México, DF.- Esa verborrea que todos le conocen a Alejandra Guzmán, tan cercana a su sexualidad extravertida y a un espíritu hablador y desinhibido, no está presente en esta charla. Lo que hay aquí es, más bien, un mapa de la cantante, Una guía de sus emociones, una lista de sus añoranzas.
Lo que hay aquí es una Alejandra Guzmán que confiesa tristezas, que habla de cuánto le costó ser hija de Silvia Pinal -figura del cine- y de Enrique Guzmán -icono del rock nacional-. Alguien que revela su soledad de mujer famosa y su mala vida de épocas pasadas.
Así aprendió a vivir, construyendo su seguridad a fuerza de incertidumbres; y dándole forma a su mentada rebeldía para marcar a sus padres la ausencia que le hacían sentir durante la infancia.
Y una cosa extraña en su forma de hablar: aunque su apellido paterno es Guzmán, ella habla de sí misma como de “una Pinal”, como si llevar ese apellido fuera sinónimo de pertenecer a una dinastía de amazonas que reinan en el mundo del espectáculo.
Está mujer está tan acostumbrada a sus mohines de femme fatale, que ya no sabe qué hacer con su cuerpo cuando esas muecas no tienen cabida durante la conversación y mientras se toman las fotos. Alejandra Guzmán tiene 34 años y, a pesar de haber triunfado con su música tanto como era posible pensar, dice que desde los 18 años vivió “muy rápido”, y que, recién ahora, comienza a hacer su vida, a saborear sus éxitos y sus fracasos, a saberse “una Pinal”.
-Hora de hacer inventario.
“Mmmm.... hice muchas cosas buenas. Llegar tan rápido a un primer lugar es algo que nunca me imaginé. La gente... ¡me quiere! Y me quiere porque me han visto desde muy chiquita en la tele, porque sabe de quiénes soy hija. Cerca de los 19 años vivía yo como en una especie de mareo, porque me contrataban para muchas cosas... también me robaban mucho dinero. Pero a mí no me importaba, bueno, en realidad, no me daba cuenta. Si hasta me acuerdo de mi primera audición: canté New York, New York... y me movía como una marioneta (ahora repite la escena). He hice de todo, incluso teatro con mi mamá. Pero ser cantante, fue siempre mi espacio, mi identidad”.
-Y empezaron las sorpresas...
“Sí, la primera sorpresa que le di a todo el mundo fue tener a mi hija. Cuando estaba en la cumbre del éxito les dije a todos: ¿saben qué? ¡Estoy embarazada! Peleé a capa y espada por mi hija, porque muchos querían que yo la abortara. Gente a la que lo único que le interesaba era seguir ganando dinero conmigo. Ese fue mi primer gran shock. Abrir los ojos y darme cuenta de que personas que decían quererme, estaban conmigo por interés. ¡Me di cuenta de que esto es una industria! Y fui con mi mamá a decirle: ¿qué hago?. Y mi madre, muy tranquila, me dijo: ‘pero, m’hijita, yo tengo cuatro hijos y mírame, sigo con mi carrera. Así es que, ¿por qué no vas a tener uno tú?’”.
-¿Lo deseabas?
“¡Clarooo!, yo me moría de ganas de tener un hijo... me sentía tan sola. Fíjate que todas las Pinal han tenido hijos muy jóvenes y yo ya me había tardado. ¿Qué no funciona? (se mira entre las piernas). O ¿qué onda? Es más, después de hacer el amor me paraba de cabeza para quedarme embarazada a la fuerza. Y sí funcionó. Mi hija Frida, que ahora tiene diez años, es mi mejor éxito. Y además, aunque sea hija de Pablo Moctezuma, lleva mi apellido. ¿Por qué?, porque ella es ‘mi’ hija. Siempre he sido una madre soltera. Además, quería evitar trámites engorrosos hasta para que la niña pudiera salir del país conmigo. Así no tengo rollos. Si queremos viajar, viajamos. Ella sabe quién es su papá, lo ve y no tienen broncas. Pero cuando tenga 18 años que haga lo que quiera con su apellido”.
-Dijiste que la gente te quiere, entre otras cosas, porque te conoce y sabe de quiénes eres hija. ¿Cómo es “ser hijo de”?
“Para mí, es un gran orgullo”.
-Quítate el casete de las respuestas programadas y di la verdad.
