Ninguna autoridad existe, tan cercana a las necesidades y angustias del pueblo, como la autoridad municipal. Entre los hombres públicos son los miembros de los ayuntamientos quienes conocen mejor a los ciudadanos de su comunidad. A la vez la gente sabe que un alcalde, regidor o síndico responsables representan el medio más seguro de satisfacer sus demandas colectivas.
Por eso las elecciones municipales suelen resultar tan animadas. La pasión que los electores ponen para hacer triunfar a sus candidatos no se observa en ningún otro tipo de comicios públicos. Y de ahí, también, que cuando los funcionarios fallan al incumplir sus promesas, o al no actuar con valentía en la defensa de los intereses locales, los electores se sientan defraudados e insatisfechos.
Los coahuilenses votamos el último domingo de septiembre del 2002 bajo en el común interés de elegir funcionarios municipales a la medida de nuestras esperanzas. Elegimos con plena conciencia, en un ambiente de libertad y legalidad, a quienes creímos capaces de responder satisfactoriamente a la expectativa social a través de la autoridad. En verdad nadie se detuvo para analizar la ideología o la seriedad de los partidos que avalaban las distintas ofertas políticas. Eran los candidatos quienes importaban: se les conocía desde tiempo atrás, de cerca o de lejos, directamente o de oídas, por sus antecedentes y por su conducta. Y resultaron electos los que fueron considerados aptos para encabezar nuestros esfuerzos comunitarios.
Ahora, los alcaldes, ayuntamientos y funcionarios municipales de la reciente camada, están pensativos pero actuantes frente al crucigrama de la vida pública e intentan resolver los acertijos que los ciudadanos empiezan a plantearles. Algunos, como Claudio Bress en Piedras Negras y Ernesto Saro Boardman en Ramos Arizpe ya conocían a fondo los problemas de su municipalidad. Ambos fueron rectores de su municipio hace seis años y concluyeron su trienio hace tres; no cambiaría mucho la problemática municipal en el transcurso de tres años y si acaso tuvieron la curiosidad de conservar testimonios escritos de su anterior gestión, podrán actuar con más seguridad que los que llegan como primerizos; los dos reelectos gobernarán por nota, con previo estudio de la partitura y tendrán prohibidas las notas desafinadas y las equivocaciones.
Por coincidencia, tanto Bress como Saro saltaron de la silla municipal a sendas curules en la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión. La experiencia legislativa debió haberles ilustrado sobre los intríngulis del proceso de aprobación del presupuesto federal, hayan participado o no de la comisión respectiva; así que ahora y durante los próximos años, podrán cabildear la dotación de recursos para sus necesidades municipales, con sólo caminar al paso que les marque el Gobernador del Estado quien seguramente, no va abdicar la responsabilidad de procurar ventajas no sólo a esos dos municipios, sino a los 38 que integran el territorio coahuilense. Humberto Moreira Valdez, flamante alcalde saltillense, entra a su primera responsabilidad electoral con el apoyo de la mayor parte de los electores. Encarna, por lo tanto, una sólida esperanza para Saltillo. No en balde se le llama “el hijo del pueblo” pues a través de su corta carrera política, en un país en que las narices respingadas miran mal la popularidad de los gobernantes, Moreira ha optado por alinearse al lado de la gente más necesitada de atención, obras y adhesión humana.
Esa popularidad, que unos cuantos llaman peyorativamente “populismo” es el handicap que un político sin notables recursos económicos puede aprovechar para llegar a las metas que se ha propuesto. Moreira fue un Secretario de Educación atento a las demandas de los padres de familia y de la niñez y juventud estudiosa; no ocultó su solidaridad gremial ni su responsabilidad oficial, las cuales supo empatar con pertinencia sin ocultar sus aspiraciones políticas tras embozos hipócritas.
Los nuevos alcaldes y diputados de filiación panista representan una incógnita ante la sociedad, a pesar de no constituir precisamente un fenómeno político insólito. Quienes los eligieron en diversos municipios saben por qué lo hicieron, pero los elegidos tendrán que demostrar que son dignos de esa distinción, además de ganarse la aceptación de quienes votaron a favor de otros candidatos. Y como decía Toño Estrada Salazar, veremos y diremos.