sector empresarial mexicano y extranjero. Tenemos, como el último de estos embates a la costosa campaña de medios que el gobierno ha emprendido para tratar de convencer a la población de las ?bondades? de la reforma eléctrica. Una vez más se nos dice que se trata de fomentar las inversiones y el empleo, que así se tendrá más luz, incluso brillará más, y sobre todo, que se pagarán tarifas más bajas y que seguiremos, eso sí, siendo los dueños del balón.
En suma, se quiere tratar a los mexicanos como animalitos sin conciencia histórica. Pero si habemos mexicanos que nos acordamos muy bien, por ejemplo, de que en el decreto de privatización de la banca por parte del gobierno de Salinas, se anota claramente que tal medida es para no permitir que caiga en manos extranjeras. Al menos, nosotros sí recordamos las innumerables conferencias y pláticas en las que el entonces Secretario de Hacienda, Pedro Aspe, se desgarraba las vestiduras indicando que regresar la banca al sector privado, con sus inversiones y experiencia, se evitaba caer en desventaja frente a la banca extranjera y era el mejor camino para evitar que esta se apoderara de una mayor participación en el mercado financiero mexicano. También nos acordamos en qué terminó la famosa experiencia de esa pandilla de ladrones y sus inversiones: enriquecidos hasta la décima generación, todavía se dieron el lujo de ser ellos quienes vendieron paquetes accionarios a los extranjeros en jugosas cantidades que, no tenemos la menor duda, serán las mismas cantidades de dinero que están dispuestos a invertir en electricidad y petroquímica. También vemos hoy como la gran mayoría de la banca mexicana pertenece al extranjero; vemos como se escatima el crédito y, a cambio, se cobran las comisiones más altas del mundo por los servicios bancarios.
Si este ejemplo reciente no basta, tómese el caso de teléfonos de México. A pesar de que la constitución prohíbe terminantemente los monopolios privados, la empresa fue vendida en su totalidad al Grupo Carso, propiedad del ya tan mencionado señor Slim. Ya hemos comentado antes, pero es necesario volver a indicarlo ahora, como los mexicanos terminamos pagando también las tarifas telefónicas más altas del mundo sin recibir a cambio la calidad en atención y servicio que corresponden. En tanto, y gracias a esta práctica monopólica y muchas otras más, el citado señor Slim ha podido adquirir en unas cuantas horas las seis tiendas en México de la cadena JC Penny, después de haber adquirido Circuit City en los Estados Unidos, y haber aumentado en 111 millones de dólares, su participación accionaria en la segunda empresa telefónica más grande de la Unión Americana. Sabemos también de los planes de expansión de sus otras empresas como Sanborns de México, Sears y El Globo. Y eso que el señor se ha ?sacrificado? por cuarto año consecutivo al no elevar las tarifas telefónicas, ya que su enorme conciencia social le impide seguir apoderándose en mayor medida de un excedente que legítimamente le corresponde al consumidor y que, gracias a la privatización tan ?conveniente? ha ido a parar a sus manos.
Sabemos pues, en que han terminado las historias recientes en las que nosotros seguimos siendo los dueños del balón y la pitañifa de pagar menores tarifas.
Pero centrémonos en el caso de PEMEX. A últimas fechas se ha realizado una campaña en la que se nos dice que enormes deudas agobian a la empresa; por ello, ya no puede seguir recurriendo al endeudamiento y de ahí la necesidad de financiarse de distinta manera: mediante la inversión privada nacional y extranjera. ¿Y los jugosos contratos de servicios múltiples de los últimos años? ¿Significan acaso una política de endeudamiento de la empresa, o son ya una forma de participación privada en el petróleo y la petroquímica mexicana, violando, claro está la Constitución de la República?. Asimismo se nos dice que la carga laboral y de pensiones es altísima, al grado de poner en riesgo su viabilidad económica. Se habla de que la carga fiscal para la empresa es muy alta. En resumen, la ?culpa? de la situación de PEMEX es sin duda, su excesiva plantilla laboral; la acumulación de pasivos por pensiones y salud de sus trabajadores; la carga con la que el Estado la satura para cubrir su gasto ?social?.
Aquí también se olvida añadir a la lista, los jugosos subsidios que la empresa aporta a grandes corporaciones privadas. Véase para esto el convenio de ?cobertura? que PEMEX acaba de renovar, por tres años más, a los industriales. PEMEX vende el millón de btu de gas natural a 4.50 dólares, estando el precio internacional muy por encima de ello: ha llegado a estar hasta en 9 dólares. Esto significa que la empresa petrolera estatal subsidia hasta con un 50% a las empresas que utilizan este combustible. Estúdiese un poco el asunto y se verá que esa industria está fuertemente concentrada, siendo el grupo regiomontano Vitro el principal productor. ¿Cómo entender que el mismo día en que se firma el citado convenio, este grupo anuncie la venta de todas sus empresas del sector de plásticos, para concentrarse en la fabricación de envases de vidrio, ya que es la que mejores perspectivas arroja?. Definitivamente tenemos a PEMEX garantizando la obtención de beneficios extraordinarios a una gran corporación privada. Sin embargo, entrevistado acerca de esto, el señor Muñoz Leos, flamante director de la petrolera, asegura que este tipo de esquemas han demostrado ser enormemente eficaces para ?sostener la planta productiva? y a coro, el señor fox, proclama que su gobierno da certidumbre a la inversión.
Añaden, claro está, que este tipo de eficaces esquemas ha de complementarse con las necesarias reformas estructurales propuestas.
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