“De veras lo es. Aunque, también es cierto que resulta muy fuerte, muy difícil. Cuando yo empecé mi carrera mucha gente me decía que le debía todo a mis papás. Es más, en algunos momentos llegué a pensar que ‘ser hija de’, en lugar de abrirme las puertas me las cerraba a veces”.
-Y sufriste por eso.
“Sí... sí sufrí (por un momento adopta un tono que casi nunca utiliza, algo nostálgico, un poco melancólico... y no me mira). Sobre todo porque estuve mucho tiempo sola. Cuando yo estaba en el colegio veía que todos los papás llegaban a ver a sus hijos... y a mí no... a mí nunca”.
-¿La historia se repite ahora con tu hija?
“Sí, ¡que horror!. En la escuela se burlan y le dicen que parece huérfana. Eso me duele. Ella tiene ¡mucha madre! (levanta la voz al decir esto. Pero inmediatamente regresa a ese tono suave, casi avergonzado)... pero una madre distinta. Sufro ahora por mi hija y sufrí de pequeña por mí misma”.
-¿Pensabas que tu papás no querían ir, que te querían poco, que...?
“Pensaba que... bueno, que ellos tenían su trabajo y por eso no podían ir a las fiestas de la escuela. Pero me dolía... al final un niño tiene sentimientos, ¡caray! Y tiene mucho más identificados sus sentimientos que el concepto de ‘trabajo’. Me partía el alma”.
-¿Qué hiciste entonces?
“Me convertí en esto que soy: la más rebelde de todas las Pinal. Nunca dije que sí a nada. Les llevé la contra a todos y en todo. Me decían que había que ir para un lado y yo me iba para el otro. Me opuse a todo como por norma, por religión”.
-¿Le reclamaste sus ausencias a tu mamá?
“Sí... pero lo hice cantando... y llorando, un día en un programa de televisión. Le decía que yo le veía en un poster, pero no cerca de mí. La canción se llama Bye Mamá”.
-¿Y tu papá?
“Mi papá es un caso (menea la cabeza), un personaje. De niña me parecía tan fantástico que me quería casar con él”.
-¿Por qué cuando dices “personaje”, mueves la cabeza como explicando que no tiene remedio?
“Porque siempre fue roncanrolero, e hizo lo que se le dio la gana. Yo quería ser como él. Y nos parecemos mucho en la manera de ser. Lo admiro y sé que esconde una parte muy tierna. Pero, justamente, porque nos parecemos tanto, hemos chocado hasta llegar al límite de no hablarnos durante muchos años. Pero cuando nos encontramos le digo: ‘brother, veme, somos iguales’. Lo quiero. Lo respeto y lo dejo ser”.
-¿También tú tienes esa parte tierna, igual que tu papá?
“Sí, aunque no lo creas. Además, soy muy sincera: cuando quiero, ¡quiero! Y cuando odio, ¡odio!”.
-¿A quién odias?
A Farrel (Goodman -buen hombre, en inglés-, un estadounidense unos años menor que ella, con el que se casó en 1998, pero se divorció un mes después de la boda, cuando él fue detenido en Alemania por narcotráfico, al portar miles de dosis de un estimulante llamado éxtasis). Lo odio con toda mi alma, me hizo mucho daño. Destruyó mi vida... en un mes. Hizo pedazos la confianza que me tenía la gente. Y yo tuve que dar la cara porque el muy ¡marica! no la da. No hay un hombre menos hombre que él. Y es un ventajista. Y me di cuenta demasiado tarde. Pero... ya pasó”.
-No, no pasó. Todavía hablas con mucho dolor.
“Pues, sí... pero no puedo echar el reloj atrás. También es cierto que no por eso me voy a cerrar a la posibilidad de poder estar a gusto con otro hombre. Fue mi primer matrimonio (porque con Moctezuma no se había casado). Y no me fue bien, pero, la vida amorosa es un aspecto al que no estoy dispuesta a abandonar”.
-¿Para seguir los pasos de tu madre que se casó cinco veces?
“Para seguir mis propios pasos, aunque se parezcan a los de mi mamá. Ella dice que su error fue querer que siempre las cosas se hicieran como ella quería y nada más.
Bueno (sonríe)... eso sigue siendo así. A veces, cuando se pone en esa posición la miro y le digo: ‘¡Ay, mamá!’”.
-¿Qué relación tienes ahora con ella?
