EDITORIAL Columnas Editorial Caricatura editorial

Asuntos menores/Sobreaviso

René Delgado

Primera de dos partes

La cruda post electoral y el espectáculo non-stop del gobierno y los partidos políticos lo abarca todo. La feria de descalificaciones donde -conforme a la nueva costumbre- la imbecilidad del adversario y no el atributo propio constituye el eje de la virtud política, deja de lado otros asuntos que marcan el rumbo de un país a la deriva.

Esos otros asuntos pasan de noche, se pierden. Ni con el gasto de un boletín o comunicado los abordan los actores políticos. Insisten en resbalar responsabilidades, en hurgar en el cascajo de su derrota, los desechos rescatables. En fijar toda la atención en el reparto del poder, sin saber para qué quieren el poder. Muy poco les importa lo que ocurre en el país y la dirección en que van todos estos otros asuntos que perfilan problemas en el horizonte.

*** Las muertas son nuestras, que nadie las toque. La pila de cadáveres en Ciudad Juárez aumenta. Siguen muriendo mujeres en esa ciudad fronteriza. Lleva Germán Dehesa más de sesenta días preguntando al procurador de la República qué tal duerme frente a ese asunto y el procurador, el gobernador, el Presidente de la República muestran, día a día, que su sueño es imperturbable. Las muertas de Juárez no los conmueven. El único que, sobre ese asunto, tuvo una pesadilla que le arrebató el sueño, fue el gran ombudsman José Luis Soberanes. Le molestó sobremanera que el juez español Baltasar Garzón manifestara interés en el asunto y disposición a revisar cómo es posible que las mujeres mueran en la frontera sin que la autoridad se conmueva. En un arrebato nacionalista, el ombudsman salió a reclamar derechos soberanos sobre las muertas que, quizá por lo mismo, muy poco le importan. Años han transcurrido frente a ese problema, gobiernos municipales, estatales y nacionales han alternado en el poder y ninguno se ha comprometido en detener esos homicidios que avergüenzan. Vienen peritos de aquí o de allá, como oferta de temporada vienen las consabidas declaraciones asegurando que se dejará caer todo el peso de la ley sobre los asesinos, pero las muertas siguen apareciendo. En un arrebato de propaganda, hasta Elba Esther Gordillo les ha dedicado un desplegado a las muertas y la señora Marta siempre tan dispuesta a hablar sobre los asuntos que lastiman a la sociedad hasta alguna reflexión les ha dedicado, pero ninguna se ha comprometido a fondo con ellas. Duermen bien las autoridades, la pila de cadáveres no las inquieta. Sólo el ombudsman se despierta cuando algún forastero quiere ponerse a trabajar con sus muertas.

*** El servicio exterior es una monserga. Como un hombre contradictorio quedará el canciller Luis Ernesto Derbez, pero donde no dejará asomo de duda es en su desprecio al servicio exterior mexicano. Contradictorio porque cuando era secretario de Economía a capa y espada defendió el feudo de funciones que le correspondían, se batió a duelo cuantas veces fue necesario con el entonces canciller Jorge Castañeda para evitar que el comercio internacional lo absorbiera Tlatelolco y, ahora, como canciller está empeñado en incorporar esas funciones al quehacer diplomático, restándoselas a la Secretaría de Economía. Favorece, desde luego, su contradicción el que el ex gobernador de Nuevo León, Fernando Canales, sigue siendo eso: ex gobernador de Nuevo León, pero no secretario de Economía. Ese litigio por absorber el comercio internacional marca la contradicción de Luis Ernesto Derbez que, por lo visto, es de los que piensan que las instituciones deben ajustarse a los hombres y no éstos a las instituciones. Pero donde no muestra una sola contradicción, es en su desprecio por el servicio exterior mexicano. Abre y cierra embajadas, ejecuta traslados en lapsos tan cortos que desestabilizan las relaciones, nombra personajes que, en el fondo, sería preferible tener bien adentro del país y no afuera. Poco a poco va aflorando ese desprecio por el servicio exterior.

En estos días, el símbolo mayor de ese desprecio se expresa en el caso de la incorporación de la ex subprocuradora María de la Luz Lima Malvido al campo de la diplomacia. Se entiende, desde luego, que al canciller le ocurrió lo mismo que al procurador Rafael Macedo: le impusieron el nombramiento y Derbez aceptó sin chistar la instrucción. Así, sin consideración a la estela de escándalos que la funcionaria ha ido sembrando en su corta carrera, con la mano en la cintura y atendiendo instrucciones, el canciller quiso convertir a María de la Luz Lima Malvido en embajadora. Era de tal desproporción la idea que, antes de que el Senado rechazara el nombramiento, Derbez aceptó entonces que mejor se fuera de agregada cultural a Gran Bretaña y la polémica funcionaria del gabinete de Marta Sahagún sostuvo encuentros con miembros del British Council. Vino la reacción adversa a ese nombramiento que, por lo demás, constaba en el sitio web de la cancillería, el equipo de Derbez argumentó que aquello era un “error”.

La realidad, se argumentó, es que Lima Malvido iba de agregada pero política. Asomarse a lo que está ocurriendo en la cancillería sería tomar nota del desmantelamiento de una carrera del servicio civil que, si bien exigiría una revisión, en modo alguno significaría su desaparición. Los días pasan, la cancillería se desmadeja, pero los partidos están en lo suyo viendo qué huesos les tocan en el cementerio de la política.

