Punto de Inflexión.- Salvo para sus víctimas, el calificativo de “guerra” le queda grande al conflicto que acaba de tener lugar en Iraq. La desproporción de poder de los adversarios fue descomunal. Se trató de una campaña relámpago de la hiperpotencia en un país pequeño y subdesarrollado -el concepto de blitzkrieg viene como anillo al dedo. Hubo escasa capacidad de resistencia de los invadidos, bajas mínimas entre los atacantes (apenas 149) pero al menos 25 veces más entre los atacados y eso sin contar a los civiles. Sin embargo, la importancia cualitativa de lo que acaba de ocurrir en el Oriente Medio rebasa con mucho la suma de los eventos militares y de los aspectos económicos —el control de la segunda reserva más importante de petróleo del mundo. El verdadero significado de la conquista de Iraq por Estados Unidos no está en las áreas de lo militar o de lo económico sino de lo político en su sentido más amplio; se trata de un punto de inflexión en la construcción de un orden internacional para el siglo XXI; un orden donde la bipolaridad de la “Guerra Fría” da paso a la unipolaridad del “Nuevo Siglo Norteamericano”.
Claves.- Poco antes de derribar de su pedestal a la enorme estatua que el tirano de Bagdad levantó en homenaje a sí mismo en el centro de esa legendaria ciudad, un marine norteamericano cubrió el rostro del antihéroe con la bandera de las barras y las estrellas. La simbólica acción fue transmitida en vivo por la televisión a todo el planeta, y de las muchas reacciones que ese acto debió haber provocado entre los millones de espectadores, seguramente la sorpresa no debió de haber sido la más común, pues desde tiempo inmemorial los triunfadores celebran sus victorias colocando sus símbolos máximos -en este caso la bandera nacional — sobre los del vencido, sean éstos el Palacio Nacional de México en septiembre de 1847, o un destruido edificio público en Berlín en abril de 1945, o el monumento a Saddam Hussein en Bagdad en el 2003. Sin embargo, sí hubo finalmente una sorpresa: que el marine retirara casi de inmediato su bandera y que una grúa del ejército norteamericano procediera a derribar una estatua desnuda. Es claro que se emitió una orden para que esta vez el símbolo nacional del vencedor se distinguiera por lo conspicuo de su ausencia. Hecho tan novedoso, es una clave para explicar la naturaleza profunda del sistema internacional que se está construyendo a expensas de lo que se está destruyendo en la antigua Mesopotamia, una región que tantos conquistadores han visto ir y venir, pero donde la actual destrucción de palacios, ministerios, bibliotecas o museos, se antoja comparable sólo a la que ocasionaron los mongoles en 1258, y que por eso debe interpretarse como el deseo de los nuevos conquistadores de proceder a llevar cabo un castigo ejemplar, pero no en nombre de una nación sino, según ellos, de principios. Formalmente, la invasión de Iraq se ha producido no principalmente en nombre del interés nacional del país que la ha llevado a cabo -Estados Unidos- sino de una supuesta coalición internacional que dice defender el interés de la humanidad entera. Y eso a pesar de que el grueso de esa humanidad no dio ni ha dado su aval a la invasión. En efecto, en la práctica, la coalición de marras está formada sólo por dos países, uno de los cuales -Estados Unidos- es desproporcionadamente superior al otro -Gran Bretaña. Tan peculiar coalición justifica el carácter preventivo de su violenta acción militar en Iraq supuestamente guiados por el orden y la paz internacionales, no obstante que para llevarla a cabo fue necesario hacer a un lado a la organización internacional que agrupa a prácticamente todos los estados nacionales del orbe: A las Naciones Unidas (ONU). Dentro de la ONU, el organismo encargado justamente de tomar las decisiones sobre cuándo y cómo usar la violencia legítima en el plano internacional -el Consejo de Seguridad- fue declarado irrelevante por Estados Unidos que, ex post facto, procedió a crear un grupo ad hoc (Colombia, El Salvador, Nicaragua, etcétera) que le sirvió para justificar tanto la invasión como la ocupación sin límite de tiempo de Iraq (“durará lo que tiene que durar y ni un minuto más”).