“Ahora me llevo mejor que nunca. Me gusta estar con ella. Aunque a veces le sale lo coda, lo tacaña. Entonces cuando ella me pide algo yo le saco otra cosa. Y nos damos cuenta que podemos estar así eternamente, así es que mejor lo dejamos ahí. Somos muy amigas.... Y a mi papá... lo veo en navidad, o alguna otra vez al año cuando lo voy a ver a sus shows. Pero... está loco. Y además es muy celoso. Por ejemplo, ya aprendí que puedo ir a verlo con mis amigas pero no con ningún galán, porque le va muy mal. Ya ves que le habla mucho al público; entonces le dice: ‘ahí está mi hija, con el pendejito ese que trae al lado... otro más’. Y el pobre tipo termina escondido debajo de la mesa. De todos modos tiene un grado de ternura increíble porque le encantan los niños. Yo creo que es porque él mismo sigue siendo un niño”.
-¿Por qué lo analizas tanto, eh?
“Es una manía que tengo desde que hago análisis yo misma. Y me va muy bien, aunque todo el mundo crea que estoy loca”.
-Tú misma lo dices.
“No, yo presumo de mi locura. Eso es otra cosa. No es lo mismo ser un poco loco que ‘estar’ loco. La locura es algo terrible. De loca no tengo ni un pelo. Es un personaje... porque decidí no mostrar muchas cosas que me hacen daño”.
-¿Qué cosas?
“Esto que hemos estado hablado, pues (hace una pausa), una gran verdad: lo mucho que me dolió mi infancia. Y también que no he podido lograr una relación de verdad con nadie. ¿Será posible que no haya conseguido yo un macho que me mueva el alma?”.
-Y eso también te duele.
“Pues... tiene que ser por algo. Algún día voy a encontrar a alguien (vuelve a hablar con ese tono extraño, como de otra persona, reposado, susurrante, infeliz). No estoy tan fea ni tan aguada como para que nadie se fije en mí. Y me duele haber estado tantos años vendiendo mucho menos discos que antes. Me duele ver a algunas personas que presumen de un lugar que me pertenece. Me pasaron muchas cosas que, en el fondo, aunque suene a frase armada, me enriquecieron. En fin... no quiero estar sola. Pero los machos mexicanos no se aguantan a una mujer fuerte como yo”.
-¿Entonces?
“No lo sé... porque no quiero estar sola pero tampoco quiero que un tipo me esté exhibiendo como si fuera yo un trofeo. Eso me molesta. ¡Cuánto me molesta! Y también me duele. Porque mi carrera y mi fama no es lo que yo busco compartir en una relación de pareja. No lo soporto. Y tampoco soporto cuando alguien quiere venir a decirme lo qué tengo que hacer. Llevo muchos años en esto y ya sé perfectamente lo que me funciona. Soy muy perseverante”.
-¿Y constante?
“Sí, aunque es cierto que hay momentos de mi vida en los que dejé pasar oportunidades, situaciones que desperdicié, hice de todo. Claro que cuando algo no me importa lo tiro a la basura. Tuve muchos errores”.
-¿Como cuando eras infiel a tus parejas?
“No, como cuando tomaba dos botellas de alcohol durante un concierto. A los dos años de llevar ese ritmo ya ¡te pega! O como cuando usaba drogas. Llega un momento en el que tu cuerpo te dice ¡Ya! Y sufres, ahora sí que como un loco. Quería parar y no podía. Fue hace cinco años. Fui yo solita a una clínica y dije. Ayúdenme”.
-¿Qué pasaba con tu hija Frida, entonces?
Siempre le dije todo lo que pasaba conmigo. Y es por eso mismo que ella tiene un muy buen concepto de lo que es bueno y es malo”.
-¿Dónde va a parar una hija de cuatro años cuando uno está enterrado en las drogas?
“Bueno... es duro. Pero ella estaba en manos de su nana y de la cocinera (habla bajo, como si, por un instante, se arrepintiera, o tuviera vergüenza). Había gente que la atendía. Pero lo peor es cuando tu hija se da cuenta de que estás mal... y te pregunta: ‘¿qué te pasa, mamá?’”.
-¿Es por eso que en algunos medios diste mensajes de “no al alcohol y las drogas”?
“Yo no digo que no las consuman. Cada uno tiene su vida y sabe lo que hace. Yo digo que no conviene. Que lo positivo se transforma en negativo, tarde o temprano. Y que lo pierdes todo. Las primeras veces las pasas muy bien... pero después sufres. Y no eres tú. Y también lo digo con orgullo, porque quienes se dan chance de salir, tienen una gran sensibilidad. No me siento mal por haber hecho algo que hace mucha gente, pero no lo acepta. Y no soy una monja. El día que quiera voy y me pongo una borrachera otra vez... pero porque quiero, no porque lo necesito para vivir. Ahora prefiero ir al cine y a cenar que ir a la disco hasta las 9 de la mañana, como lo hacía antes. Prefiero que mi hija está segura y que crea en mí”.
