“Los que más destacan por su cinismo... vienen a Roma como a una alcantarilla.”
Salustio
La información disponible sugiere que la semana que viene se firmará el acuerdo sobre el campo entre el gobierno de la república y el grupo de organizaciones políticas —como la Confederación Nacional Campesina, El Barzón, el Congreso Agrario Permanente y El Campo no Aguanta Más— que afirman representar a los campesinos mexicanos. La Secretaría de Gobernación ha aceptado incrementar de forma significativa los subsidios al campo y buscar unos acuerdos paralelos al Tratado de Libre Comercio de América del Norte para restringir las importaciones de maíz blanco y frijol que estaban programadas para quedar liberadas en el 2008.
Hay un perdedor claro en estas negociaciones: los contribuyentes y consumidores mexicanos, los cuales tendrán que aumentar los subsidios al campo y cubrir precios más altos por los productos que consumen. Hay también un ganador neto: las organizaciones corporativistas del PRI y el PRD que han logrado imponer el acuerdo al gobierno y que manejarán sin duda una parte importante de los subsidios. Pero hay un grupo de la sociedad que no se beneficiará: los campesinos, en cuyo nombre se está firmando el acuerdo.
Ni los subsidios ni el proteccionismo ayudarán a poner fin a la pobreza de los campesinos mexicanos. La experiencia nos dice que la mayor parte de los subsidios se quedan en la burocracia. Esto es particularmente cierto en los que se dedican al campo. Ahí está el caso de Banrural, la organización creada para otorgarle crédito a los agricultores mexicanos. Este banco no sólo ha quebrado y nos ha dejado a los contribuyentes con una deuda de 40 mil millones de pesos, sino que de cada seis pesos que le hemos entregado dedicaba cinco a sostener su burocracia y sólo uno para otorgar financiamiento al campo.
El proteccionismo no hará tampoco nada para mejorar la situación de los campesinos mexicanos. A lo largo de los últimos años se han hecho, es verdad, significativas importaciones de maíz amarillo y de frijol de los Estados Unidos; pero éstas simplemente han servido para compensar los faltantes de la producción nacional que es deficitaria, especialmente en maíz amarillo, el cual se usa como alimento para ganado. Los acuerdos paralelos, si es que se convence a Estados Unidos y Canadá de firmarlos, no impedirán que las importaciones sigan compensando esta producción deficitaria. Si se detienen las importaciones, se producirá un aumento importante en los precios de los alimentos en México. Pero debido a que los campesinos nacionales más pobres no producen maíz y frijol para vender sino para el autoconsumo, no recibirán beneficio de este aumento, el cual sí afectará a los sectores más necesitados del país que consumen mayormente estos alimentos.
Las organizaciones corporativistas, por supuesto, están celebrando. Sus dirigentes consideran esta negociación como un gran triunfo. Presumen de haber doblegado al gobierno para obtener concesiones que en un principio éste había negado porque resultaban onerosas para el país sin darle ningún provecho a los campesinos. La Secretaría de Gobernación, encargada de llevar esta negociación del lado del gobierno, se ha visto obligada a ceder para evitar nuevas manifestaciones y protestas. Pero al final es fácil ceder cuando el contribuyente debe pagar el costo.
El acuerdo para el campo es una nueva demostración de que México sigue cayendo en el populismo. Ante un problema real, la pobreza del campo, los dirigentes de grupos corporativistas exigen más dinero para sus organizaciones y mayor proteccionismo comercial. Nadie ha querido siquiera tratar el tema fundamental: cómo aumentar la productividad del campo mexicano para generar más riqueza para todos. Pero no, los grupos corporativistas no se interesan en la productividad sino únicamente en sacarle más dinero al gobierno.
La semana que viene, cuando finalmente se dé a conocer el acuerdo sobre el campo, la CNC, El Barzón, el Congreso Agrario Permanente y El Campo no Aguanta Más se vanagloriarán de haber obtenido un importante triunfo político a costa de un gobierno de derecha. Una vez que se aplique el acuerdo, sin embargo, nos daremos cuenta de que la situación de los campesinos más pobres no mejora. Por el contrario, el país se empobrecerá más mientras los líderes campesinos aprovechan su renovada influencia política.
CANADÁ DICE NO
El embajador Keith Christie ha señalado que Canadá no está dispuesto a renegociar el TLCAN. Y es lógico. Si un país reabre una parte del acuerdo, los otros buscarían renegociar otras partes. Al final el tratado se desplomaría y México sería el principal afectado.
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