Espectáculos Rob Reiner Entrevistas FÁTIMA BOSCH Conciertos SERIES

Adal es más chistoso en televisión

Gabriel Bauducco

México, DF.- Tal y como puede imaginárselo, viene con una chamarra y su gorra en la cabeza. Con su metro setenta -o menos- de gracia popular y su cara que uno supone, en cualquier momento de la charla ha de convertirse en una fábrica de mohines, algunas veces graciosos. Pero Adal Ramones, prototipo televisivo de sujeto chistoso en México, no vino a la cita. O al menos, dejó en otra parte todo aquello que lo convierte en el sujeto de la televisión: su sonrisa permanente, su ánimo dicharachero, su manía de querer ser siempre gracioso a costa de recursos no siempre efectivos.

El hombre está sentado en un inmenso sillón Chesterfield de peluche negro; modernidades de un estudio de fotografía en La Condesa, en la Ciudad de México. El hombre está quieto. El hombre guarda silencio.

Será que el fin de año se le ha venido encima con espíritus de balance. Será que de verdad el tipo de la televisión, no ha llegado hoy aquí, porque lejos de las cámaras, nomás no existe. “El de la televisión no soy yo, es mi alter-ego, más bien”, dirá un rato después.

Definitivamente. El conductor del programa Otro rollo -un show donde llegan invitados, tocan bandas, él entrevista gente y muy seguido uno tiene la sensación que las cámaras espían a un grupo de amigos que se divierten- que transmite Televisa por canal cinco los días martes y Unicable los viernes, es la clara expresión de lo que la televisión permite: alguien puede inventar un personaje que lo mismo le permite vivir de eso, que soportar su vida fuera de las cámaras. Cada semana cuando sale del aire, Adal Ramones ha de sentir un cataclismo de emociones que lo devuelven a su vida de hombre tímido, a veces miedoso, familiero, dice que reposado. Cuestiones propias de su edad podrán pensar muchos. ¿Qué edad? Pues la que uno le calcula, porque de plano él no la dice. La cachucha oculta los cambios propios en la cabellera de muchos hombres, su abdomen da claras muestras de que la primera década de juventud que sigue a la adolescencia, abandonó ya su cuerpo. “No digo la edad porque Ariana Azcárraga me pidió que no lo hiciera. Fue un día que me mostró un estudio que habían hecho sobre la cantidad de jóvenes que siguen el programa”, cuenta.

Pero, eso sí, tiene claro que ha vivido la vida entera con ansias de niño. Tenía 12 años cuando metió a su hermano menor a la regadera, para evitar que se durmiera una noche de navidad antes de que Santa Claus llegara con los regalos. “Yo mismo me quería quedar despierto hasta ver a Santa. Creo que me había convertido en un niño terrible, capaz de hacer cualquier cosa por no dormirse. Pero indefectiblemente me rendía. Mi papá me decía que en lo que yo pestañeaba, pasaba Santa y me aventaba sus polvos mágicos para que me durmiera y no pudiera verlo. Entonces le inventaba a mis hermanos que yo sí lo había visto”, recuerda.

Ya de adulto la navidad fue “otro rollo” para Adal. Y comprar los regalos para la nochebuena era un asunto que él resolvía casi-casi con ímpetus de trámite, como si se tratara de una obligación. “Entonces iba a una tienda donde pudiera comprar los regalos para toda la familia en un mismo lugar. Pero llevo cinco años de casado con Gaby, y casi diez de conocerla. Ella es una... ¡fanática de la navidad! Tiene el trencito junto al árbol de navidad, un Santa que se mueve y fuma de la pipa, otro que está en el retrete. ¡Me vuelve loco! Pero fue también ella la que me explicó que si yo tuve una buena infancia y buenas anécdotas de navidad, también tenía la obligación de transmitirle eso a nuestra hija”

¿De verdad una buena infancia?

Clarooo. Recuerdo que una vez mi papá me compró una bicicleta y la escondió en el baño. Se pasó horas dando todo tipo de señales para que yo fuera solo al baño y me diera cuenta. Todo el mundo, todos mis hermanos ya habían entendido, menos yo. Hasta que por fin me lo dijo, y cuando por fin la usé, me caí y me rompí la cabeza, (se ríe, disfruta el recuerdo). Otra vez, mi papá le había regalado un triciclo choper a uno de mis hermanos. Pero al día siguiente mi papá se echó en reversa con el coche, no lo vio y... ¡lo hizo pedazos! Yo era terrible. Hacía miles de travesuras. No metíamos en casas ajenas, nos llevábamos los postres y metíamos el perro a que hiciera relajos en la sala. Pero nunca fuimos ladrones, eso no. Bueno (hace una pausa)... una vez (sonríe).

¿Perdón?