-Creerá en ti si mantienes un camino de verdad.
“Siempre digo la verdad y he creído en lo que he creado.
Sin embargo, en un reporte de la agencia Notimex del 24 de noviembre del 2000 dijiste: ‘tienes que ser un poco hipócrita para trabajar en este medio’.
“Me refería a que muchas veces los periodistas vienen a verte llorar. Y yo prefiero que me vean reír, aunque tenga ganas de llorar. No quiero estar chillando delante de la gente... para no verme patética. Siempre me vas a ver con una sonrisa. Así soy y así me quedo. Lo que ocurre es que hay que ser inteligente y hablar de lo que uno quiere”.
-¿Hay qué...?
“Sí (Alejandra se acerca mucho a mí y nuestros ojos, nuestras narices, nuestras bocas, nuestras energías, quedan muy acerca, apenas a unos centímetros, unas de las otras. Ella juega, por supuesto) Hablo de lo que yo quiero, honey, aunque tú pienses lo contrario (se separa y vuelve a su lugar). Porque, déjame decirte que soy muy necia. Cuando quiero algo me quedo clavada en eso hasta que lo consigo. Soy demasiado perfeccionista. A tal punto que cuando hay un error sobre el escenario no perdono. Y pierdo la cabeza. En ese sentido, soy muy extremista. Si estoy haciendo algo bien, me sale muy bien. Y si no, lo arruino por completo”.
-¿Algo has de hacer bien?
“Sí, soy muy trabajadora, a pesar de lo que muchos creen. Piensan que soy tremenda pero cuando hay que estar, estoy. Llego al show, llego al avión (habla con un tono pícaro que contagia dos cosas diferentes: La alegría por el canto de sus palabras... y la melancolía de su aislamiento. Pero, además, lo hace para lavar su imagen de irresponsable que algunos le asignan). Y soy buena, de veras, buena mamá. Y soy libre, y no soy prejuiciosa”.
-Y te sientes muy sola.
“Sí (hace un silencio largo), por no tener un hombre a mi lado. Y, cuando lo tengo, ya no lo quiero. Pero hay algo peor: no sé qué es lo que me molesta. Hay algo... pero no sé. Puede ser una gran inseguridad”.
-¿Quizás porque piensas que si te entregas a una relación dejarías de ser tú?
“Debe ser porque cuando me doy, me parten la m... No soy una mujer fácil. Esa es la verdad”.
-Tienes miedo, Alejandra.
“Puede ser. Ojalá, la próxima vez que esté con alguien me dé cuenta a tiempo... ya te contaré”.
Ahora sí... se casa
Siempre sí habrá boda. Dispuesta a defender el amor que siente por su novio, Gerardo Gómez de la Borbolla, Alejandra Guzmán contraerá nupcias en la primera semana de noviembre en el Rancho Los Broncos, ubicado en Tezoyuca, Morelos.
-Uno de los empleados del rancho explicó que la hija de Silvia Pinal ya reanudó los planes para casarse de blanco.
-La ceremonia se iba a realizar el 24 de mayo, pero fue cancelada luego de que la cantante perdiera a su bebé, con poco más de dos meses de embarazo.
-La intérprete de canciones como Eternamente Bella había decidido posponer su boda hasta que Gómez de la Borbolla arreglara su situación legal, ya que enfrenta una acusación en Cancún por el uso de tarjetas de crédito clonadas.
-La rockera mexicana compone los temas que conformarán su próxima producción discográfica, en los que evidenciará la transformación que ha experimentado tras enfrentar recientes problemas en su vida personal.
-Guzmán siente grandes ganas de cantar y aseveró que podría incluir en su nuevo álbum el tema Eres mi Luz, dedicado al bebé que perdió, tal como hizo con Yo te Esperaba, para su primogénita Frida.
-La rockera perdió al bebé que concibió con Gerardo Gómez de la Borbolla. Muchos atribuyen el hecho a los disgustos que pasó Alejandra al ventilarse públicamente que su novio es un supuesto clonador de tarjetas de crédito. Tres días después de perder al bebé, la cantante regresó a los escenarios. La madrugada del viernes 9 de mayo se desmayó en un palenque en Monterrey, presuntamente por no reposar después del desafortunado incidente.