Hace tiempo alguien dijo: ?Estamos ahogándonos en un mar de información, pero muriéndonos de sed de conocimientos?. Es muy cierto, la información abunda pero cada vez sabemos menos de lo que verdaderamente importa. Se dice que los humanos tenemos alrededor de 100 mil millones de neuronas las cuales se pueden interconectar en un número superior al número de átomos en el universo, por lo tanto, la capacidad cerebral es una de nuestras grandes potencialidades. Lo que causa el desaprovechamiento de nuestra capacidad cerebral es que estamos sustituyendo la capacidad de pensar delegándosela a los medios de información o dejando que otros piensen por nosotros. Casi siempre aceptamos sin cuestionar la información y las opiniones de los conductores de noticieros, de los editorialistas y de los políticos. En Latinoamérica tenemos políticos destructores porque los hemos elegido sin pensar a fondo si lo que nos prometieron podrían cumplirlo o si estarían dispuestos a cumplirlo. Nos dejamos enamorar fácilmente por políticos que nos hablan bonito y que nos prometen el cielo y las estrellas. Si tan solo nos detuviéramos a pensar en si es realmente posible hacer lo que nos prometen, no les daríamos nuestro voto tan fácilmente.
Para pensar con eficacia es necesario tener conocimientos, tener educación; una persona educada no puede ser manipulada, conocimiento es poder y es futuro y hay que aprender a adquirirlo. El analfabeta del futuro será el que no sepa aprender. Hoy en día, existen muchas técnicas de aprendizaje: gimnasia cerebral, mapas mentales, aprendizaje acelerado, mnemotécnica, etcétera, y esto nos permite adquirir conocimientos de manera rápida y eficaz. Con métodos como los anteriores podemos aprender cualquier cosa que queramos si realmente nos lo proponemos. Y si alguno de los lectores piensa que ya esta viejo para ello, permítame decirle que no existe una edad específica en que el cerebro ya no tenga espacio para mas conocimientos.
Igual que en el caso del cuerpo, el ejercicio -en este caso el ejercicio mental- puede ayudar a mantener en buena operación las funciones cognitivas. Está plenamente comprobado que las personas que ejercitan su mente tienen menos probabilidades de sufrir el mal de Alzheimer. El ejercicio para la mente puede ser, por ejemplo, resolver crucigramas, armar rompecabezas, aprender un idioma, resolver acertijos, jugar ajedrez, formar figuras preestablecidas con trozos de madera, etc. Son solo algunas de las actividades que una persona mayor puede practicar para mantener su cerebro en forma. Pero también el ejercicio físico ayuda para el mismo fin al mejorar la oxigenación y el aprovechamiento de la glucosa en las células cerebrales, además ayuda a reducir el estrés y la depresión , los cuales son enemigos naturales del cerebro.
La ciencia también ha demostrado que la pérdida de neuronas en las personas mayores es mínima y no tiene mayores consecuencias. Permítame darle una noticia mucho mejor: el cerebro del adulto en la senectud es capaz de generar nuevas células nerviosas y aunque el cerebro reduce su tamaño con la edad, ello se debe a la pérdida de agua en las células y poco influye en la pérdida de la capacidad. Es muy cierto que algunas funciones cerebrales se debilitan con la edad pero eso esta muy lejos de ocasionar que una persona ya no tenga la capacidad de aprender. No hay pretextos para continuar aprendiendo y para seguir aprovechando el enorme potencial del cerebro, todos los días debemos usarlo pensando y aprendiendo, pero no pensando negativamente, para eso si somos buenos, nos sale naturalito, pero eso nos bloquea la mente y no nos permite aprender. Mi tía Goya, de El Cercado, Nuevo León, siempre le ve el lado humorístico a sus frecuentes olvidos, le dice a sus amigas que ella tiene un problema de abandono de ganado caprino ¡porque se le van las chivas! En efecto, muchas personas mayores piensan que porque se vuelven olvidadizas ya no son capaces de aprender nada nuevo. Eso no es cierto; a menos de que padezcan el mal de Alzheimer en un nivel muy avanzado, siempre podrán aprender cosas nuevas y, de hecho, el esfuerzo por aprender puede evitar la aparición de ese terrible mal. Somos capaces de aprender cualquier cosa pero también cada persona tiene diferente predisposición para el aprendizaje de ciertas disciplinas o actividades.
Puede parecer imposible involucrar a todos los mexicanos en este deseo por desarrollar y aplicar nuestra capacidad de aprender pero sería bueno preguntarnos: ¿No sería bueno empezar con nosotros mismos? ¿Y después, involucrar a nuestros familiares y a nuestras amistades? ¿Y aplicar estas ganas de aprender en nuestro trabajo y hasta donde nos sea posible llegar? Los mexicanos siempre argumentamos que nos falta dinero para poder mejorar nuestra situación como país, pero en este caso, el problema de querer y estar dispuesto a aprender no se resuelve con dinero sino con mucha voluntad. Amigos lectores, entrémosle al aprendizaje, no importa si a nosotros, como a mi Tía Goya, también se nos van las chivas.
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