Si los atentados de septiembre del 2001 significaron un golpe en seco para las compañías aéreas del mundo entero, la guerra de Iraq está a punto de convertirse en el tiro de gracia para un buen número de ellas.
La gran incógnita es si los gobiernos volverán una vez más al rescate de las compañías que operan en sus países o si las dejarán morir con el ánimo de que sobrevivan aquellas que logren ser autosuficientes en base a productividad y calidad de sus servicios.
El fenómeno en Estados Unidos es contrastante. Por un lado muchas empresas operan en quiebra o en números rojos como United y American Airlines, pero otras como Southwest y la jovencita Jet Blue crecen en medio de la adversidad a base a tarifas muy atractivas, servicios diferenciados, personalizados y con bajos costos.
Si la guerra del Golfo Pérsico provocó pérdidas acumuladas a las aerolíneas por 6,100 millones de dólares de 1990 a 1992, en esta ocasión las hostilidades de Iraq junto a la psicosis que despierta la posibilidad de nuevos atentados terroristas llevarán a este sector a una bancarrota generalizada.
Por primera vez en mucho tiempo se menciona en el vecino país la palabra “nacionalización” como una salida emergente que podría significar la solución para rescatar a este sector moribundo.
Versiones optimistas opinan que si se confirma una victoria contundente sobre Saddam Hussein se generará confianza por volver a viajar, se restablecerá la economía y por ende las compañías aéreas resurgirán de entre las cenizas.
Pero la historia dice otra cosa, en los noventa la industria tardó prácticamente cinco años en recuperarse luego de la guerra del Golfo Pérsico a pesar de que en esa ocasión el triunfo norteamericano fue claro y no existía el antecedente de los ataques a las torres gemelas de Nueva York y al edificio del Pentágono en Washington.
Además de la caída de pasajeros del 9.3 por ciento en los últimos dos años, las aerolíneas sufren los efectos del aumento del combustible de más del cien por ciento y de un incremento en sus costos de cuatro mil millones dólares por las diversas medidas de seguridad adoptadas desde el trágico 11 de septiembre.
Las pérdidas financieras sumaron 7,700 millones de dólares en el 2001 y 9,500 millones en el 2002 contra utilidades de 2,600 millones de dólares en el año 2000.
Por si fuera poco la deuda de las aerolíneas yanquis anda sobre los 100 mil millones de dólares lo que significa que la capacidad de endeudamiento está agotada. De ahí que, dicen los expertos, el probable escenario de nuevas quiebras, liquidaciones y una nacionalización forzada del sector no resulta nada irreal.
En México el panorama es igual de dramático a pesar de que la industria aérea no tiene tan grandes dimensiones. Pero hay puntos claves a cuidar y atacar de inmediato antes de que sea demasiado tarde.
En Estados Unidos las empresas aéreas eliminaron desde la crisis terrorista 75 mil empleos, redujeron 2,100 vuelos diarios y ajustaron sus tarifas en términos reales un 15.4 por ciento del año 2000 a la fecha.
Mientras la empresa Jet Blue ofrece vuelos diarios de Los Ángeles a Nueva York por 119 dólares y Southwest lo lleva por 79 dólares de San Diego a Chicago, en nuestro país las aerolíneas cobran 200 dólares por un vuelo Tijuana-México y cerca de 175 dólares por un boleto sencillo de México a Cancún.
Aeroméxico y Mexicana reportaron en el 2002 pérdidas por alrededor de 150 millones de dólares contra unos 36 millones de dólares registrados en el 2001. Ambas aerolíneas ajustaron personal, renovaron sus flotas y quitaron servicios, pero no hicieron gran cosa por retener el volumen del pasaje como ocurre en Europa y Norteamérica.
Un dato que ilustra lo anterior es el siguiente: el porcentaje de ocupación en los países desarrollados es del 72 por ciento contra el 61 por ciento de las dos principales aerolíneas mexicanas.
La atención y puntualidad de las líneas mexicanas mejoró notablemente en años pasados, pero no así sus tarifas como tampoco la comodidad y versatilidad de sus aviones. En los últimos meses la calidad de los alimentos decayó al tiempo que han empezado a recortar los beneficios para el viajero leal y frecuente.
Por su importancia y el tradicional apoyo oficial resulta muy difícil que las compañías mexicanas se vayan a la quiebra. Tampoco sería deseable porque el impacto en los negocios, turismo y la economía regional sería espantoso como ya ocurrió en alguna ocasión.
No obstante el sector aéreo en México está obligado a renovarse y a romper el actual oligopolio a través de facilitar la entrada de nuevos jugadores, especialmente de aerolíneas locales que puedan servir con mayor eficiencia y prontitud.
Mientras tanto las aerolíneas nacionales, en especial las dos grandes, tienen que ponerse las pilas y entrar a ofrecer tarifas realmente económicas con el ánimo de atraer más pasajeros y por ende ingresos y utilidades. No hay justificación para tener en México tarifas aéreas tan caras como ocurre en teléfonos y celulares, pero de ese tema ya hablaremos en un futuro.
* Licenciado en Comunicación por la Universidad Iberoamericana con Maestría en Administración de Empresas en la Universidad Estatal de San Diego. Comentarios a josahealy@hotmail.com