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Anecdotario

Por Silvio Berrón M.

Allá por los lejanos años de 1970, sentados en la terraza de un rústico hotel que daba a las playas de Puerto Madero, Chiapas (a 20 minutos de Tapachula) estábamos mi compañero César Varela y un servidor (pilotos aviadores ambos) saboreando unos exquisitos camarones al ajillo. A los pocos minutos se nos presentó otro piloto, amigo nuestro, acompañado por dos desconocidos que resultaron ser agentes viajeros. Los invitamos a la mesa. Media hora después y al calor de las copas, derivó la plática hacia la buena y la mala suerte.

–Pues yo siempre he sido muy suertudo –presumió uno de los viajeros- y lo soy tanto, que diez apuestas que hago, generalmente gano las diez.

Mi compañero Varela, mosqueado por tanta jactancia y presunción, le dijo: “Pues yo te apuesto 100 pesos a que me muerdo un ojo”.

–¡Hecho! –contestó rápidamente el viajero confiando en su alardeada buena suerte y a que era imposible que alguien pudiera morderse un ojo.

Varela que era tuerto, se sacó el ojo de vidrio, y con expresión burlona, se lo mordió.

–¡Así serás bueno! –protestó airadamente el viajero-. ¡Eso no se vale!

–Bueno, para contentarte te daré la revancha. Ahora te apuesto otros 100 pesos a que me muerdo el otro ojo.

–¡Imposible! –contestó el viajero- ¡serás tuerto pero no ciego! –y sin pensarlo dos veces: -¡Acepto! –exclamó en son de triunfo. Y dicho lo cual se le quedó mirando retadoramente como diciendo: “A ver cómo le va a hacer éste para salir del atolladero.

Sin inmutarse, tranquilamente, Varela se quitó la dentadura postiza y se mordió el otro ojo, que era el bueno.

Corolario

Podrá pensarse que Varela, por ser tuerto, estaba imposibilitado para seguir en su profesión de piloto aviador. Pero, con el antecedente del famoso as americano Wiley Post, demostró que sí podía y logró que le concedieran la licencia de piloto agrícola.

En cuanto al viajero de marras, no tenía por qué saber que Varela, en un tremendo accidente carretero, había perdido el ojo, la dentadura, un pulmón (perforado por dos costillas rotas) y un riñón. Por eso, en broma, le decíamos “El medio piloto”.

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