Todo fue propicio para el desarrollo de la asamblea extraordinaria, a la que fuimos convocados los socios del Club Sembradores de Torreón, A.C., tanto por lo acogedor del recinto, ambientado con funcionalidad y belleza, como por la buena disposición de todos para encontrar caminos de concordia y resolver de la mejor manera el problema expuesto. Se lucieron como buenos anfitriones Jesús Martínez, Edilberto Zúñiga y Salvador Martínez.
Si tú me lo permites, déjame platicarte de cómo hay sucesos que se quedan grabados para siempre en nuestra memoria por la trascendencia de su efecto: El nacimiento de una amistad.
En un recorrido de tres días por las agrestes montañas del Estado de México, en Semana Santa del año 1943, hace la friolera de más de medio siglo, conocí a Eduardo Garza Plascencia, entonces un mozalbete de trece años, diez años menor que yo, que desde el primer momento se me pegó como lapa atosigándome con preguntas sobre todo lo relacionado con el deporte de nuestros amores: ¡El montañismo!
Supo que dos semanas después de esos días, yo fungiría como guía de un grupo de novatos hasta la cumbre del Popocatépetl, y me pidió que lo incluyera entre ellos, lo cual acepté con cierta reserva dada su corta edad.
Sobre las laderas orientales del volcán, en los límites de la vegetación, a las dos de la madrugada del día primero de mayo debíamos iniciar la ascensión, de manera de que nos diera tiempo de subir hasta el labio inferior del cráter y emprender el descenso del cono nevado y por bosques umbrosos dirigirnos hasta el pueblo de Amecameca. Una jornada de doce horas de subir y bajar, casi sin descanso.
De pronto sentí a mi lado al mocoso aquél que con inquietud me preguntaba: Señor, señor, ¿usted cree que yo pueda llegar hasta la cumbre? Mira escuincle –le dije- si por tu propio esfuerzo no puedes, yo te subiré a punta de... pioletazos, pues a mí nunca se me ha quedado ningún novato. Ésa fue su primera ascensión a una cumbre nevada y de ahí pal real, pues con el tiempo llegó a ser un alpinista muy destacado.
El montañismo es escuela del carácter. En su práctica se fijan metas que se cumplen mediante esfuerzo físico, pero que si éste flaquea, es el espíritu, la fuerza de voluntad, lo que nos lleva hasta las cumbres. No hay fuerza más poderosa que la voluntad.
Muchos años después, cuando la vida me puso una disyuntiva, siendo Eduardo Garza Plascencia gerente de sucursales de Películas Nacionales, empresa a la cual prestaba mis servicios, ante una situación injusta, él hizo que tomara una determinación con la misma frase: “Si tú no defiendes tus derechos, yo haré que los defiendas a punta de... pioletazos”.
Ahora él vive en Huatulco, Oax., y tu servidor en esta bendita tierra lagunera. Sesenta años de amistad que ni el tiempo ni la distancia han menguado en forma alguna.