EDITORIAL Columnas Editorial Caricatura editorial

Antipolítica

René Delgado

Sin el menor empacho como si la ciudadanía ignorara la profundidad de la distancia con los partidos, la antipolítica y el desencuentro -disfrazado de un esfuerzo denodado por lograr acuerdos imposibles- dominan el escenario. El PRI se lleva las palmas en el ejercicio mientras el gobierno albiazul y su partido desteñido resbalan su responsabilidad.

El PRD no actúa, nomás estorba. Los verdes, por su parte, mantienen abierta la caja registradora de su mercadería política. A golpes y contragolpes simulan entender la circunstancia nacional, mientras el retiro de inversiones amenaza el crecimiento.

*** Poco, muy poco le importa al PRI el carácter perentorio de la situación. Primero ajusta cuentas internas, luego compromete posturas sin respaldo, más tarde vulnera su propia fuerza y, al final, si da tiempo, se asoma a la agenda y el calendario nacional. Cuatro meses transcurrieron del reposicionamiento electoral del tricolor, dos meses de la integración de su fracción parlamentaria y, engolosinado con su fuerza convaleciente, el priismo disuelve la oportunidad de plantarse en la escena como un partido en vías de recuperación del poder. El esfuerzo por reagruparse duró hasta el 6 de julio, después se interesó más en repartir el pequeño botín conseguido. Si antes de esa fecha el PRI vio el collar del poder, luego se distrajo y se conformó con las cuentas del collar. El PRI se tropieza con su propia historia: su incapacidad para autogobernarse y construir un proyecto nacional. Si la dirigencia del partido fue producto de una elección interna donde por razones de interés y conveniencia Roberto Madrazo y Elba Esther Gordillo integraron una fórmula, después de esa victoria dieron rienda suelta a la disputa por el control del partido. Si la coordinación parlamentaria de Elba Esther Gordillo fue producto, primero, de un acuerdo incumplido y, luego, de una elección donde aparentemente Manlio Fabio Beltrones actuó con inteligencia frente a su derrota, ahora los golpes bajos y las traiciones son el recurso para reblandecer y vulnerar el mandato concedido a la política chiapaneca. No seré yo, pero tampoco tú y mucho menos el país, parece la divisa de su nueva práctica política. El priismo reedita la monografía de su conducta que, en 1994, llevó esos pleitos y disputas al campo de la eliminación física: el homicidio. La recomposición del priismo tiene por límite su propia recuperación.

Apenas avanza unos pasos y recupera algunas posiciones, le gana la tentación de redistribuir el poder que todavía no afianza ni reconquista. El juego y rejuego de engaños y traiciones lo vulnera y poco le importa que en ese pleito de familia, en esa lucha sin cuartel ni reglas se lleve entre las patas los asuntos del interés nacional. Ven el cofre del botín y sucumben ante la rebatinga sin ni siquiera enterarse de lo que el cofre encierra. Un mes hizo perder el priismo en San Lázaro porque no lograba ponerse de acuerdo en cómo sentarse en el Congreso y en cómo repartir las comisiones legislativas. Otro mes perdió en ver cómo apoderarse del Consejo del Instituto Federal Electoral, en lugar de preocuparse y ocuparse por ver cómo preservar la confianza ciudadana en esa institución. El priismo pierde el tiempo... sin ni siquiera considerar que el tiempo también cuenta para ellos.

*** El gobierno, por su parte, reanima la fiesta de su fracaso recurriendo a la rutina que, de repetida, aburre. El gabinete sigue actuando sin coordinación. La prudencia de Felipe Calderón ante las reformas contrasta con el optimismo desbordante de Santiago Creel. El Presidente de la República baja el perfil de su actuación pero la primera dama no ceja en su afán de ensombrecerlo. Las diferencias entre Luis Ernesto Derbez y Fernando Canales, en materia de comercio exterior, llevan a Vicente Fox a hacer el ridículo en Japón. Los encargados de la comunicación gubernamental piden aplaudir el lanzamiento de una convocatoria cuyo resultado se verá, en el mejor de los casos, hasta mediados del año entrante. Y, desde luego, la carrera hacia el 2006 lleva a más de un funcionario a colgarse medallas y condecoraciones por batallas que ni siquiera ha librado. “Al tiempo”, dice Santiago Creel, mientras su partido precipita los tiempos sucesorios resolviendo mal los métodos de selección de candidatos que competirán en elecciones previas a la presidencial. Cada vez está más claro que el sentido de la reelección de Luis Felipe Bravo era un simple problema ocupacional. Si no supo conducir al partido durante su primer mandato, tampoco tiene porqué saberlo en el segundo.

