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Amigos de Fox/Plaza Pública

Miguel Ángel Granados Chapa

En pocas horas, el presidente Fox perdió a dos amigos. Al más reciente de ellos, Adolfo Aguilar Zínser, lo unía una amistad digamos que profesional. Por la política se aproximaron y es la política la que los aleja: el Ejecutivo se vio en el caso de hacerlo salir de un encargo que inició de modo forzado. La pérdida del segundo de esos amigos es definitiva y dolorosa. La relación era antigua y profunda. También la política la hizo resentirse, pero José Luis González y Vicente Fox eran compadres, un vínculo que importa sobremanera a personas de su origen, condición y convicciones.

González fue factor determinante del triunfo de Fox. En febrero de 1998 escribió el documento que sintetiza el Proyecto Milenium, sobre qué necesitaba Fox para ser presidente de la República: “Nuestra misión consiste en afianzar el liderazgo de Fox como principal opositor del régimen actual y lanzar su imagen para que se perfile y se perciba como la más viable y promisoria opción de un verdadero cambio en la forma de gobernar al país”. Conocía como pocos a Fox y había ganado lauros en la mercadotecnia, como primer presidente mexicano de Coca-cola (pues aunque sucedió a Fox a la cabeza de la empresa, cuando el ahora Presidente de la República ocupó el cargo, éste se denominaba gerencia regional).

González nació en Higueras, Nuevo León, el 25 de agosto de 1944. Allí mismo estudió la primaria y luego se trasladó a Monterrey, donde se formó con los maristas antes de estudiar Economía en la Universidad Autónoma de la entidad. Casi de inmediato ingresó a Coca-Cola y allí conoció, a mediados de los años sesenta, a Fox, a quien haría compadre dos veces, al invitarlo a apadrinar el bautizo de sus hijos.

Con Lino Korrodi, González y Fox formaron en Tampico un trío de alegres ejecutivos, solteros los dos últimos, recién casado el primero. Iban, dice Korrodi en su reciente libro de memorias “Me la jugué”, “a las funciones de box y lucha libre o a Casa Pepe, donde se tomaban unas cervezas”. González, a su turno, recordaba alegre aquella época. Según se lee en Fox & Co, del que es autor el de estas líneas, “a la vuelta de los años González reía al comentar con sus amigos y el propio Fox, cómo él se beneficiaba de la apostura y la timidez” del futuro Presidente: “muchas muchachas buscaban al guanajuatense enorme, pero al percibir su falta de entusiasmo por ellas, orientaban su interés hacia González”.

Como Fox y siguiendo sus pasos, González hizo una carrera en Coca-Cola. Se convirtió en un mercadólogo eminente. Suya es la idea de considerar al público del futbol como “el jugador número doce”. Y como Fox, tras llegar al último peldaño de la escalera mexicana en aquel consorcio con sede en Atlanta, se dedicó a sus propios negocios. Estableció la fábrica de helados Bingo, cuya propiedad compartió con Bimbo antes de venderla. Luego fundó el grupo Quam, a que se dedicaba medio tiempo, pues ocupaba el resto en leer y viajar. Lo hacía en motocicleta, sin casco, en las inmediaciones de Valle de Bravo, el sábado pasado, cuando perdió el control del vehículo y murió.

Amigo de Fox desde la juventud, cultivó siempre esa relación. Acompañó a su ex jefe en su primer intento de gobernar a Guanajuato, en 1991 y cuatro años después en el que resultó exitoso. Estuvo al tanto de su intención de convertirse en Presidente de la República, en pos de la cual Fox se lanzó en julio de 1997. Unos meses después, González diseñó la estrategia. No fue sólo un mercadólogo, como después ha intentado disminuirlo Korrodi. El plan Millenium plantea una suma de objetivos y acciones. Se refiere centralmente al trazo de una imagen, pero subordinada a una “visión de México para el tercer milenio”, en que se trata “de reinventar la confianza en las instituciones políticas y propiciar un ambiente de credibilidad que genere nuevas esperanzas personificadas por el candidato”.

Así como González contó entre los primeros en apoyar a Fox, fue el primer en apartarse de su lado. Su ruptura resultó de una mezcla de circunstancias, especialmente la propia dinámica de la campaña y el choque de su personalidad con otras muy próximas al candidato. Guillermo H. Cantú, que ha narrado las peripecias electorales de Fox, sintetiza la situación diciendo que “cuando la avalancha empieza a crecer, lo primero que se desajusta es la disciplina. Ya no se tiene control del movimiento, las iniciativas saltan por todas partes y el dilema de control o de apertura indiscriminada se presenta inevitablemente... esa energía chocaría de frente con la esmerada disciplina de la organización que José Luis González pretendía”. (Asalto a Palacio). Eran menos teóricos que ésos lo motivos que indujeron a “El Bigotón”, como se le conoció durante mucho tiempo (aunque en sus últimos años se había rasurado) a abandonar el equipo de campaña. No creía en las competencias de Marta Sahagún como responsable de la Comunicación y un día sugirió que se requería en esa responsabilidad una persona de mayor talla política. En la biografía no autorizada de Fox conté que el candidato preguntó “con tranquilidad si González estaba sugiriendo que Marta saliera del equipo y aunque su compadre no dio un contundente sí como respuesta, (Fox) se le anticipó dictaminador: Antes te vas tú”.

Y así ocurrió. Meses más tarde, González se incorporó a la campaña capitalina de Santiago Creel. El hecho irritó a Korrodi, que envió a Fox un recado impregnado de descalificaciones, en actitud que la calidad moral de González prefirió ignorar.

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