EFE
WASHINGTON, EU.- Aunque la mayoría de los estadounidenses tiene opiniones ambiguas sobre la homosexualidad y prefiere no hablar mucho de ella, el debate sobre el matrimonio entre homosexuales sigue cobrando fuerza y promete ocupar un lugar destacado en la campaña electoral de 2004.
De hecho, el debate no ha hecho sino empezar después de que el Tribunal Supremo del estado de Massachusetts anulase esta semana la prohibición de los matrimonios homosexuales y pidiese a la legislatura estatal que actualice las leyes en seis meses.
Además, la decisión de Massachusetts vino prologada por una sentencia del Tribunal Supremo de EU de junio pasado en la que se declaró inconstitucional una Ley de Texas por la cual era un crimen, en ese estado, la "sodomía", término que en EU se entiende como un acto homosexual.
Una parte de la opinión pública está dividida entre quienes quieren que la tolerancia lograda en las últimas dos décadas desemboque en la legalización de uniones conyugales de parejas homosexuales con los mismos derechos del matrimonio y los que creen que Estados Unidos ya ha avanzado mucho en ese terreno.
Estos temen que los matrimonios homosexuales marquen el final de la civilización cristiana y occidental y abogan por una enmienda constitucional que defina el matrimonio como la unión de un hombre y una mujer.
En medio se sitúa la gran mayoría de los estadounidenses, para quienes éste es un asunto espinoso y que, con sensatez, debería dejarse en el ámbito de la conducta privada.
EU tiene además el precedente del vecino Canadá, donde, tras varias sentencias judiciales, algunas provincias han comenzado a admitir el matrimonio civil entre homosexuales.
Una reciente encuesta de la empresa Gallup señaló que sólo un tercio de los estadounidenses está a favor de la legalización.
Y al mismo tiempo la mayoría, según las encuestas, cree que las relaciones homosexuales entre adultos no deben ser prohibidas por la Ley.
Los opuestos a la legalización esperan que la decisión de Massachusetts despierte "a la mayoría silenciosa", según declaró Ron Crews, presidente del Instituto de la Familia de Massachusetts.
Los aspirantes a la candidatura presidencial por el Partido Demócrata han mostrado una reacción muy tibia y prudente, con el objetivo de no ofender al centro político, necesario para tratar de derrotar a George W. Bush en noviembre de 2004.
El propio presidente del Comité Nacional Demócrata, Terry McAuliffe, ha dicho que es preferible que se autoricen las uniones civiles sin ir tan lejos como el matrimonio.
De hecho, el estado de Vermont reconoce uniones civiles, mientras que los estados de Hawai y Alaska han aprobado enmiendas a sus constituciones que prohíben el matrimonio homosexual.
Por su parte Bush, con un ojo en el voto conservador que es su bastión, ha prometido que se opondrá a que se otorgue a las uniones de homosexuales la igualdad de derechos con el matrimonio.
Pero con el otro ojo puesto en las encuestas, ha acallado su respaldo a las leyes o enmiendas constitucionales que definan el matrimonio como asunto exclusivo de un hombre y una mujer.
Dentro del propio Partido Republicano hay una organización de homosexuales, cada vez más activos, que luchan por que su propia formación política se abra a este colectivo.
"Estamos hablando de licencias de matrimonio civil, no de violar principios religiosos", resumió a CNN Patrick Guerrero, miembro de ese colectivo.