Es que el papá de Judith Grace (que es una conductora muy, muy conocida en Monterrey) tenía un supermercado. Y había una pasta de dientes que hace muchos años tenía una promoción que junto con la pasta, te regalaba un títere de mano de Warner Brothers. El coyote, el zorrino, el conejo. Entonces a mí se me ocurrió la genial idea de hacer negocio con eso. Dije: vamos, nos lo robamos, montamos shows en las casas, y cobramos cincuenta centavos por eso. ¡Era un Negocio Redondo! Ya teníamos muchos de los personajes, pero éramos ambiciosos y los queríamos todos. Entonces fuimos por los dos o tres personajes que nos faltaban. Y... el papá de Judith nos atrapó. Fue un escándalo.

Al verte y oírte aquí, no puedo evitar pensar que el “Adal Ramones” de la televisión, es una caricatura de ti.

Bueno (hace una pausa)... es como mi alter-ego. Soy una persona realmente muy tímida. Y parte de tanta comicidad, se debe a que quería vencer la timidez. Yo no podía acercármele a una chica para platicar, cuando estaba en la primaria. Había una que me encantaba: Laura Esther Trujillo Valdez. Soñaba con ella, pero no me atrevía a hablarle. Y si por alguna razón ella me hablaba a mí, yo me derretía. ¿Sabes?, soy caricaturista. Y la mayoría de la gente no lo sabe. Y como yo hacía dibujos para mis amigos, todo me buscaban por eso. También me encantaba que en los actos escolares de la primaria, la maestra dijera: “a continuación, un sketch escrito, actuado y dirigido por Adal Ramones”. ¡No sabes cómo me gustaba eso! Yo deseaba con toda mi alma convertirme en Johnny Carson, porque lo admiraba. Y ya desde hace muchos años también David Letterman. Pero... es verdad, debo reconocer que ese que aparece en la televisión, no soy yo, sino mi alter-ego.

Algo que ha de molestarte muchas veces, supongo.

Pues... me espanto. Porque es un alter-ego que cuando está al aire dice-hace-deshace de una manera que yo no soy en mi vida. Pero eso me da equilibro porque no podía vivir siendo tímido todo el tiempo. Soy tan tímido... no me gusta estar con la gente.

Pero la gente ha de exigirte que seas el Adal de la tele.

Exactamente. Y es muy difícil, porque no puedo serlo. Y me pasa algunas veces que -como en El Salvador- tengo que pararme frente a 12 mil personas. Y me da pánico de salir del camerino.

¿Qué te molesta del Adal de la televisión?

Nunca había contestado eso... me encantaría estar nada más atento a mi trabajo. Sin embargo estoy pendiente del audio, de la banda, de la luz, de las cámaras, de... un chico del público que se pone a hablar fuerte por celular.

Porque el Adal de la tele parece un tipo bastante neurótico.

Sííí, eso, la neurosis. Hace tiempo me veía muy seguido, me grababa parar verme. Estaba muy preocupado por los detalles y nada más hacía bilis. Mira, vamos en vivo. Y los errores son un riesgo de los programas así. Pero nos va muy bien. Llevamos casi nueve años al aire y seguimos en prime time. Eso, definitivamente, es una buena señal.

¿Dentro de diez años seguirás haciendo Otro Rollo?

Mira, es que (lo piensa un segundo)...

Porque, ya chole, ¿no?

En Estados Unidos Johnny Carson duró más de veinte años. David Letterman por ahí anda. Este tipo de programas son de largo aliento. Son programas que se vuelven clásicos. Aquí en México no tenemos esa costumbre. No los dejamos durar tanto. Yo les he preguntado a los ejecutivos de la empresa hasta cuándo piensan tener este programa. Y ellos dicen que hasta que yo quiera.

¿Y después qué?

Yo toda la vida quise hacer sitcom. Bueno, en realidad, toda la vida quise hacer cine. Ahora se me dio. A principios de 2004 se estrenará Puños Rosas, una película de Beto Gómez de la que participé. Pero yo seguiré en la tele mientras la gente quiera ver a un conductor que se aviente del trapecio y tenga un monólogo ocurrente y una entrevista dinámica. A mí nunca me gustó la idea de un programa con un presentador de esmoquin. Siempre creí más en el conductor que se puede embarrar de dulce una noche mientras una cebra le lame el trasero para quitarle el chocolate.

Viéndote entrevistar a algunas personas uno se pregunta qué buscas, porque algunas veces eres adulador en exceso. Y otras, de plano, te pasas de lanza.

Normalmente, estoy más preocupado por el todo del programa que a veces la hago a un lado. Creo que de diez entrevistas que hago, cinco son buenas, tres regulares y dos pésimas. Hay gente que dice que no dejo hablar a los entrevistados. Y eso es porque tengo un reloj en la cabeza, entonces voy contando el tiempo que pasa sin un buen comentario. Esa es la verdad. Porque luego, cuando ves las planillas de rating minuto a minuto, te das cuenta que la gente reacciona de acuerdo a lo que va pasando. Es la presión de conseguir una explosión.

