POR MARTÍN CHÁVEZ CHÁVEZ
EL SIGLO DE TORREÓN
TORREÓN, COAH.- La práctica de valores, vital para la mejor convivencia social, es parte del pasado... la decencia, el entretenimiento sano, la voluntad de servir, pero sobre todo el respeto a la persona son términos prácticamente desconocidos; es la generación formada por la sociedad adulta, entre jóvenes donde la palabra más común es “w...y”
La tan mencionada frase desintegración familiar, lamentablemente sigue vigente en el problema, los conflictos educativos con todo tipo de protestas que repercuten de manera negativa en la formación del alumno y los medios de comunicación, principalmente la televisión, gigantesca promotora de antivalores, son factores que se ven reflejados en el comportamiento de los jóvenes.
“Todo mundo está consciente del problema, muchos maestros de secundaria hablan de las barbarida-des que ocurren en sus escuelas y que no se dan a conocer a la luz pública, los padres de familia dejan la educación de sus hijos en manos de la televisión porque están trabajando, todos hablan de la situación, pero nadie hace nada”, sostiene el director del colegio “León Felipe”, Alberto González Martínez.
El bosque Venustiano Carranza, principal pulmón de la ciudad, punto de concentración de deportistas, de adultos mayores que se cuentan sus recuerdos y niños que se divierten en los juegos, es también centro de encuentro de adolescentes, sobre todo de escuelas secundarias cuyo comportamiento –en su mayoría--, es clara exhibición del abandono en que se encuentran.
A media mañana, cuando se supone que los jóvenes deben estar en clase, un grupo de muchachos con uniforme escolar ingresa al bosque y tres empiezan a columpiarse y bromear en la puerta giratoria del paseo público –avenida Juárez y Cuauhtémoc--, el intercambio de groserías es constante, sin importar la presencia de otras personas y las expresiones ofensivas entre los alumnos son por igual de ambos sexos y a gritos.
Por fin se cansan de darse vueltas y deciden adentrarse en el bosque, lanzando al suelo las bolsas de plástico cuyo contenido es el alimento chatarra, la fritanga que sirve incluso de almuerzo y ahí van, iniciando un momento más de ocio y vagancia.
En distintos puntos del bosque se observan parejas, una joven estudiante acompañada de un muchacho con vestimenta de “cholo”, sosteniendo una relación descarada al lado de un árbol y a escasos metros otra pareja de estudiantes acostados en una banca, uno encima del otro besándose por largo tiempo, todo en una área a la vista de todos los paseantes.
Antes escuchar groserías era común entre los hombres y no todos, pero ahora también son las mujeres y de todos los niveles, porque ya no hay recato, antes el joven estudiante tenía otro tipo de comporta-miento, explica la maestra María Elena García Bonilla, coordinadora de Preparatoria en la Escuela Comercial y Financiera.
La situación, añade, fue subiendo de tono y nadie inculcó el respeto, los jovencitos que son así, son porque así son sus padres, además, los programas de televisión con escenas exageradamente morbosas son transmitidas a los muchachos; hay una historia en la que el niño llega a su casa y le dice a su papá que en su salón todos se llaman igual... “W”, van caminando cinco jóvenes y gritas “W” y todos voltean.
Las buenas costumbres nunca dejarán de existir, pero depende de directores, maestros, padres de familia y resto de la sociedad adulta lograr el cambio, emprender campañas intensas de valores éticos, sin embargo muchas veces también el comportamiento de los adultos deja mucho que desear, sostiene García Bonilla.
Otro momento en el bosque
Poco antes de las cinco de la tarde, la clase de educación física de una escuela secundaria se traduce a la llamada “pica” de futbol sobre un área verde del bosque, un grupo de estudiantes acompañados por un adulto a quien le dicen “profe”; irónicamente a escasos metros del lugar, un letrero a través del cual las autoridades piden a los visitantes el respeto y cuidado de los prados... ¡Este bosque es tuyo, cuídalo!
El profe se concreta a dejar pasar el tiempo, mientras los alumnos lanzando todo tipo de groserías, continúan con la supuesta formación física, en un desorganizado encuentro deportivo interrumpido constantemente por muchachas uniformadas también que gritan ofensas y se burlan de quienes no pueden patear el balón.
La clase termina y la pobre exhibición deportiva refleja la calidad del servicio que se brinda a los jóvenes en la materia de Educación Física. Frente al “profe”, los alumnos siguen expresando todo tipo de groserías y algunos, abrazando a la jovencita que los esperaba, se retiran del lugar.
La televisión los educa
Antes en los barrios veías jóvenes jugando futbol en las calles y hasta se inventaban otros juegos sanos y desde adentro de la casa la mamá vigilaba el comportamiento del hijo, hoy los ves vestidos con pantalones flojos drogándose, ofendiéndose, niñas embarazadas y cómo no va ser así, si están siendo educados por la televisión, sostiene Alberto González Martínez, director del colegio “León Felipe”.
El problema de antivalores practicado por la gran mayoría de la sociedad aunque hoy se aborda con los jóvenes de secundaria, es cada vez más grave y la verdad es que es “una ola gigante” que ya no se puede detener, nadie quiere meterse en broncas, las familias viven con serios problemas derivados principal-mente porque la pareja trabaja y antes la madre se encargaba de la crianza de los hijos.
