Comenzaba apenas el Siglo XX cuando un selecto grupo de intelectuales fundaron en la ciudad de Campeche una especie de cenáculo para reunirse una o dos veces por semana a platicar y discutir asuntos literarios, científicos, políticos, etc.
Cierto día, en una de sus reuniones hebdomadarias, se discutía acaloradamente sobre el uso cotidiano de frases que constituyen verdaderos pleonasmos o redundancias, como eso de “subir para arriba” y “bajar para abajo”.
Entre los asiduos concurrentes al cenáculo, se distinguía por su brillante ingenio y gran cultura el Lic. Perfecto Baranda MacGregor.
-¿Tú qué opinas Perfo? –le preguntó uno de sus compañeros.
-Que estoy completamente de acuerdo con ustedes, –contestó don Perfo- esas ofensas al lenguaje no se deben pasar por alto; es mejor, en ciertos casos, decir “subió para abajo” y “bajó para arriba”.
¡Pero cómo, Perfo! Protestaron todos, eso es peor que un barbarismo. Y se armó tal tremolina que la discusión se acaloró al máximo.
Para calmar los ánimos, don Perfo retomó la palabra: “se los voy a demostrar” les aseguró en tono solemne –concédanme cinco minutos.
-¡Concedido! Gritaron todos ansiosos por conocer la respuesta a ese galimatías que no parecía tenerla por ningún lado.
Don Perfo tomó papel y lápiz. Cuando terminó dijo, poniéndose en pie: -Aquí está la demostración de lo afirmado- y diciendo y haciendo leyó:
“Lleva el cohete la caña,
en su brillante partida,
cuando sube... para abajo,
cuando baja... para arriba”.
Un clamoroso y espontáneo aplauso, seguido de sonoras carcajadas, rubricó la ingeniosa salida de don Perfo.