Christchurch (Nueva Zelanda) (EFE).- La teoría de que los chinos fueron los primeros pobladores de Nueva Zelanda se ha reforzado con los recientes descubrimientos del arqueólogo británico Cedric Bell, lo que resolvería el enigma que envuelve a los descubridores de ese archipiélago.
Bell, que comenzó sus excavaciones en las costas neozelandesas hace diez años, afirma que ha encontrado pruebas sólidas de que navegantes chinos fueron los primeros humanos en pisar ese territorio hace 2.000 años.
El historiador basa sus aseveraciones en el hallazgo de los restos de una ciudad amurallada situada donde hoy se encuentra el Jardín Botánico de la ciudad de Christchurch (Isla Sur), a 400 kilómetros al sur de Wellington.
Con una comunidad de 4.000 habitantes, esta ciudad sería la capital de los colonizadores chinos en la región y uno de los 30 lugares donde Bell dice haber desenterrado vestigios de la presencia de aquellos navegantes hace dos milenios.
Este descubrimiento es el colofón de una serie de investigaciones que comenzaron en febrero, cuando Bell halló los restos de un junco chino en la playa de Wakanui, a 480 kilómetros al sur de Wellington, y que datan de 1422, según las pruebas realizadas con el carbono 14.
Bell también afirma tener restos de presas y una serie de canales en la Isla Sur, construidas para comunicar entre sí los diferentes ríos de la región con los lagos vecinos.
El objetivo de este sistema hidrográfico sería facilitar la navegación de los juncos para llevar a cabo la prospección de oro y otros minerales en la región.
Aunque reconoce que su trabajo no está aún en condiciones de ser reconocido por la comunidad científica, señala que su tesis viene a completar la del autor Gabin Menzies en su libro "1421: el año en que China descubrió el mundo".
La hipótesis de Menzies es que en esa época la dinastía Ming se propuso colonizar el mundo y organizó al menos cuatro flotas, con un millar de naves.
De esta manera, los chinos habrían llegado a Perú antes de que lo hicieran los españoles, para dirigirse después hacía el Pacífico Sur y Nueva Zelanda.
Ambas teorías se añaden a otras como la del académico australiano Robert Langdom, quien en 1975 aventuró que los primeros visitantes de Nueva Zelanda fueron un grupo de marinos españoles.
O la de quienes defienden un descubrimiento celta, basándose en los restos de un círculo de piedras verticales en Dargaville, a 750 kilómetros al norte de Wellington, y que se asemejarían a la famosa formación de Stonehenge, en el Reino Unido.
La historia oficial vigente en Nueva Zelanda es que no existían seres humanos en esas tierras hasta la venida de los primeros polinesios, los pacíficos morioris, que serían exterminados por los maoríes, el grupo polinesio que les siguió.
Sin embargo, no existen fechas ni datos concretos de estos oscuros periodos, que han llegado hasta nuestros días gracias a la tradición oral.
Lo que sí es un hecho es que la colonización europea comenzó después de que en 1642 el holandés Abel Tasman diera el nombre actual a estas tierras sin molestarse en desembarcar de su nave.
Muchos investigadores denuncian que el "mito" de que los polinesios son los neozelandeses originales no es más que una cesión política a la comunidad maorí, que ha recibido compensaciones millonarias del Gobierno por los presuntos daños cometidos por los colonos europeos.
Esta corriente cita que la clave para resolver este "fraude histórico" está en las ruinas de Dargaville, hoy cerradas al público, y donde en 1988 se efectuó una investigación que el Gobierno obligó a mantener en secreto hasta el año 2063. EFE
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