Primera de dos partes
No cabe duda que los ciudadanos en la actualidad experimentamos, ante lo que ocurre en el ámbito político, no sólo confusión sino incertidumbre, inseguridad, escepticismo, perplejidad. No es para menos: hoy vemos un PRI que por una parte, ingresa formalmente a la Internacional Socialista y, por otra, en la vía de los hechos formaliza una alianza con el derechista Partido Acción Nacional para imponer en el IFE a los nueve Consejeros Electorales, incluido el presidente de esa importantísima institución que en los últimos años se había ganado la credibilidad y el respeto del pueblo de México, no sólo por conducir con criterios de imparcialidad y exitosamente los procesos electorales recientes, sino también por la firmeza mostrada para juzgar actos de corrupción o de violación a la legislación electoral. Esta decisión de la mancuerna PRI-PAN marca una lamentable regresión en la tendencia que se venía observando de ciudadanizar los órganos electorales, los cuales hoy se vuelven a partidizar con la intención de cerrar el paso a la izquierda que tiene la posibilidad en el 2006, con un candidato presidencial fuerte, de desplazar del poder a esos dos partidos que en esencia han impulsado el mismo proyecto neoliberal durante los últimos 21 años.
Esta alianza, que se ha dado cupularmente y que muchos priistas no comparten, pretende ir más allá del control del IFE buscando extenderse al control de la Cámara de Diputados y del Senado, para poder impulsar las controvertidas reformas estructurales, esto es, las reformas energética, fiscal y laboral, que los organismos financieros internacionales y los dueños del dinero en México le están exigiendo con urgencia al presidente Fox todavía más la “Santa Alianza” se ha extendido a las entidades de la República, como es el caso del estado de Zacatecas donde PRI-PAN juntos han llamado a todos los demás partidos a oponerse al gobernador Ricardo Monreal y al PRD, en un claro intento por evitar que el proyecto perredista avance en el país.
No obstante lo anterior, en el estado de Durango se está intentando construir una alianza entre PAN, PRD y PT para buscar desplazar al PRI del gobierno, lo cual nos lleva a plantearnos algunas interrogantes: ¿Qué es lo que está en juego en esas alianzas contradictorias a nivel nacional y estatal? ¿Obedecen a una búsqueda de equilibrios o un pragmatismo exacerbado en la política que raya en el cinismo? ¿Dónde queda la orientación de cada partido surgida de su Declaración de Principios, de su filosofía política y de su programa de acción? Continuará...
Entiendo que en política es fundamental la negociación, la construcción de acuerdos, pero tiene que darse bajo una mínima coherencia respecto a lo que postula y defiende cada partido y pensando en los intereses superiores de la Nación, no en los de determinados grupos de poder económico o político.
Lo que hoy vemos nos confirma la idea de que vivimos una perversión de la política y que los ciudadanos tienen razón en desconfiar cada vez más de los partidos. Sin embargo, esto conlleva un grave riesgo: que cada vez más ciudadanos dejen de participar en la toma de decisiones sobre los asuntos que competen y/o afectan a la mayoría de los mexicanos, como es el caso de la política económica, la orientación del gobierno en materia social, las relaciones con otros países, entre otros asuntos que están siendo abordados y resueltos por cada vez menos miembros de la clase política y la tecnocracia de este país.
Precisamente por este riesgo que he señalado, que de extenderse podría debilitar a la sociedad, favoreciendo el fortalecimiento de grupos de presión de distinto signo político, se hace necesario llamar a la reflexión de la ciudadanía respecto a la importancia de exigir la implementación de políticas de Estado con el concurso de los tres poderes de la Unión.
Los ciudadanos no podemos permitir que se nos siga tratando en política como cifras, votos o masa no pensante. Tampoco podemos aceptar que los partidos se sigan considerando como cotos de poder o botines para algunas familias o pequeños grupos, dejando de lado el proyecto de nación y la ideología definida. La política no tiene que ser privilegio para unos cuantos. La política ni siquiera tiene porqué circunscribirse a los partidos. La política se hace en la familia, en la escuela, en la fábrica, en los sindicatos, en fin, en donde existen grupos de seres pensantes, organizados, que buscan ponerse de acuerdo en cuanto a la orientación y dirección que pretenden. Ello tiene que ver con la intencionalidad y direccionalidad, es decir, qué tipo de familia queremos y por qué; o bien, qué tipo de escuela o sindicato son convenientes y necesarios; o más aún, cuál es el país al que aspiramos la mayoría de los mexicanos. Todo esto se puede y debe discutir desde abajo, con la plena conciencia de sentirnos PERSONAS con capacidad para definir rumbos y tomar decisiones.
Con base en lo anterior puedo afirmar que por fortuna hoy tenemos una ciudadanía más informada y madura, un pueblo cuya sabiduría se hizo patente al negarle la mayoría absoluta a partido alguno en la Cámara de Diputados, donde se toman decisiones trascendentales para el país. Los ciudadanos debemos quitar el monopolio de la política a los partidos y a los grupos de presión enquistados en ellos, debemos recuperar nuestra voz, nuestras comunidades, nuestras ciudades, nuestro país, al que lamentablemente se ha lastimado tanto en el ejercicio de una forma de hacer política que sin mayor demora debe cambiar. La ciudadanía tiene la palabra.