En memoria de Carlo Coccioli
El mejor show político desde las últimas elecciones fue el que se escenificó en el Senado hace días. Participaron en él tres senadores, dos en forma activa -la senadora panista Luisa María Calderón Hinojosa y el senador priista Fidel Herrera Beltrán- y uno solo en la recepción: el senador panista y coordinador de la bancada “albiazul”, Diego Fernández de Cevallos.
El propósito de los dos primeros legisladores es simplemente limpiar y darle transparencia a la función legislativa del Senado mediante sendas reformas al Artículo 62 constitucional, que a la letra dice: “Los diputados y senadores propietarios, durante el período de su encargo, no podrán desempeñar ninguna otra comisión o empleo de la Federación o de los Estados, por los cuales se disfrute sueldo, sin licencia previa de la Cámara respectiva; pero entonces cesarán en sus funciones representativas mientras dure la nueva ocupación.
La misma regla se observará con los (suplentes). La infracción (...) será castigada con la pérdida del carácter de diputado o senador. “Ambas iniciativas extienden el alcance de este artículo a toda actividad profesional de carácter particular y no sólo a “otra comisión o empleo de la federación o de los Estados”.
La iniciativa de la senadora Calderón propone fortalecer la división de poderes, prohibiendo toda actividad privada que represente un conflicto de intereses. La iniciativa propuesta por el senador priista Fidel Herrera Beltrán tiene un propósito similar aunque más explícito en sus medios puesto que prohíbe el que un legislador federal se dedique a su profesión o negocio de cualquier índole que resulte “incompatible” (o quizá demasiado compatible) con su actividad oficial.
Este doble escopetazo senatorial llevaba una dedicatoria personal para un colega. Así lo dijo su propio dedicando, el senador Diego Fernández de Cevallos, ya que le quedan al dedillo y negarlo habría sido como si San Sebastián negara que las flechas fueran dirigidas a él. Tanto es así que él mismo dijo estar dispuesto a dejar su escaño en el momento que se le pidiera.
Hizo, además, otras declaraciones a la prensa en algunas de las cuales parecía estarse poniendo la soga al cuello, como al decir que su doble actividad (como senador y como abogado) podía ser inmoral mas no ilegal.
Eso es cortar demasiado fino, sobre todo tratándose de alguien que, de alguna manera, se ha erigido ante la opinión pública como censor y justiciero. En la política se dan casos. Pienso en personajes de una categoría intelectual, social y cultural que antes escaseaban lamentablemente en nuestra vida pública.
Pienso, por ejemplo, en Jorge Castañeda y el propio “Jefe” Diego, de grandes alcances y logros positivos, pero personalidades tan ayunas de cordialidad que repelen toda simpatía. Eso no será un defecto moral pero sí lo es político y humano.
La gran noticia americana fue y sigue siendo, el colosal apagón de 24 y hasta 30 horas que afectó total o parcialmente al noreste de los EU y el sureste de Canadá. El costo en dinero se estima arriba de los 5 MMD. Del costo en vidas aún no se sabe, aunque los trastornos materiales y sociales son incalculables. Lo indiscutible es que, por indispensable, la electricidad tiraniza a toda sociedad moderna.
Nota personal: En días pasados amanecí en Teacapán sin electricidad, ergo sin agua, ni teléfono, ni televisión, ni clima, ni computadora. De nada me sirvieron entonces libros, perros o jardines y opté por regresar a Mazatlán. Yo tuve esa opción, pero ¿a dónde podían “regresar” los 50 millones de personas afectadas por ese apagón? Si todas las actividades y amenidades, de la vida moderna dependen del flujo de energéticos. Aun así, hubo acá legisladores que se opusieron a la reforma eléctrica que México tanto necesita. Está claro: a falta de reelección, a ellos les importa más su partido que el bienestar del pueblo.