Algo que no alcanzo a entender está ocurriendo en el vetusto continente. Que es lo que saben allá de lo que no nos hemos enterado acá. ¿Porqué esos gritos de asesino? Será que los jóvenes germanos se habrán equivocado de persona. A ellos les dijeron que a ese lugar arribaría el Presidente de México. Es posible que hayan retrocedido en el tiempo, como les sucedio a las inglesas Annie Moberly y Eleanor Jourdain al visitar Versalles en una formidable aventura en la que dejaron el siglo XX, 1901, para entrar en el XVIII, 1789, teniendo, en un breve lapso, trato con varios personajes de la época. Al dar a conocer el hecho fueron ridiculizadas por los eruditos, historiadores y expertos en fenómenos psíquicos, para posteriormente ser reivindicadas. Se encontró un mapa original que confirmaba la existencia en los jardines de un puente rústico que las damas decían haber cruzado de cuya existencia nadie tenía conocimiento. Es factible que ahora, en Munich, se hubiera presentado ese hecho prodigioso en que todo dio marcha atrás a través de la barrera del tiempo hacia un distante pasado.
Los alemanes que se manifestaron, sin saberlo ni desearlo, retornarían a principios de los noventa del siglo XX, sin darse cuenta, por lo que se confundirían no obstante la diferencia de alturas corporales. Uno es bajito de estatura, lo que aquí llamamos chaparro y el de estos días luce grandulón, casi, casi estratosférico. Aquél hace rato que desocupó la silla dejando en el ambiente un fuerte olor a azufre. A éste le faltan cerca de cuatro años y si creemos acerca de los gastos en toallas debe percibirse un aroma a jabón de olor. Las personalidades son muy distintas por lo que es de pensarse no había lugar a equivocarse. Uno es rencoroso, malévolo y perverso; el actual es ingenuo, cándido e inexperto en política, pareciendo poco dado a guardar resentimientos en su corazón. Al que le caracteriza su alopecia se le ha estado pintando como un desalmado matasiete autor de varias fechorías que convulsionaron a la sociedad. Al de estos días podría asegurarse que no es capaz de matar una mosca.
El de baja estatura, como suele suceder a los que tienen una estatura menor al standard de los demás, una afición a los zapatos de tacón alto con los que logra aumentar unos pocos centímetros, lo que parece ser suficiente para satisfacer su ego. El actual usa botas con tacón por gusto ya que lo que le sobra es tamaño físico. No ha lugar pues a que alguien, por lejos que vaya en el tiempo, pueda estar tan cegatón que no repare en quien es quien. Hubiera sido como no percatarse, en los cuentos de Jonathan Swift, cual es Gulliver y cual habitante de liliput. Hay un mundo de diferencia entre la neurastenia que mostró el pequeño y el estilo tranquilote del ranchero larguirucho. Al primero, llamarle asesino no hubiera estado muy lejos de lo que piensa el pueblo mexicano. A ambos les gusta montar a caballo aunque, cabe destacar, uno tiene el cuerpo de un esmirriado Jockey y el otro el aspecto de un Don Quijote -siempre de “manita sudada” con su Dulcinea del Toboso-. Entonces preguntará usted, ¿qué pasó? ¿A qué crimen quisieron referirse los chamacos teutones? ¿A lo que sucede en Chiapas? ¿En todo México?
¿Qué pasó realmente en la Universidad que lleva el nombre del barón de Humboldt?. Por lo pronto diremos que los servicios de inteligencia alemanes debieron impedir que a un huésped distinguido se le faltara al respeto de esa manera. Asesino es un término oprobioso que nuestro Presidente no merece. Los focos rojos deben prender en la residencia presidencial. No de balde se recibe un epíteto injurioso sin que se le deje pasar como si nadie hubiera dicho nada. No es lógico que, si en verdad no se ha manchado las manos de sangre, tenga que soportar el ser aporreado por gente de fuera del país. La visión que tienen en el exterior, ese grupo de muchachos de raza aria, no tiene fundamento, a nuestra manera de ver las cosas y sin embargo, tratando de encontrar la punta del hilo a la madeja, queda la duda si lo que querían decir es que está matando las expectativas que pusieron en él los mexicanos. A no, pues así sí.