¿Será que cuando acabe Otro Rollo habrá llegado la hora de ser el Adal de verdad?

Quién sabe, quizá a la empresa nomás no le interese. Quizá le gente cambie de canal.

Insisto: Tú no eres el de la televisión. Entonces, ¿cómo eres?

Soy... una persona que tiene muchos temores. Primero tenía miedo de no llegar a ser lo que yo quería ser. Después cuando me di cuenta que sí, que probablemente yo podría llegar a hacer esto, que es lo que soñaba, el miedo era: ¿cómo voy a comer?, ¿quién me va a pagar para hacer estas estupideces? Yo veía cómo se esforzaba mi papá para apoyarme. Iba a verme en todos los sketches de la escuela. Y luego también me metí mucho en el teatro. Hice Las Nubes de Aristófanes, Calígula de Albert Camus, Fin de Partida de Samuel Becket, El Ávaro de Moliere. Mucho teatro experimental y clásico. Pero yo decía: ¿a poco voy a vivir de esto? Y mi papá era feliz de verme feliz. Yo estudié comunicación. Para mi papá eso era algo abstracto, pero seguí pagando.

Tu papá nunca llegó a verte “en las grandes ligas”, ¿te pesa?

Mucho (de repente, aquel tono cordial y ágil con el que venía hablando, se interrumpe. Y este Adal que sin ser el de la televisión tenía un tono jovial, se vuelve melancólico, se vuelve otro)... yo sufro mucho por eso. Ese es uno de los problemas más graves que tengo. Al grado que de haber tenido que tratarme profesionalmente. No he podido superarlo. Tengo una gran rabia. Una rabia interna que jamás expreso. Soy un tipo muy gregario, ¿sabes? Cuando voy a Monterrey me gusta estar en casa de mi mamá, o de mis amigos. No me gusta pasearme. Pero una vez estaba en un restaurante con mi mamá. Y de pronto me pidieron autógrafos y fotos. Entonces me levanté de la mesa y fui con esas personas. Pero cuando regresé con mi mamá, ella se estaba secando las lágrimas. Y me dijo: qué daría yo porque tu papá hubiera visto esto (hace una pausa). Ahora van a poner mi figura en el museo de cera... ¿y mi papá dónde está? Este año gané en Miami el premio a mejor conductor de Latinoamérica... ¿y mi papá dónde está? Cuando entrevisté a todos los candidatos a la presidencia de la nación, pensaba que mi papá estaría como pavo real. Todo lo que yo hacía de niño era para satisfacerlo a él.

Y eso te trae problemas ahora.

Sí, claro. Me trae problemas para satisfacerme a mí. Estoy haciendo la obra de teatro Sueños de un Seductor; hace muchos años mi papá y yo la vimos juntos. Yo apenas estudiaba teatro. Y le prometí que, algún día, la iba a montar. En esa época yo ni siquiera sabía que para poder hacerlo tendría que comprar lo derechos en Estados Unidos. Ahora estrenamos en el Teatro Insurgentes, gigantesco. Y mi papá no está para ver que cumplí la promesa que le hice algún día. Entonces... sí, me pesa mucho, es un hueco grande en mi vida, algo que tengo que superar.

¿Lloras todavía?

Mucho. Ahora estoy tratando de aguantarme (pero no lo consigue). Veo a los amigos que tienen a los padres vivos y les digo: maestro, arregla todas tus cosas para que no queden maletas sin cerrar. Yo sé lo que te digo. Porque tengo asuntos sin cerrar y me duelen mucho. Es muy pesado estar dándole cuentas a un padre que ya no existe. Es muy feo (entonces Adal, que había prometido no llorar, nomás rompe su promesa).

Regio de corazón

Adalberto Ramones nació en Monterrey. Estudió ciencias de la comunicación en la Universidad regiomontana. Pero hace muchos años decidió viajar al DF para probar suerte. Y, aunque tuvo que pelearla bastante, no le ha ido tan mal. Claro, eso sí, siempre más o menos dentro del medio, pero ha hecho de todo.

Fue gerente de eventos especiales en Cablevisión.

Aunque no sabía absolutamente nada de deportes reportó para el programa Cable Deporte. Se incorporó al equipo de trabajo del programa Zona Pública, en Tele Hit.

Más tarde, ahí mismo, produjo y condujo el programa Trazos Locos. Hasta que un buen día consiguió que aceptaran hacer la versión primera de Otro Rollo en la televisora de Puebla. Hasta ahí viajaba cada lunes para hacerlo.

Cuando llevaba un tiempo al aire, armó un compilado y lo presentó a las autoridades de Televisa. En un principio, el programa pasaba sólo por el sistema de televisión Sky, antes de llegar al aire.

Leer más de Espectáculos

Escrito en:

Comentar esta noticia -

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de Espectáculos

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Clasificados

ID: 65880

elsiglo.mx