Los juegos de niños, de grupo, hoy se convirtieron en individuales, con videos, se perdió la convivencia y socialización; hoy el niño llega a su casa y no encuentra a nadie, enciende la televisión y lo que ve es el uso de droga, programas donde la promoción es de antivalores, infidelidad, adulterio, groserías, escenas eróticas, es el proceso de cambio de una generación –la que nosotros vivimos a otra que está surgiendo pero de la cual todos fuimos responsables--, señala González Martínez.
En la casa, bajo este esquema inicia la formación del niño y sigue la escuela, obviamente el segundo hogar, pero desafortunadamente el campo educativo se ha politizado bastante y aunado a ello la política está corrompida; vemos al PRI y al PAN que cometieron fraudes, no hay opción.
Por otra parte, la Iglesia perdió credibilidad, muchos, debido a lo que ha ocurrido dentro del campo eclesiástico, ya no piensan lo mismo.
Los jóvenes ya no le dan valor de importancia a su cuerpo, uno de los clásicos de los griegos era principalmente ese “mente sana en cuerpo sano”, que significa cultivar el físico para llegar al intelecto, pero en la actualidad es de verdad impresionante la poca importancia que los muchachos le dan a sus cuerpos.
Según cifras de los hospitales generales, del 2000 al 2002, las jóvenes menores de 18 años embarazadas se ha duplicado y sólo en enero del 2003 se habían registrado oficialmente en hospitales generales de Torreón y Matamoros 79 embarazos, involucrados niños de 13 y 14 años y el mismo nivel de gravedad del problema se observa en terrenos de la droga y alcohol.
El director del colegio “León Felipe”, se refirió además a la forma de expresarse de los jóvenes: “dicen tantas groserías que no se les entiende una palabra razonable; lo común es “la p. Madre”, “el w...y”, “la chin...”, “estoy hasta la m..”, entre otras y las expresan sin importar la presencia de niños, adultos, adultos mayores, madres de familia, profesores.
Ante tal situación, considera González Martínez, se requieren acciones inmediatas, cambio de paradigmas, el desarrollo de modelos sistemáticos que respondan a esta realidad, planes de acción bien estructurados para resolver los problemas que estamos viviendo, pues el problema que estamos afrontando sólo se resuelve con algo distinto de aquél que lo creó.
Finalmente considera que la plataforma es la educación, pero todo mundo habla de la situación y nadie hace nada, la llamada sociedad “ligth” es como un juego al que nadie le quiere entrar.
En los patios de San Judas Tadeo
En uno de los patios internos de la iglesia de San Judas Tadeo en la colonia Las Torres, a las ocho de la noche dos jóvenes se gritan todo tipo de ofensas.
Un adulto exhorta al más agresivo que respete la Casa de Dios y la respuesta del muchacho es contundente y retadora, “me vale #$%&/”. El adulto lamenta el comportamiento del adolescente y cuestiona al joven sobre la identidad de sus padres, al tiempo que se retira.
Dentro de la iglesia, el padre David Hernández García, sacerdote jesuita justifica: “es mejor que venga al templo a gritar sus majaderías y no que descargue su abandono en las drogas y el alcohol, desgracia-damente es la gente que llenará las cárceles y difícilmente logrará una vida tranquila, pero es la generación que estamos formando, explica”.
Frente a un grupo de jóvenes, Carlos Mendoza Hernández, quien ofrece pláticas a jóvenes en la iglesia del Perpetuo Socorro, los cuestiona ¿cuántos libros has leído?
¿En este año?, responde uno de los muchachos; ninguno, añade.
Y en tu vida ¿cuántos has leído?, insiste Mendoza Hernández.
No pos, ninguno.
Ya ves, señala quien imparte pláticas en el templo citado, las cosas no se van a componer porque la sociedad ya no es la misma, los valores ya se olvidaron y en la televisión ves programas donde se manejan los chismes, los malos modales, el erotismo, nadie ve programas formativos y en la computadora, la mayoría de los jóvenes la usan para “chatear”.
En la esquina de la calle Ramón Corona y Juárez, acompañado por un grupo de jubilados, entre ellos Alfonso Barrón, ex dirigente sindical, por una hora observamos a los jóvenes de secundaria que pasan por la esquina; sus formas de comunicación son a base de groserías sin importar la presencia de adultos y niños.
Tal parece que lo que está de moda es hacer lo prohibido, lo que daña y sobre todo afectar la tranquili-dad de las personas; ¿dónde quedó la calidad de vida que teníamos antes?, se pregunta el director del colegio “León Felipe”.
FUERON REGISTRADAS
Una serie de palabras y frases que se consideran ofensivas, fueron incluidas en la vigésima segunda edición del Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, como parte de los tres mil mexicanismos que quedaron registrados en el documento, de los 28 mil americanismos.
Las “palabrotas” o palabras mal sonantes, son vulgarismos que siempre han existido y por ello fueron registrados, pero su inclusión no implica que dejen de ser una ofensa, por el contrario la extensión de su uso en el modo de comunicarse habla de la cultura de cada sociedad.
FUENTE: Carlos Mendoza Hernández