Rubén, mi hermano menor, tiene un extraordinario oído musical. La armónica, la guitarra, el piano, el órgano, la flauta, etc., fueron instrumentos que aprendió a tocar por sí mismo.
Cierta madrugada despertó sobresaltado; alguien sacudía las cortinas con fuerza y coraje:
-¿Qué pasa? –indagó curioso.
-Estoy buscando un terco mosquito –respondió alterada mi cuñada-, que no me dejó dormir en toda la noche.
Rubén, que es el hombre más tranquilo y calmado del mundo, le aclaró con mucha parsimonia: “Fueron doos, mujer”.
-¡¿Y cómo demonios sabes tú que fueron dooos?!- preguntó molesta y burlona mi cuñada.
Porque uno de ellos zumbaba en RE y el otro en MI; y se volteó tranquilamente a reanudar su interrumpido sueño.