Como ya se habrán enterado, una megamarcha paralizó esta ciudad el pasado jueves. Menos mal que sobre advertencia no hay engaño y, avisados con la debida anticipación, cedimos la ciudad a los marchistas. Los comercios no alzaron sus cortinas, las oficinas no abrieron sus puertas y los ciudadanos anticipándonos un poco al gozoso puente “Guadalupe Reyes”, empezamos a brindar.
Es obvio que en este momento no se necesitan marchas para desquiciar esta capital ya de por sí desquiciada por el desorden urbano, la construcción de los segundos pisos del periférico y una ciudadanía que con dificultad encuentra la forma de sobrevivir.
Todo eso sin contar con las tribulaciones que nos imponen los legisladores con su terquedad de invertir el tiempo y el dinero de los ciudadanos en defender como perros rabiosos sus parcelas de poder.
No en balde el Congreso es la única institución que supera en descrédito a la policía. “Si sacan al PRI de los Pinos, prepárense para el Apocalipsis”, advirtieron los priistas para ver si así conseguían nuestro voto por miedo. No fue así y ahora son evidentes las maniobras para convertir en realidad sus amenazas. México es mucho más que la suma de toda esa gentuza, pero resulta irritante escucharlos decir todo el tiempo que su lucha es por defender la soberanía del país.
Cuando los oigo, siento el mismo odio que sentía cuando de niña me pegaban “por mi bien”, Sí Chucha, por mí que les dé lepra a todos ellos.
Ya sé que no me oyen ni les importa lo que pienso pero sólo para desahogarme, desde aquí les mando decir que si así trabajan por nuestro bien, mejor será que prueben a trabajar por nuestro mal; con suerte y lo hacen mejor.
Lo que me tiene francamente preocupada es que entre tanta maroma desaparezca de nuestra vista la imagen de Elba Esther; de quien por cierto nunca sabremos a qué precio vendió su apoyo a las Reformas que tanto urgen al país, si es que de verdad queremos salir del rezago en que nos encontramos.
Me temo que sin la omnipresencia de Elba acabemos por olvidar la mugre, la caca y la porquería que ella representa, aunque la imagen y la voz de Roberto Madrazo tampoco están del todo mal para recordárnoslo.
De momento, aun sin reformas ni aprobación del proyecto de energía eléctrica y con el país rechinando por todas partes, hemos encendido ya las luces, las flores de nochebuena y las piñatas han tomado las calles y con la soberanía invulnerada de la pobreza, nos disponemos a celebrar la Navidad todo el mes.
Ni modo, así semos (sic) y así nos amachamos.
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