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Altera Bush informe sobre armas iraquíes

EL PAÍS

MADRID, ESPAÑA.- Un informe de los servicios de espionaje del Pentágono indicó en septiembre del año pasado que no existía suficiente “información fiable” para establecer, con seguridad, que Iraq poseía armas químicas o biológicas. El secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, aseguró sin embargo ese mismo mes ante una comisión del Congreso de Estados Unidos que la existencia de esas armas estaba “fuera de toda duda”. Cada día aparecen nuevos indicios de que el gobierno de George W. Bush exageró o manipuló la información de que disponía para convencer a los estadounidenses, y al resto del mundo, de que era urgente acabar con el régimen de Saddam Hussein.

Representantes de la Agencia de Inteligencia de Defensa, el servicio del Pentágono que preparó el informe para Rumsfeld, han filtrado esta semana porciones del texto a distintos medios de comunicación estadounidenses. La filtración demuestra el malestar existente en todos los servicios de información, incluyendo a la CIA, ante lo que se percibe como ‘juego sucio’ del Gobierno. Los espías del Pentágono y de la CIA quieren dejar claro ante la opinión pública que no fueron ellos quienes aseguraron que Iraq constituía una amenaza grave y urgente. ‘Como empleado de la Agencia de Inteligencia de Defensa, sé hasta qué punto este gobierno ha mentido al público con el fin de obtener apoyo para el ataque contra Iraq’, dijo un espía, bajo condición de anonimato, a Nicholas Kristof, columnista de ‘The New York Times ‘.

Los militares también han expresado su malestar por las indicaciones erróneas que recibieron. La semana pasada, el teniente general de ‘marines’ George Conway declaró que los servicios de inteligencia se habían ‘equivocado rotundamente’ al advertir a las fuerzas que se preparaban para la invasión de que era muy probable que sufrieran ataques con armas químicas.

La filtración de las conclusiones del informe, cuyo contenido íntegro, de 80 páginas, se mantiene en secreto, obligó ayer al Gobierno a justificarse. ‘Lo que el informe dice es que no hay pruebas suficientes para dar por segura la existencia de las armas, pero en otros fragmentos señala como probable que Iraq poseyera armas químicas y biológicas’, declaró un portavoz del Pentágono. ‘Las acusaciones (de manipular datos) son absurdas’, manifestó por su parte Mike Anton, portavoz del Consejo de Seguridad Nacional.

Las sospechas de que primero se decidió hacer la guerra, y después se buscaron elementos para justificarla, han colocado en una situación complicada al secretario de Defensa, Donald Rumsfeld. El miércoles aseguró que ‘la guerra no se libró bajo ningún falso pretexto’, y añadió: ‘Creíamos entonces y creemos ahora que los iraquíes habían tenido armas químicas y armas biológicas y que disponían de un programa para desarrollar armas nucleares’. El matiz importante radicaba en el ‘habían tenido’. El informe del Pentágono filtrado esta semana apuntaba como posible que durante la guerra de 1991 y los posteriores bombardeos efectuados por Estados Unidos y Gran Bretaña hubieran sido destruidos los arsenales prohibidos. Rumsfeld insistió en que, ‘personalmente’, creía que las presuntas armas iraquíes serían encontradas algún día, pero admitió como ‘posible’ que el propio Saddam Hussein hubiera ordenado su destrucción en vísperas de la invasión.

El proceso diplomático previo a la guerra permitió detectar que la seguridad exhibida por Bush y su gobierno acerca de la peligrosidad de Iraq se basaba en algunos datos falsos. El secretario de Estado, Colin Powell, presentó ante el Consejo de Seguridad de la ONU ‘pruebas nuevas e irrefutables’ que resultaron estar basadas en un informe hecho 10 años antes y publicado en Internet. George W. Bush afirmó ante el Congreso que Iraq había importado uranio enriquecido procedente de un país africano, basándose en un documento que resultó ser una falsificación muy burda. Y los tubos de aluminio que, según Bush y Powell, estaban destinados al programa nuclear iraquí, eran en realidad inservibles para tal fin. Tanto el Congreso de Estados Unidos como la Cámara de los Comunes británica han iniciado investigaciones para averiguar hasta qué punto los gobiernos de Washington y Londres engañaron a la opinión pública mundial.

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