Uno de los aspectos que determinan la belleza de las ciudades es sin duda alguna la limpieza que exista en sus calles, parques, plazas públicas y edificios.
En este aspecto sucede con las ciudades como con las personas; a veces no es tan importante la belleza de rostro, o la esbeltez del cuerpo, o el precio de la vestimenta que se porte, como el arreglo personal limpio, elegante y cuidado, que permite reflejar al exterior de dicha persona el orden y la limpieza interior que se posean.
De ello resulta que a determinadas ciudades o personas sobre todo del sexo femenino se les pueda aplicar el calificativo de guapas, sin que necesariamente sean bonitas en sí mismas, sino que precisamente en virtud del arreglo continuo con que procuran manifestarse ante los demás, resulta esa galanura.
Por otra parte muchas veces se ha repetido que la ciudad o la casa más limpia no es necesariamente la que más se barre, sino la que menos se ensucia.
Hoy desgraciadamente la falta de educación cívica que a fin de cuentas es simplemente falta de educación y de urbanidad lleva a que muchas calles de nuestras ciudades aparezcan como auténticas pocilgas y aquellos auténticos cerditos que las ensucian, todavía tengan el descaro de acusar a ciertas autoridades municipales de indolentes por no tener plenamente aseada la ciudad.
Al simple problema de tirar basura en la vía pública, desde la minúscula colilla de cigarrillo aventada con un garnuchazo una vez que se consumió el tabaco hasta grandes bolsas de basura generada en los hogares y que se tira en la calle al soslayo de la noche, a ese problema hay que agregar el miedo a combatir el graffiti que ha ensuciado tremendamente bardas y monumentos de nuestras ciudades por no ser tachados de represores, conservadores y fascistoides inhibidores de los derechos humanos.
El ex alcalde de Nueva York, Rudolph Giuliani logró revertir altísimos índices de inseguridad pública, violencia y delincuencia, de la mano de una frase que en su momento fue calificada de verdaderamente fascistoide: Cero Tolerancia.
En Nueva York de la mano de esa estrategia se empezó a castigar severamente desde tirar basura de manera intencionada, hasta romper vidrios por diversión, o hacer pintas en las paredes de las propiedades ajenas. Con los castigos aplicados a los llamados delitos menores como de milagro se abatieron de repente los índices delictivos que iban a la alza, puesto que Giuliani comprobó que cuando la autoridad manifestaba con su inacción una especie de indiferencia ante pequeños actos consideradas faltas administrativas, los ciudadanos también empezaban a relativizar su conducta y llegaban a realizar delitos de mayor envergadura confiados en esa inacción de la autoridad.
Al principio afirmábamos que el agua y el jabón sacan a relucir la belleza escondida de muchas mujeres y de muchas ciudades que sin ser hermosas pueden gracias a la limpieza y la elegancia ser calificadas de guapas y en sentido contrario podemos también afirmar que las capas de mugre, el descuido en la limpieza de calles y paredes y por supuesto la tolerancia ante esa falta de respeto ciudadano que es el graffiti, no sólo convierte en detestables pueblos y ciudades que se dejan vencer por ese mal, sino que son también fomentadoras de inseguridad e incremento de la delincuencia.