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Addenda/En defensa de Salinas

Germán Froto y Madariaga

La presencia en México de manera permanente del ex presidente Carlos Salinas de Gortari, ha desatado una polémica que va desde el absurdo de especular sobre si tiene derecho o no a permanecer en el país, hasta las consideraciones sobre su participación en política.

Se mezclan en este debate aspectos que deberían diferenciarse. Pero ya sea con dolosa intención o por un coraje que a mi juicio no está suficientemente sustentado, hay quienes cuestionan a Salinas aduciendo pobres razones.

Cabe señalar que para juzgar la obra de un presidente, como la de un gobernador o alcalde se requiere tiempo y distancia. En el momento y por lo común, todos reciben un trato injustamente negativo; porque la constante en el quehacer público es la incomprensión entre la mayoría del pueblo que se mueve en base a percepciones no siempre acertadas.

Esas percepciones son, en no pocas ocasiones, generadas por los medios de comunicación cuya función si bien es la de informar al pueblo de lo que acontece en el país, los hay que tienden a magnificar la información, a tergiversarla u ocultarla, por razones de muy diversa índole.

Ha habido casos en que los medios de comunicación se mueven en un determinado sentido y la opinión pública en el opuesto. Bástenos con recordar el caso de Bill Clinton, a quien la mayaría de los medios norteamericanos vapulearon por el asunto de su “relación impropia” y sin embargo la mayoría del pueblo lo seguía apoyando. Porque no le importaba lo que él había hecho con Mónica, sino el hecho indiscutible de que la economía norteamericana marchaba bien.

Si traemos de la memoria el caso que nos tocó muy de cerca del profesor Óscar Flores Tapia, recordaremos cómo dejó la gubernatura, cuestionado por muchos y sin embargo, fui testigo de la forma en que, en vida, se le tributó un homenaje al que asistieron Tiros y Troyanos reconociendo lo que don Óscar hizo en su administración.

Pues bien, hay dos hechos importantes que se le imputan a Carlos Salinas. Uno, es el famoso error de diciembre, que generó la crisis del 95. Otro, el escándalo que protagonizó su hermano Raúl, al que se encarceló por su presunta participación en la desaparición del entonces diputado Muñoz Rocha y porque le descubrieron cuentas millonarias en el extranjero.

En el primer caso, justo es señalarlo, Salinas no fue el culpable de la causa que generó la salida en masa de capitales nacionales y extranjeros. Quien incurrió en ese yerro mayúsculo fue el entonces secretario de Hacienda Jaime Serra, que a duras penas si logró permanecer en el cargo más de quince días, porque habiendo iniciado su gestión el primero de diciembre del 94, para el día veinte de ese mismo mes estalló la crisis y fue inmediatamente removido de su cargo.

No fue pues, Salinas el causante de la crisis y si analizamos con objetividad ese hecho tendremos que admitir que el responsable último de la conducción de la economía nacional era Ernesto Zedillo. Por tanto, ante el pueblo era él a quien le era imputable cualquier tipo de responsabilidad.

Como se comentara en su momento, un poco en broma un poco en serio, los zedillistas sostenían que los salinistas les habían dejado la economía prendida con alfileres, a lo que estos últimos respondían: “Y si así era, ¿para qué le quitaron los alfileres?”.

Mientras estuvo en el cargo Carlos Salinas, la economía creció y se mantuvo estable; el país alcanzó un buen nivel de desarrollo y se puso en operación el Tratado de Libre Comercio, que con todos sus asegunes ha venido funcionando a lo largo de más de diez años.

La mayoría de las modernas carreteras son obra de Salinas e instituciones que vinieron a consolidar avances en el sistema democrático, como el IFE, nacieron al impulso de su administración.

Fue un presidente fuerte y muy respetado en el extranjero.

Quizá su error haya sido no haber frenado los abusos en los que incurrió su hermano Raúl. Porque no se puede pensar que éste hacía y deshacía a espaldas de Carlos. Pero aún en ese supuesto hay que recordar que las responsabilidades de tipo penal son personalísimas y por tanto intransferibles. Además, Raúl se encuentra preso y enfrenta un proceso penal que se ha prolongado demasiado y hay quienes sostienen que no existen elementos contundentes para lograr una sentencia condenatoria en su contra.

Tal vez podríamos aplicarle a Raúl aquella histórica respuesta que don Luis Cabrera le dio a aquel diputado al que desde la tribuna de la Cámara acusaba de ratero, a lo que el señalado le gritó, tratando de defenderse: “Pruébemelo”; y don Luis, ágil de mente como era, le respondió: “Lo estoy acusando de ratero, no de tonto”.

Porque efectivamente, de una actividad lícita no pueden haber salido tantos millones de pesos; pero aún existiendo una fuerte presunción de que incurrió en actos ilegales es necesario probar el origen ilícito del dinero para fundar una sentencia.

Ahora bien, Carlos Salinas está en todo su derecho de estar en México si ha decidido residir en el país, pues es mexicano y no existe en su contra causa alguna que se lo impida. Como tampoco hay elementos para impedirle que participe en política, ni está excluido del Partido Revolucionario Institucional, suponiendo que en el mismo quisiera seguir militando.

No debemos como sociedad satanizar a nadie, ni emitir juicios personales condenatorios, porque para eso hay tribunales y jueces facultados para aplicar sanciones y penas.

Los héroes y los villanos los hace la historia y el pueblo mismo está sometido a ese juicio. ¿O qué acaso quienes participaron en la Revolución del 17 no lo hicieron violentando la Constitución del 57? Pero, como dijera Rodolfo Ihering, al abordar el derecho de los pueblos a la revolución: condenados ante el tribunal del derecho, apelan al tribunal de la historia para legitimar su causa.

La administración salinista será sometida en su momento al juicio de la historia. Pero hoy Carlos Salinas, el hombre, tiene derechos que le deben ser respetados.

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