No sé de dónde habrá sacado tanta fuerza física y moral, ¿será acaso su condición de mujer y su amor de madre? ¡Eso debe ser!
Todo empezó hace cinco años cuando por un malhadado accidente, el menor de sus hijos sufrió lesiones en las vértebras cervicales y en la médula, al ser embestida la motocicleta que tripulaba.
Durante varios meses su gravedad fue extrema y los informes médicos hacían temer un desenlace fatal. La fe en Dios y en su misericordia le dieron fuerza a aquella madre para no desfallecer y allí, junto a la cama de su hijo, estuvo las noches y los días hasta que, conjurado el peligro, se le pudo pasar de Guadalajara, en donde acaeció el accidente, a esta ciudad.
Cinco años han transcurrido desde entonces y esto ha sido un calvario para esa madre: Su hijo quedó paralizado del cuello a los pies, atado a una silla de ruedas, aunque, gracias a la perseverancia y cuidados de ella, el muchacho ha recuperado sus movimientos de la cintura para arriba.
Dos operaciones quirúrgicas se le practicaron para rehacer y corregir una desviación de las vértebras afectadas, pero días después de la segunda de esas intervenciones, con la complicación de una neumonía, apareció recurrente el peligro de muerte. La Providencia Divina, por medio de la ciencia médica, hizo acto de presencia para salvarlo de ese trance peligroso.
No ha habido indicación de los doctores que no haya sido atendida, ni sugestiones de familiares y amigos, que esa madre no haya intentado: Que si el colchón electromagnético, que si la terapia, que si esto o que lo otro, todo se ha intentado de noche y de día sin importar las horas, ¡la mamá permanece en constante vigilia!
Se sabe de dos casos más, de hijos de amigos nuestros –que otrora fueron miembros del Club Sembradores de Amistad de Torreón- que en sendos accidentes en carretera tuvieron semejantes lamentables consecuencias, con los consiguientes dolor y angustia de sus madres, que sin fatiga han luchado por la rehabilitación de sus hijos.
No es el ánimo de dramatizar hechos que una madre acepta con resignación cristiana, sino ponderar lo que las madres significan para sus hijos, a los que no abandonan en ninguna circunstancia.
En nuestro entorno social vemos a madres con hijos o hijas con capacidades diferentes, velar por esas criaturas con dedicación, con cuidados y sobre todo, desbordando en ellos todo su amor. Vemos casos de niños y niñas que desde su nacimiento están impedidos a valerse por ellos mismos. Y son ellas, las madres heroicas, que les prodigan todos sus cuidados sin importar ni sacrificios ni desvelos. Es ahí en donde constatamos el valor heroico, la fortaleza de espíritu que las madres tienen.
Quisiera hacer esta reflexión al celebrarse el Día de la Madre y –agregaría yo- de las esposas, porque ellas dan sus cuidados al esposo, como una madre lo hace con sus hijos y es por eso, en ocasión de celebrar su día, que debemos manifestarles el amor y la veneración que sentimos por ellas.