*** La reforma fiscal callada. Por la vía de pequeñas medidas y programas, la Secretaría de Hacienda busca la forma de sangrar a los contribuyentes cautivos y, si se puede, de ampliar la base de contribuyentes. Por lo pronto, ya contrató a consultores para “peinar” el país y atrapar evasores. Toda la energía está puesta en dos objetivos: sangrar al contribuyente cautivo y atrapar a los evasores. Nada está destinado a facilitarle la vida al contribuyente cumplido y menos aún a reconocerlo como ciudadano con derechos. En ningún país el pago de impuestos hace feliz a los contribuyentes, pero en éste todo está organizado para dificultarlo y, desde luego, para mostrar al contribuyente que el concepto que de él tiene la autoridad es de delincuente. Los programas para facilitar el pago de impuestos están hechos para los contribuyentes incumplidos, ellos merecen descuentos, ellos merecen amnistías, ellos merecen la atención del servicio; los contribuyentes cumplidos, no. Conseguir una factura en el país, exige tener una filosofía zen. Realizar mensualmente el pago de impuestos, exige tener una computadora y esperar que el banco que dé el servicio cuente verdaderamente con la infraestructura tecnológica necesaria para ello y, desde luego, que el formato del pago electrónico no se modifique. Continuará...

Eso, sin considerar que, si no hay que pagar impuestos, se tiene que tener conciencia de la otra notificación-no-electrónica que hay que realizar. Todo está hecho para dificultar el pago de impuestos y, por si no fuera así, los diputados se encargan de complicar aún más el asunto. Desde luego, cuando se trata de hablar de la Gran Reforma Hacendaria todas las voces disonantes se levantan, pero cuando se trata de simplificar procedimientos que no necesariamente exigirían grandes acuerdos, ni los funcionarios fiscales ni los dignísimos representantes populares se interesan por el asunto. Revisar los procedimientos y los trámites fiscales sin tener que entrar a la Constitución y a la ley es algo que el sentido común ofrece a los actores políticos, pero está claro que el sentido común es el más complicado de los sentidos.

*** Disculpa pública. José María Aznar debe una disculpa pública a México. Aunque su papel en la aventura en Iraq era el del escudero en la corte de George W. Bush, hace meses vino al país como procónsul del Imperio a presionar. El pliego de instrucciones que traía bajo el brazo, establecía la necesidad de que México diera su voto a Estados Unidos en el Consejo de Seguridad para ocupar Iraq. Los argumentos de su triste papel intervencionista se desvanecieron, peor aún, ni siquiera existieron: las armas masivas de destrucción en Iraq eran un cuento: el pretexto militar para justificar una decisión política tomada con antelación. José María Aznar ni siquiera aparece ahora en los debates donde George W. Bush y Tony Blair tratan de justificar su aventura, sin embargo, el presidente español estuvo aquí presionando, haciendo suya una mentira. Aquella aventura se comienza a complicar dentro y fuera de Estados Unidos, dentro y fuera de Gran Bretaña. Aznar le debe una disculpa a México. Su osadía, su cinismo, su engaño no encuentra disfraz. El sucesor del escudero yanqui con acento español tendrá que empeñarse en reconstruir la relación con el gobierno mexicano.

*** Reconocimiento público. Su función no ha terminado pero el momento culminante de ella ya. José Woldenberg, el presidente del Instituto Federal Electoral, atiende los asuntos pendientes mientras organiza la mudanza de su salida y, aun cuando tiempo habrá para hacerlo de manera más elocuente, desde ahora es oportuno darle las gracias. Sin duda, otros consejeros (no todos, por cierto) también son merecedores del agradecimiento, pero lo cierto es que Woldenberg, desde la fundación misma de la institución más cara al país, supo jugar su rol con la firmeza, la mesura, la congruencia y la sensatez que exigía el momento y ese momento se prolongó varios años.

A Woldenberg no lo deslumbraron los reflectores ni los micrófonos, no cayó en la tentación del protagonismo y tampoco en la idea de convertir en trampolín político su asiento en el Instituto. De principio a fin, sin titubeos, en consonancia con su propia trayectoria y convicción demócrata, supo a qué y por qué iba. Cualquier momento sería bueno para agradecerle a Woldenberg su desempeño pero, en la circunstancia, marcada por las maromas y las machincuepas, la desmemoria y los excesos, la personalidad de Woldenberg crece y deja la impresión de que, efectivamente, hay mexicanos con la talla de los hombres de Estado. Gracias.

*** Muchos otros asuntos se registran todos los días. Esos asuntos en su expresión y dimensión apuntan en la dirección de que se está perdiendo el gobierno en los problemas. Muchos de esos asuntos exigen o exigirían una verdadera atención, muchos de ellos tendrían solución si, en verdad, la clase política levantara ligeramente la vista y muchos, en un simple análisis, dejarían ver que más allá de la bandería partidista reportaría beneficios al conjunto de la clase política por el solo hecho de que reflejarían un mínimo interés por entablar un nuevo entendimiento con la ciudadanía.

La realidad, sin embargo, deja ver que el gobierno y los partidos políticos tendrían que alquilar una muy buena cantidad de películas mudas para entender el silencio ciudadano que acompaña su desvarío. El silencio que hay detrás del ruiderío de sus descalificaciones, pleitos y escándalos es mucho más profundo de lo que ellos suponen. La clase política tendría que guardar silencio para escuchar el silencio y tomar una idea de la profundidad del desfiladero al que se aproxima.

Leer más de EDITORIAL

Escrito en:

Comentar esta noticia -

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de EDITORIAL

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Clasificados

ID: 41502

elsiglo.mx