Vuela el antiguo hotel. Todos sabemos que las posibilidades del odio son hoy en Bagdad infinitas, pero la sorpresa es inevitable. La muerte alcanza a un funcionario de Naciones Unidas troquelado en las mejores luchas a favor de los derechos humanos y la paz. ¿Cuál es el sentido de atentar contra aliados? La sinrazón incomoda, atormenta porque destruye cualquier expectativa de esperanza razonada. La pírrica victoria se dio sólo en la imagen. Los cuerpos de palestinos e israelíes vuelan un día si y otro también, una imagen sobre la otra. El odio sin brida, autorizado, justificado sólo engendra más odio. En alguien debe caber la contención, la autocontención que modula la pasión, tan sólo eso.
Los individuos, los grupos humanos, las naciones y pueblos que no contienen sus pasiones caen presas de la persecución sistemática. Elías Canetti lo describió maravillosamente al referirse a las masas de acoso. “Es la excitación de ciegos que están más ciegos cuando de pronto creen ver”. Se trata de “matar colectivamente” conduciendo al condenado a campo abierto donde se le apedrea.
Comienza por la destrucción eufórica del otro, termina en la autodestrucción. Lección: los actos de condena nunca deben efectuarse en la euforia. La justicia reclama serenidad y tiempo. Sólo con tiempo afloran las distintas verdades que pueden conducir al justo medio. La inmediatez le hace el juego a la pasión que siempre será miope.
Nunca antes el ser humano había tenido tanta inmediatez. Somos testigos instantáneos y también jueces instantáneos. Probablemente nunca antes había habido tantos juicios sumarios. Los millones, las decenas de millones de personas que hace apenas unas semanas vitoreaban a Bush -Rambo que desciende del helicóptero- y Blair por los logros de su “arrojo y valentía”, hoy se enteran del engaño fraguado por el Departamento de Estado y la CIA o de los misterios del caso Kelly. La imagen desplaza a la razón no obtuvieron a Bin Laden, no han obtenido a Hussein, ¿qué sigue? La prisa por llegar a la exaltación o condena, la feroz competencia por ser el primero en lanzar la sentencia y conseguir la victoria sobre el impersonal grillete llamado rating, nos ha convertido en esclavos, en nuevos ilotas. La mercadotecnia hoy culmina en canonizaciones y ejecuciones efímeras. No que la imagen no aporte, aporta y mucho, pero quizá nuestra capacidad de discernimiento no ha caminado tan rápido.
Una imagen dice más que mil palabras, es cierto. Pero hay asuntos cuyo discernimiento demanda dos, tres, cien mil palabras. La imagen coquetea irremediablemente con la simplicidad. Debemos defender nuestro derecho a lo complejo. En esto México no es excepción, por el contrario podríamos estarnos convirtiendo en paradigma. Los grandes juicios populares de la última década, quizá un poco más, han sido sustentados en imágenes. El EZLN dio lecciones en eso. Se habían sublevado, con razón o sin ella, habían matado y declarado la guerra por escrito, pero la canonización del movimiento se dio por la pantalla, -con catedral y bandera de por medio- no en el concepto. El desconcertante rostro de Aburto, el asesino de Colosio, rasurado y limpio, provocó más dudas sobre su culpabilidad que todas las investigaciones posteriores. El país se convirtió en un gran encuentro de criminólogos. Quién puede olvidar la patética imagen del ex-presidente Salinas, de chamarra negra invocando justicia. Independientemente del fondo, su hermano ya había sido condenado en la plaza pública simplemente al mostrar sus propiedades como prueba de su calidad moral. ¿Jueces, para qué? Ernesto Zedillo tuvo que retirar sus conferencias de prensa después de cometer el error de dar una con la Barranca del Cobre detrás. ¿Qué dijo, es lo de menos? En la campaña del 2000 el panismo logró una victoria evidente en el manejo de la imagen de su candidato. Por supuesto que hubo más que eso, pero a decir de las cifras, buena parte de la decisión ciudadana se toma allí, en la pantalla. En la reciente elección federal el PVEM, cuya mala reputación está documentada por los estudios de opinión, tuvo un incremento notable de votantes en buena medida debido a una excelente campaña publicitaria. No comparto la fobia contra los medios de autores como Sartori, pues sin ellos ciudadanos que hoy participan en política con más información e imágenes, simplemente seguirían en el ostracismo. Señalo que hay consecuencias no deseadas de este fenómeno de las cuáles debemos estar conscientes.
Hoy el régimen de Vicente Fox, beneficiario del manejo de la imagen, es su víctima. Ya no es el hombre vigoroso que alardeaba. La vida le jugó una mala pasada. Por lo pronto los caballos ya no están en la agenda. Al presidente se le ve cansado y preocupado. Motivos para lo último hay muchos. Preocupante sería no verlo preocupado. Probablemente hoy sea mejor presidente que hace dos años, cuando alardeaba de fortaleza, pero la imagen no lo acompaña. La exacerbación en la presencia de su esposa colmó los ánimos. Hoy cualquier aparición provoca urticaria. El régimen vendió la idea de los “peces gordos” detrás de las rejas. No está la foto. Los asesinos del pasado serían desnudados frente a la opinión pública. Tampoco está la foto. Actos importantes de combate a la corrupción y justicia los ha habido, pero las imágenes no han estado a la altura. ¿Cómo se imaginan el triunfo del Fobaproa? ¿Estamos de verdad haciendo mejor crítica apoyados tan fuertemente en la imagen? ¿No será que ella ya nos devoró, que el concepto ha sido desplazado, a favor de no sabemos quién?. López Obrador conquistó a la opinión pública con su manejo de imagen que comienza ganando espacios desde las seis de la mañana. Ahora se afirma que el Secretario de Gobernación hará lo propio con apariciones diarias. Todo mundo quiere domar a la bestia pero, por ese camino, hacia dónde vamos. Es ese país devorador de imágenes el México apegado a las leyes del que tanto hablamos. O quizá también el estricto apego a la ley ha perdido la batalla.
Caso verdaderamente paradigmático de esta falta de serenidad en el juicio es el de la cantante Lucero a quién no conozco ni sigo. Hasta hace unos días era la nueva novia de México con muchos años de trayectoria y simpatía popular, pero la imprudencia de sus acompañantes y su falta de control frente a la prensa la convirtieron en minutos en la enemiga social del momento. De santa a demonio en horas, algo anda mal. ¿De verdad estamos siendo más justos, de verdad ejercemos hoy un mejor discernimiento para arribar a ese punto de equilibrio que doblega a la pasión? O quizá, como lo advirtiera Canetti, el acoso comienza por los otros y termina con uno mismo.