El Castigo Ejemplar, Una Lección para Todos.- Tal y como se han desarrollado los acontecimientos, desde la perspectiva de los arquitectos del nuevo orden, si el Iraq de Saddam Hussein no hubiera existido, hubiera sido necesario inventarlo para llevar a cabo la “pequeña” guerra que, a un costo relativamente bajo, permitiera mostrar a todo el mundo en vivo y en directo, el enorme poder bélico norteamericano y dejar clara prueba de lo que le puede pasar a todos aquellos que se atrevan a desafiar los lineamientos que Washington considere que son los adecuados para el nuevo orden internacional.
La justificación de la invasión del castigo impuesto por la mayor potencia militar del planeta a un país insubordinado, rico en petróleo pero subdesarrollado, previamente derrotado (1991) y cuya población es de apenas 22 millones de habitantes, fue variando con el transcurso del tiempo, pero finalmente toda una lista de acusaciones se resumió en la naturaleza inaceptable de las políticas de su régimen, uno, por cierto, abominable. En efecto, se trataba de una tiranía brutal y descarada, montada en un partido autoritario y dominada por un criminal megalómano, que en materia de política exterior se empeñó en comportarse como un actor impredecible y violento, que agredió a sus vecinos -Irán y Kuwait- y que se propuso construir un arsenal de armas de destrucción masiva. Lo corrupto, brutal e irracional de Saddam Hussein, más la imposición de la minoría sunita sobre la mayoría shiita, permitieron a los dirigentes de la coalición americano-británica, legitimar su ataque preventivo como un esfuerzo de las democracias por liberar a los iraquíes de la tiranía para que, a partir de una ocupación desinteresada y liberadora, puedan proceder a construir un régimen democrático, federal, pluriétnico y pluricultural. Sin embargo, como los americanos y británicos tienen una larga historia de acomodo y condescendencia con tiranías similares o peores a la de Hussein, la verdadera razón de su acción debe buscarse en otra parte. Y la más lógica es la de aprovechar la debilidad e ilegitimidad del régimen iraquí para, de golpe, recomponer el gran tablero mundial. La reconstrucción física de Iraq va a ser financiada por el propio petróleo iraquí y va a beneficiar a los intereses del país que invadió, la reconstrucción política va a llevar a crear un Estado-cliente que sea útil a Washington para controlar a todo el Oriente Medio y a su petróleo pero, sobre todo, ya ha servido para dar una lección contundente no sólo a los otros “países problemáticos” del área -Siria e Irán- sino a todo el mundo árabe, a Corea del Norte que amenaza con seguir adelante con su programa nuclear, a las antiguas potencias rivales -Rusia y China-, a Francia y a Alemania y a la Unión Europea, a la OTAN, a la ONU y a todo el resto del mundo, incluido México.