*** El perredismo no logra articular su actuación frente a la oportunidad que se le abre de cara al 2006. No reflexiona ni debate, tampoco se compromete. Al amparo del socorrido discurso de la razón histórica, hace del chantaje su mejor recurso y del mayoriteo en la capital de la República su más útil herramienta. El perredismo juega absurdamente a que le dejen la mesa servida para el 2006 sin querer verse manchado por la preparación del guisado. Juega a participar a través de los canales institucionales pero sin ajustarse a ellos. Quiere un país justo, pero no de leyes, como si así se pudiera construir un Estado de Derecho. Le apuesta a las reformas pero sin asumir ningún riesgo. Así, juega a marginarse de las grandes decisiones bajo el entendido de que esas decisiones se tomarán sin que les suponga un gasto político. Saben de la necesidad de las reformas pero quieren que las emprendan los otros a partir de la pueril idea de que la ganancia será doble: usufructuará, si puede, el beneficio que reporten y, mientras, denunciará al PRI y al PAN por emprenderlas.

*** Sólo así se explica la pérdida de tiempo y la indiferencia de los partidos ante la ciudadanía a la que le quieren ver la cara..., la cara de boleta. Sólo así se explica que, estando presionados por el calendario, las fuerzas políticas se empeñen en despilfarrar el tiempo. El método de selección del nuevo Consejo General del IFE, los exhibe. A diferencia de 1996, esta vez los partidos y sus fracciones parlamentarias pudieran transparentar y legitimar el procedimiento. Pero no. El nombre del juego no era consolidar ese Instituto sino controlarlo. El nombre del juego no era fortalecer la confianza ciudadana en el Instituto, sino asegurar el control de los partidos sobre él. Por eso, no había porqué abrir y transparentar la integración del Consejo. No había porqué fortalecer al Consejo, sino asegurarlo. El punto era hacer valer las cuotas de poder en el Consejo, como si la ley dijera que el Instituto es patrimonio de los partidos y no de la ciudadanía. Estando en contra de la privatización de las entidades públicas, privatizaron al IFE. Algunos de los nominados a ocupar los asientos del Consejo advirtieron oportunamente cuál era el nombre del juego y, de seguro, por ello pública o privadamente retiraron su nombre del concurso. No querían complicarse en ese juego y tampoco, desde luego, que su prestigio cayera en el manoseo político de los partidos. Se pudo lanzar una convocatoria abierta, entrevistar públicamente a los aspirantes a integrarse o repetir en el Consejo, escuchar los motivos de la aspiración de los concursantes o determinar su grado de autonomía e independencia, pero el juego no era ése. Dos meses tuvo la legislatura para emprender ese ejercicio, pero el juego no era ése. El juego era repartirse los asientos y asegurar, así fuera parcialmente, el control del Instituto. Por eso jugaron la baraja de los nombres a escondidas, de espaldas a la ciudadanía. Se puede esperar, desde luego, que algunos de quienes integran el Consejo acreditarán su compromiso con la democracia y no con la fuerza que postuló su nombre pero, por lo pronto, los propios partidos le han restado legitimidad al árbitro electoral y han sacrificado la confianza ciudadana en beneficio de la suya.

*** El proceder de los partidos ante una de las más caras instituciones del país, cara por querida y por costosa, pinta de cuerpo entero cómo van a proceder con las reformas estructurales. Van a intentar sacarlas sobre la base del beneficio que le reporte a su expectativa electoral y, bajo la divisa, de resbalar los costos de ellas a su adversario. El país está entre la colección de sus víctimas propiciatorias. Poco, muy poco les importa ahuyentar las inversiones o la posibilidad de sacar al país de su estancamiento económico o la pérdida de competitividad, su lucha no tiene en la cabeza a la República, como los despojos de ésta. De ahí que, aun cuando los partidos no adviertan la distancia que están marcando con la ciudadanía, es clara la profundidad que va alcanzando. En esa lógica, lo único que se puede pedir a los partidos es que después no hablen o se quejen del desinterés ciudadano por la democracia, si cuando el interés estuvo ellos propusieron pervertir la democracia en una partidocracia sin límite ni medida.

Leer más de EDITORIAL

Escrito en:

Comentar esta noticia -

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de EDITORIAL

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Clasificados

ID: 58139

elsiglo.mx