La enfermedad coronaria (infarto de miocardio, angina de pecho y muerte súbita) sigue siendo la causa de mortalidad más importante en todos los países desarrollados. De hecho, esta patología provoca más muertes prematuras, discapacidades y pérdidas económicas que cualquier otro grupo de enfermedades.
La hipercolesterolemia es un factor de riesgo cardiovascular que aparece cuando se detecta mediante análisis de sangre una elevación de este lípido por encima de 240 miligramos por decilitro de sangre (mg/dl) o superior a 200 mg/dl si existen otros factores de riesgo cardiovascular (hipertensión, tabaquismo, diabetes, obesidad y sendentarismo).
Factores de riesgo
El decano de la Facultad de Ciencias de la Salud de la Universidad Alfonso X El Sabio y miembro del Grupo Asesor en Nutrición (GRAN), el Dr. Alfredo Entrala, afirma: "El colesterol elevado o hipercolesterolemia es un primer factor de riesgo coronario, es decir, de todos los factores de riesgo cardiovascular es el que más relación directa tiene con la aparición de la enfermedad coronaria".
El colesterol que existe en el organismo es elaborado principalmente en el hígado y también es aportado por la dieta, sobre todo a través de los alimentos ricos en colesterol y en grasas saturadas: huevos, carnes rojas, leche y sus derivados no desnatados, así como todos los productos precocinados y de pastelería y bollería industriales, que emplean aceites vegetales saturados (coco, palma y palmiste), tan nocivos como las grasas de origen animal.
Otro factor de riesgo de las enfermedades coronarias son los triglicéridos. Éstos participan en el proceso de coagulación de la sangre y se han relacionado con este tipo de afecciones cardíacas ya que, en altas cantidades, pueden producir depósitos de grasa que obstruyen o dañan los vasos sanguíneos, impidiendo que el organismo se irrigue adecuadamente y pudiendo derivar en consecuencias tan graves como un ataque al corazón.
Los omega tres: Función vasodilatadora
Los omega-tres son ácidos grasos poliinsaturados de cadena larga que no pueden ser sintetizados por el organismo, por lo que se denominan "esenciales". Cumplen una importante función vasodilatadora y reguladora de la pared de los vasos sanguíneos, favoreciendo el funcionamiento de los mismos. Además, son precursores de las prostaglandinas, los tromboxanos y los leucotrienos, por lo que juegan un rol fundamental en el organismo, ya que están implicados en el desarrollo del sistema nervioso, la regulación de la presión sanguínea, la acción de otras hormonas, algunas reacciones inflamatorias y ciertos mecanismos de defensa.
En la familia de estos ácidos grasos omega-3 destacan el ácido alfa-linolénico y sus metabolitos: El ácido eicosapentanoico (EPA) y el docosahexanoico (DHA), que impiden la coagulación de las venas y de las arterias, favoreciendo la fluidez de la circulación sanguínea y el correcto funcionamiento del corazón. Así, hay claros indicios de que el desarrollo de arritmias cardíacas es mucho menos común en pacientes con altos niveles de EPA y DHA. Por tanto, las personas que consumen diariamente la cantidad adecuada de omega-3 tienen más capacidad de superar un ataque cardiaco.