La Etapa Superior del Imperialismo.- ¿Y cuál es la esencia del “Nuevo Siglo Americano” y del orden que se busca construir? Ya hay una buena literatura al respecto, pero no hay duda que apenas es el principio del debate sobre la naturaleza de esa gran reorganización del planeta que se inicia. Tras la Guerra del Golfo (1991) y justamente como consecuencia de ella, dos improbables autores, Antonio Negri y Michael Hardt -el primero un politólogo italiano en la cárcel y el segundo un norteamericano profesor de literatura- se propusieron abordar, desde una perspectiva de izquierda, el cambio que ha experimentado la naturaleza del sistema político mundial como consecuencia de la desaparición de la Unión Soviética y de la globalización económica. El resultado ha sido un libro lleno de ideas sugerentes y cuyo título Empire (Harvard University Press, 2000), es también el concepto alrededor del cual los autores tejieron una explicación de gran envergadura, totalizadora, sobre el orden internacional que está naciendo y que va a ser la esencia del siglo XXI. El concepto de Imperio lo asientan los autores en la realidad histórica de Occidente, de Roma al Sacro Imperio Romano-Germánico, y le dan una definición que va mucho más allá de la que corresponde a un término relacionado pero no equivalente: Imperialismo. El imperialismo es lo pasado, sostienen Negri y Hardt, lo futuro es el Imperio, así, con mayúsculas. Se trata de la búsqueda de un orden y una paz, en principio, universales y asentados en valores supuestamente imperecederos. El Imperio, como concepto, se define como un régimen o forma de poder y gobierno mundiales, donde las fronteras territoriales son casi irrelevantes, pues lo que busca es abarcar y ordenar todo el espacio “civilizado”. Y si bien en los intentos del pasado ese espacio fue, en realidad sólo una parte del todo -el mundo romano, por ejemplo-, hoy es efectivamente el planeta en su conjunto. En principio, el Imperio tampoco reconoce límites temporales; su forma de gobierno no pretende ser transitoria sino intemporal: De aquí a la eternidad, en ese sentido coincide con el concepto tan celebrado por los conservadores del “fin de la historia”, pero no es lo mismo. Finalmente, el objetivo del Imperio no es gobernar sólo ciertos aspectos de la vida entre las naciones sino la vida social de todas y cada una de las sociedades nacionales e incluso influir sobre la naturaleza misma del hombre, remodelarla para hacerla funcional con los fines del Imperio.
El Capitalismo Universal.- Si en Roma la esclavitud era la energía del Imperio, en la actualidad lo es el capitalismo global. La dinámica de ese capitalismo es la de expandirse hasta el último rincón del planeta y poner fin a las formas alternativas que aún quedan. Y sin duda que ese objetivo lo va a lograr, pero al alcanzarlo no necesariamente va a eliminar una de sus características históricas: La de sus crisis periódicas, que van a volver a presentarse y alguna bien puede convertirse en un cataclismo económico universal.
La Crisis Permanente.- En el esquema anterior, un país puede tener una posición dominante en el nuevo orden -como es el caso de los Estados Unidos-, pero el Imperio es más que el dominio de un estado nacional sobre otros; es una forma global de vida donde una clase que supera fronteras impone sus prioridades al resto de la humanidad. El Imperio, aunque terminará por abarcar el planeta mismo y se proponga consolidar la paz y el orden, en la práctica, está y seguirá asentado en la guerra y la sangre. Ningún imperio puede, en la realidad, lograr en la práctica ese estado de paz y orden que busca, pues siempre habrá quién lo desafíe. De acuerdo con Negri y Hardt, en realidad la crisis política y económica es y será el estado normal del nuevo orden y la paz un ideal inalcanzable.
Para Concluir.- Tras la derrota del talibán en Afganistán, de la ofensiva israelí en los territorios palestinos y de la caída de Bagdad —las pequeñas batallas—, el gran paisaje mundial es uno de dominio casi completo de Estados Unidos. Afganistán, Palestina e Iraq son sociedades ocupadas y ruinas físicas a merced de la “reconstrucción” planeada por Washington o Israel. La Unión Europea es una zona de éxito económico y en expansión -de quince miembros pasará a veinticinco— pero sin gran poder militar y la OTAN ha perdido la brújula política. Siria, Irán y Corea del Norte son sistemas disfuncionales pero amenazados, a la defensiva, lo mismo que las organizaciones fundamentalistas -y terroristas— islámicas y los países de donde ellas reclutan militantes y obtienen recursos, como Arabia Saudita. China, aunque formalmente socialista, es en realidad el gran campo de expansión capitalista -crecimiento del PIB del diez por ciento anual— y, por el momento, concentrado en su propia remodelación. África y América Latina, siguen estancadas y a merced de las grandes fuerzas del capitalismo global.
La evolución del nuevo Imperio, va a estar marcada por la forma como el centro del poder globalizador vaya a intentar resolver las muchas tensiones sociales y contradicciones a lo largo y ancho del sistema mundial. En cualquier caso, en las condiciones actuales, la paz y el orden seguirán como metas ideales, pero en la realidad lo que domina son el conflicto y el desorden, y si Negri y Hardt tienen razón, así seguirá por un buen tiempo.