A tres años del Gobierno de Vicente Fox vuelven a retumbar con fuerza los gritos del pueblo mexicano de “No nos falles” que hicieron célebre el festejo del 1º de diciembre del 2000, junto al Ángel de la Independencia de la capital azteca.
Por desgracia el régimen foxista está cada vez cerca de los linderos de la decepción y la insatisfacción de los mexicanos que votaron por el guanajuatense, convencidos de que el cambio sería una realidad en México.
La posibilidad de un fracaso del primer Gobierno de oposición en 70 años es cada vez mayor en buena medida porque los planes foxistas no avanzan con velocidad y porque los errores son magnificados por los adversarios y el sistema priista que se mantiene casi intacto a pesar de los embates recibidos.
Cuando Fox habló de “Sacar al PRI de Los Pinos” se quedó muy corto en sus apreciaciones y no se percató de que los vestigios del priismo están arraigados en todo el aparato estatal en donde la corrupción, el compadrazgo, la complicidad y las intrigas siguen como hace seis, doce o dieciocho años.
Fox prometió erradicar la corrupción oficial, frenar de tajo la inseguridad, poner en su lugar a los delincuentes, mafiosos y políticos bribones, darle certidumbre y viabilidad económica al país, aparte de sentar las bases para fomentar una vida digna entre los pobladores del campo y las zonas paupérrimas del país.
La realidad es que apenas un cuarta parte de las promesas han sido cumplidas por razones muy complejas y porque es evidente que un sexenio es insignificante para sacar la tarea pendiente. Con frecuencia se compara a México con España en su proceso de transición democrática, pero se olvida que los españoles tardaron una década en superar al terrorismo, los intentos de golpes de Estado, el desempleo y la marginación social.
Es cierto que algunos colaboradores de Fox como Santiago Creel y Francisco Gil Días han carecido de capacidad para negociar con el Congreso y con los partidos de oposición que están empeñados en bloquear cuanta iniciativa propone el Ejecutivo Federal.
También es realidad que los legisladores opositores se han burlado del Gobierno foxista por no decir pitorreado al grado de aprobar reformas legales que nada tenían que ver con la propuesta presidencial inicial.
Pero otras voces, entre las que nos incluimos, sostienen que Fox está obligado a regresar a sus orígenes y a trabajar con decisión y firmeza en las promesas que le hizo a los mexicanos y por las cuales fue electo como Presidente.
No se vale a estas alturas que una Reforma Fiscal sea tan manoseada por los legisladores y que en ese proceso sufran la economía nacional a través de sus principales indicadores como el peso que registró en las últimas horas un máximo histórico en su paridad con el dólar.
Para retornar a los orígenes basta aplicar los principios que Fox promovió en su campaña y que fueron en su momento muy claros.
Seguridad, educación, salud, campo, leyes fiscales, alimentación, entre muchos otros temas requieren ser modificados a fondo y cuanto antes posible. Pero ya basta de negociaciones estériles con el PRI y el PRD que se niegan a todo con la mira de tomar el poder en el 2006.
Guardadas las proporciones, este momento se compara al de la Unión Soviética en los ochenta cuando Mijail Gorbachov tuvo que desmantelar el aparato comunista para iniciar una nueva y esperanzada etapa política y económica.
No todo ha sido vida y dulzura en la ahora Rusia, pero lo cierto es que los comunistas marchan al son que les pongan los demócratas y no al contrario.
En cambio en México los grupos políticos tradicionales buscan su propio beneficio y desperdician la oportunidad histórica de darle a este país el giro político y el cambio econónomico que se merece y que se requiere en forma urgente.
Ya vimos el triste espectáculo de los priistas que echaron fuera a su lideresa del Congreso por mantener una actitud prudente y negociadora hacia el Gobierno de Fox. La señal es clara: de aquí en adelante duro y a la cabeza en contra de todo aquello que respalde el proyecto foxista.
¿Se puede construir un país en tales condiciones? ¿Qué espera el presidente Fox para hacer valer la autoridad y el mandato que le dieron los electores para enderezar a México?
El autor es licenciado en Comunicación por la Universidad Iberoamericana con maestría en Administración de Empresas en la Universidad Estatal de San Diego.
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